Tuve una madre emocionalmente ausente, cada vez más escuchamos esta frase y vemos los daños afectivos que ello puede ocasionar.
La madre, todos los sabemos, es el primer vínculo que concebimos los seres humanos. Vivimos en su vientre y desde ese momento nos sentimos ligados al latido de su corazón; pero al nacer no siempre la relación se consolida y fortalece.
Esta conexión primaria es ya una relación en la que el cuidado por parte de la madre va a propiciar, desde un punto de vista emocional adecuado, el aprendizaje progresivo de conductas autónomas.
La madre y la vida emocional del niño
La madre tiene un papel clave en el desarrollo de los niños: es su maestra, orientadora, es la que modela su conducta, le ayuda a regular sus emociones y estados internos. Mamá es la que trabaja como espejo ayudando a que los niños sean capaces de entenderse y verse a sí mismos, ayuda a que un niño aprenda a reflexionar sobre sí mismo, entre otras cosas.
Una relación sólida y saludable con la madre se asocia con una alta probabilidad de crear relaciones saludables con otros, mientras que un pobre apego parece estar asociado con problemas emocionales y conductuales a lo largo de la vida.
Sin embargo, no siempre se puede tener esa relación sólida y fortalecida emocionalmente.
El ingreso de la mujer a la vida económicamente activa, las agendas cada vez más apretadas en actividades de toda índole, las redes sociales y, en general, los quehaceres cotidianos hacen que las madres no consigan conectar realmente con sus hijos. Es decir, se da una relación carente de alimento emocional con la ausencia de atención, tiempo de calidad, aceptación, o palabras de estima por parte de la madre.
Ausencia emocional de la madre
Por supuesto, no se pretende culpabilizar a la madre; ésta no requiere renunciar a su vida por un completo sacrificio hacia el hijo, pero sí es necesario estrechar ese vínculo emotivo con los niños.
Existen investigaciones que dejan claro que lo que realmente importa es que la madre sepa estar en sintonía y sincronía con el niño por lo menos el 30% del tiempo y ser capaz de reparar las rupturas que pudiese haber en la relación.
No obstante, aunque ese porcentaje parece mínimo hay madres que son distantes y emocionalmente ausentes de “tiempo completo”. Es decir, no están presentes en la vida emocional del niño aun cuando físicamente estén presentes.
A ello se le llama síndrome de la madre ausente, el cual consiste en percibir a nuestra madre como negativa, fría, distante e inaccesible.
Este distanciamiento emocional puede tener diversos motivos. Una madre puede estar deprimida, cansada o simplemente no le nace dar ese amor incondicional al hijo; o no sabe lo que es tener una relación estrecha madre e hijo porque tampoco la vivió con su propia madre.
Quizá por ello la madre no sepa la importancia que tiene ser emocionalmente cálida con su hijo y el beneficio que ello aporta a su desarrollo. Ya sea porque no lo aprendió con su propia madre o está emotivamente incapacitada.
Consecuencias de tener una madre emocionalmente ausente
Percibir a la madre como fría o inaccesible hace que falte un modelo o referente correcto o adecuado para aprender a manifestar el amor incondicional hacia uno mismos, y cuando falla este pilar todo lo demás se tambalea.
Una relación distante, fría o inaccesible hace que el niño carezca del pilar fundamental para crecer emocionalmente. La ausencia de esta relación puede traer consigo consecuencias importantes en el desarrollo como:
- Sentimiento de rechazo. El niño considera que no recibe lo que necesita por parte de la figura de apego y se siente enfadado, traicionado, defraudado y solo.
- Daños en la autoestima. Si se percibe la ausencia de la madre como un rechazo, el niño aprenderá que es eso lo único que merece y verá mermada su autoestima.
- Problemas de nutrición. La percepción de una madre ausente puede ocasionar trastornos alimenticios como anorexia, bulimia, comer compulsivamente, etc.
- Falta de confianza. Un niño que crece con una madre distante no sabrá que puede ser digno de ser amado o de tener atención. Crecen con la sensación de ser ignorados o criticados a cada paso que dan.
- Incapacidad de reconocer virtudes. Los niños que crecen con madres distantes internalizan demasiadas cosas negativas que escuchan a medida que crecen. Son distorsiones que hacen que se vean de forma negativa y que lo extiendan a otros ámbitos.
- Dependencia afectiva. No ha aprendido las habilidades sociales necesarias para poder solucionar sus problemas. Asimismo, tienen dificultades para expresar lo que sienten y son incapaces de una comunicación asertiva.
- Problemas de salud. Hay estudios que demuestran que los niños con carencias emocionales se enferman de manera habitual.
- Evasión afectiva. Las heridas que deja tener una madre ausente hacen que los niños evadan tener relaciones estrechas con otros por temor a ser rechazados (como lo hizo su madre) o por miedo a ser heridos. La evasión es a causa del miedo y la desconfianza hacia los demás y hacia uno mismo. Pueden sentirse demasiado sensibles.
Estos problemas se reflejan en la infancia, pero pueden durar hasta la edad adulta.
Sanar la herida de la madre ausente
Los adultos tenemos la responsabilidad de sanar nuestro pasado, aun cuando tengamos la percepción de que fue la madre quien nos hirió. Debemos cambiar el concepto con el fin de amarnos y respetarnos independientemente de cuales hayan sido nuestras vivencias con ella.
Hay que reconocer que la madre intenta hacer su mejor papel, pero no siempre lo logra más allá de su voluntad. Pero ahora que somos mayores podemos asumir que nuestra madre no tiene que ser perfecta (ni puede serlo) y además trae consigo sus propios condicionamientos emocionales según su experiencia.
A ella no podemos cambiarla ni tampoco nuestro pasado, pero sí podemos enfocarnos en nosotros mismos y trabajar desde el presente. Hay que trabajar el perdón, y reconciliarse con la imagen materna.
Cuando sanamos conductas autodestructivas y lacerantes empezamos a amarnos, ya no es necesario que mamá nos ame ni lo hagan otros. Dejamos de arrastrar las heridas provenientes del pasado.
Reconciliarse con la madre es reconciliarte con lo femenino que hay en cada uno y eso significa buscar sustento material y sobre todo amoroso y afectivo. En la medida en que uno se reconcilia con los aspectos relacionados con la madre interna, sanas la madre en uno mismo y por supuesto mejora la relación con tu madre física.
Trabajar con tu madre interna es acceder al inmenso manantial de amor y respeto por ti mismo.
Si sientes que tienes heridas emocionales a causa de haber tenido una madre distante, entonces no dudes en buscar ayuda profesional adecuada para tratar tus sentimientos y que si tienes hijos, no tengan que vivir lo mismo que te ocurrió a ti.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA