La responsabilidad emocional es ser capaces de asumir las consecuencias de nuestras actitudes y la expresión de éstas que tenemos hacia los demás. Alegría, tristeza, disgusto, vergüenza, pesadumbre, frustración… todas estas emociones son nuestra responsabilidad, de nadie más. Y como etimológicamente nos dice la palabra, debemos responder a otros por ello.
Etimológicamente “responsabilidad” nace del término latino <<responsaum>> cuyo significado es ser capaz de responder o corresponder con otro.
La persona responsable tiene la capacidad para actuar adecuadamente ante ciertos acontecimientos que involucran, en este caso, emociones a partir del desarrollo de la inteligencia emocional. De tal forma, quien es responsable asume el dominio de sus emociones porque se conoce, pero sobre todo sabe que le pertenecen y que no puede adjudicar a otras personas el origen y consecuencias de ellas.
Asumir la responsabilidad de lo que siento es ser consciente que ello depende de uno mismo y de la interpretación personal de las situaciones que estoy viviendo de forma individual o por la interacción con los demás. Cuando tengo esta habilidad, puedo saberme con la capacidad de controlar mis reacciones emocionales desde el interior y desarrollar mejores respuestas ante ello.
Ciertamente hay que aprender y desarrollar la responsabilidad como parte de la evolución y crecimiento de las personas, pues generalmente vivimos en sociedades acostumbradas a responsabilizar a otros de nuestras emociones; atribuimos a prójimo cómo nos sentimos, e incluso nos responsabilizamos de cómo se sienten los demás. Ello posiciona el tema fuera de y no en nuestro interior, como algo propio.
8 claves para hacerte responsable de tus emociones:
- Deslinda a los demás de aquello que haces, piensas o sientes: no los culpes. Al considerar este primer punto, pregúntate ¿a quién le estoy dando el poder de mi vida con ello?
- No avergonzarme ni negar lo que yo pienso y siento: evita sentirte culpable por algo que es natural y propio de todos los seres humanos.
- Desarrollar habilidades de inteligencia emocional, pues esto nos permitirá asumir nuestras emociones: aquello que lo provoca, lo que siento en cada momento, cómo me siento con lo que siento, etc.
- Cambia tu lenguaje. Cuando hacemos responsable a otro de lo que sentimos, solemos usar frases como “me haces enojar”; con lo que le estamos dando poder a otro de nuestro enojo. (Si fuera así, no dejaríamos de estar enojados o sentirnos mal si el otro no quisiera o dejaríamos de estar hasta que otra persona lo decidiera, ¿no te parece terrible). Mejor utiliza frases como “cuando pasan estas cosas, yo me siento enojada/o“, ello deslinda del poder al otro y nos permite identificar los detonadores de nuestro enojo, por ejemplo.
- Sé consciente de que las otras personas tienen actitudes y comportamientos independientes a ti, y que más de las veces hacen y dicen cosas por sí mismo, no porque quieran hacerte sentir algo. Si asumes esto, podrás independizar tus emociones de los actos ajenos y así asumir sólo lo que te corresponde a ti.
- Asumir tu responsabilidad frente a las emociones que experimentan, independientemente de lo que otros hacen, te hará sentir libre para asumir las consecuencias de ello porque tendrás el control de tu propia vida.
- De igual modo, tomar la responsabilidad emocional de su vida puede tener algunos aspectos diferentes: asumir la infancia vivida, los errores, los fracasos, las dificultades para decir lo que realmente pensamos y queremos, etc.
- Tu eres el dueño de tus emociones. Te sientes como quieres sentirte. Para lograr tener emociones positivas, debes pensar en positivo y ver la realidad de la manera más real posible y más esperanzadora.
Cuando nos responsabilizamos, asumimos todo aquello que nos pertenece, la propiedad de nuestros sentimientos, pensamientos, acciones y consecuencias.
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Recuerda que los artículos que aquí encuentras son meramente informativos y no sustituyen el tratamiento y consulta con un profesional de la salud emocional. Las decisiones relativas a la salud deben ser tomadas por un profesional, considerando las características únicas del paciente.