“Margarita, pasa por mi camisa a la tintorería”.
“Mamá, hazme un pastel para llevarlo a la escuela”.
“Mamá ayúdame a hacer la tarea, que entrego mañana”.
“Margarita, ponte el vestido verde, se te ve mejor”.
“Mamá, préstame tu coche que se me hace tarde”.
“Margarita, prepárame una copa que estoy cansado”.
Sí, ya voy. Sí, yo lo hago. Sí, yo te ayudo. Sí, por supuesto.
La protagonista de esta historia, Margarita, a lo largo del día ha cumplido con todas sus “obligaciones” familiares. Ha satisfecho las necesidades tanto de sus hijos como de su marido. Ahora se prepara para tomar una merienda, porque de tanto hacer se le ha olvidado comer.
Para la familia de Margarita no hay un deseo, necesidad o capricho que ella no cumpla. Considera que ese es su deber como madre y esposa. Jamás se ha cuestionado sus tareas, aunque a veces ella no se sienta plena ni feliz. Incluso hay cosas que no quisiera hacer, pero no se atrevería a decir que no.
Hoy ella se ha presentado en una sesión de psicoterapia porque comenzó a sentirse muy agobiada, con momentos de angustia y tristeza profunda. Pensó que era síntomas de la “edad”, pero su médico, que la vio exhausta, después de hacerle varias preguntas la redirigió a la atención psicológica porque sospechó que ella podría estar experimentando Síndrome de Wendy.
¿Qué es el Síndrome de Wendy?
El Síndrome de Wendy se genera a partir de una necesidad de satisfacer a otros, impulsada por el miedo al rechazo y al abandono. Éste suele manifestarse mayormente en las mujeres, y sus esfuerzos de complacencia son hacia el marido y los hijos.
Su nombre viene de la historia de James Matthew Barrie, Peter Pan y Wendy, y está vinculado con el Síndrome de Peter Pan, de aquellos hombres que no quieren crecer.
Wendy es la niña que cuida a los personajes del cuento en el país de Nunca Jamás, ella es capaz de hacer aquello que Peter Pan no se atreve, que asume sus riesgos, sus responsabilidades, etc.; pero que siempre permanece en segundo plano. Él triunfa gracias a los esfuerzos de ella.
¿Cómo saber si vives el Síndrome de Wendy?
No está catalogado como un padecimiento mental, pero sí puede considerarse como una distorsión en los modelos de pensamiento de las personas que lo viven. Su perfil está claramente definido y se compone de los siguientes rasgos.
1. Perfeccionismo vs. Culpa
El perfeccionismo lleva a la persona a sentirse culpable cuando algo sale mal, especialmente en lo que respecta a satisfacer a otros. De tal modo, su vida es muy estresante ya que todo debe quedar al punto y las exigencias para satisfacer a todos llegan al desgaste físico y emocional.
2. Se siente imprescindible
Buscando que nadie la abandone, la persona con este síndrome siente que ella debe encargarse de hacer todo y ser imprescindible. Al hacer las tareas que considera satisfacen a los demás, y de una forma “perfecta”, pretende que se le valore y que se le necesite. Aunque al final la tarea es exhaustiva.
3. Amor = Sacrificio
La labor titánica de madre y esposa de Margarita está hecha sólo por amor. No importa que ella no tenga tiempo de comer, que ella no desee hacer un pastel o le guste más el vestido naranja, ella lo entrega todo por amor, y no lo considera un sacrificio. Aunque al final ella no se sienta plena.
En el Síndrome de Wendy, la idea de amor es igual a la de sacrificio. Se resigna al malestar, al cansancio y al resto de consecuencias negativas que trae consigo el desgaste debido al cuidado de otras personas.
4. ¿Madre o pareja?
En ocasiones las mujeres se hacen cargo del cuidado de su “Peter Pan”, de ese hombre que se resiste a crecer y delega sus responsabilidades en su “Wendy”. Ella asume las responsabilidades con aparente gusto, porque así el hombre dependerá de ella y no la abandonará (véase el punto 2).
Sin embargo, la pareja corre riesgo. Desde el punto de vista sistémico, en constelaciones familiares podríamos hablar de un desorden del sistema familiar que generará aún más conflicto. El hombre al tener una madre en casa, podría salir a buscar una mujer fuera del hogar y surgir la infidelidad.
5. Posterga la felicidad
Las personas con Síndrome de Wendy evitan los conflictos e intentan hacer felices a las otras personas dejando a un lado su propia felicidad.
No se preocupan, al principio, porque los demás no los atiendan de igual modo. Les basta con saber que su pareja se siente amada y que es feliz.
Al final pueden terminar frustradas, amargadas y sintiéndose sin amor porque esperan que sus actos, casi heroicos, sean motivo del amor de su familia y no el sólo hecho de ser ellas mismas.
6. Viven pidiendo perdón
Debido a su necesidad de perfeccionamiento en todo lo que hacen para satisfacer a los otros, se pasan la vida pidiendo perdón.
Por supuesto, porque es imposible que entre tantas exigencias cotidianas que se autoimponen, cumplan con todo y se siente culpables —como digo anteriormente— y ello las orilla a pedir perdón constantemente.
Claves para superar el Síndrome de Wendy
Si se tienen integrados estos esquemas de pensamiento hay que trabajar en modificarlos para adquirir nuevas bases, con el fin de lograr mayor gozo y plenitud.
- Trabajar con la autoestima, es un factor base. El síndrome de Wendy suele nacer con la necesidad de ser apreciada por los demás.
- Aprender a vivir con una misma es fundamental. De este modo se puede llegar a perder el miedo al abandono. Disfrutar de uno mismo hasta el punto de saber que si nos quedamos sin pareja el mundo no se va a terminar.
- Recordar que amar no es renunciar. Si se renuncia a lo que se es y se desea, entonces la persona se está limitado a sí misma.
- Dejar de proyectar las esperanzas, anhelos y necesidades emocionales en otras personas.
- Recordar que mereces respeto y amor.
- Una relación afectiva debe ser madura y consciente. Ambos miembros deben dar, pero igualmente recibir. Para ello también es importante pedir…
- No todo es responsabilidad de “Wendy”, así que no hay que pedir perdón porque las cosas no salen bien si no es tu responsabilidad.
- Aprender a corregir patrones de pensamiento que provocan sufrimiento permitirá producir nuevas emociones con las que sentirse más fuerte.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA