Siempre me exijo demasiado podría ser una frase que represente a alguien motivado y perseverante que busca resultados en todo lo que se propone. Sin embargo, también podría significar que detrás de ello hay un hábito de autoexigencia insana que no tiene límites y que puede dañar la salud física y emocional de las personas.
Ser exigente con uno mismo es bueno en cuanto a que muestra que se es una persona madura, responsable y consciente de la posibilidad de autosuperación. El problema surge cuando la exigencia tensa la cuerda y se va al extremo causándose daño a uno mismo.
La sociedad contemporánea es el principal detonante de que nos volvamos autoexigentes y siempre nos esforcemos demasiado. Los estándares de productividad y las exigencias sociales aplauden a quienes dan más del 100% de sí mismos, aunque no siempre valga la pena, aunque no haya una recompensa que corresponda al esfuerzo e incluso cuando ese sobreesfuerzo nos ponga en riesgo.
Autoexigencia y perfeccionismo
Ser autoexigentes de forma desmedida puede ser reflejo de un conflicto emocional, como el caso del perfeccionismo. Esto plantea una necesidad de valoración y reconocimiento que quizá no se tuvo en la infancia por parte de los padres o cuidadores. Es por ello que se busca alcanzar grandes metas y que otros lo reconozcan o admiren.
Quien es autoexigente intenta ser cada vez mejor, así como que todo sea “perfecto”; pero tal vez las motivaciones no siempre sean las adecuadas. Quizá busca sentirse superior o tiene miedo a estar por debajo de los demás. Se exige a sí mismo más de lo que puede, pues quiere que todo lo que haga sea válido y suficiente para los demás. Para ello tiene estándares de calidad altos que le requieren un sobreesfuerzo.
La autoexigencia es una característica vinculada con el orgullo y la autoestima, donde no hay una plena valoración de uno mismo y se requiere apoyo de factores externos que así lo califiquen. Igualmente, puede resultar incómodo reconocer que el motor de esas acciones es la permanente sensación de insuficiencia que se siente al interior. De ahí que nada, nunca, parece suficientemente.
Para alcanzar la perfección deseada se desarrolla una autoexigencia insana que desata a un juez interior que juzga y critica todas las decisiones y acciones que se alejan del ideal de perfección. El lenguaje de la autoexigencia se basa en “tengo que” o “debo”, así como la ide de “no es suficiente”.
Autoexigencia negativa
Las personas que se autoexigen buscando la perfección suelen ser inflexibles, de pensamientos rígidos, críticas consigo mismas, disciplinarias e incasables en la consecución de metas personales, lo que parecería muy admirable. No obstante, también pueden padecer frustración, ansiedad y sufrimiento, pues —como todos sabemos— la perfección no existe y sólo se puede aspirar a ella.
Igualmente, las personas que buscan este nivel de perfección en sus vidas suelen anhelar tener el control en todo. Asumen bajo sus espaldas todas las responsabilidades y les cuesta delegar pues no confían en nadie para cumplir los objetivos como desean.
Ello puede acarrear consecuencias, pues comenzarán a trabajar de manera individual, a segregar a los demás, a ser demasiado críticas con los otros y quizá dañen sus relaciones personales, y los demás serán incapaces de soportar su grado de exigencia.
Señales que la autoexigencia es negativa
Una persona está siendo autoexigente de manera insana cuando:
- La persona se habla con lenguaje peyorativo, incluso violento.
- Sólo señala los errores de forma exagerada.
- Pone en duda sus capacidades.
- No trasciende los errores, los arrastra en el tiempo.
- Se presiona más que se automotiva.
- Tiene expectativas exageradas.
- Sus estándares son muy altos.
- Menosprecia sus logros
- Siente culpa desmedida por sus errores.
Siempre me exijo demasiado, cómo dejar de hacerlo
- Trabajar en mejorar la autoestima.
- Buscar una mejor gestión de la inteligencia emocional.
- Aceptarse a uno mismo, quererse y respetarse.
- Asumir que nadie es perfecto, pero se puede trabajar en ello.
- Reconocer el derecho a equivocarse
- Deshacerse de la rigidez para disfrutar la vida.
- Aprender técnicas de relajación.
- Hacerse de herramientas para disminuir la ansiedad.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA