Reconcíliate con tu cuerpo, haz las paces con él y pídele perdón porque quizá alguna vez no lo has tratado bien, incluso porque lo has agredido sin ser consciente o porque has olvidado que debes cuidar de tu cuerpo porque él cuidará de ti.
En la actualidad los constantes mensajes publicitarios y propagandísticos, y con ellos la presión social, han hecho que algunos de nosotros, en cierto momento de la vida, sintamos que estamos en el cuerpo equivocado; que deberíamos estar en uno más alto, más flaco, más fuerte, más elástico, menos delicado, menos gordo, menos ciego… Parecería que siempre tenemos algo que reclamarle al cuerpo.
Somos exigentes, le pedimos tanto al cuerpo, pero muy poco nos encargamos de cuidarlo y a veces hasta lo agredimos. Una mala alimentación, falta de ejercicio y consumo de sustancias nocivas —desde refrescos y alcohol hasta nicotina o algunas drogas, automedicación, etc.—, malos hábitos de sueño…
Ante este tipo de maltrato, por supuesto el cuerpo responde con trastornos y enfermedades, lo que nos da más motivos para sentirnos incómodos o incómodas en nuestro propio cuerpo. Hasta hay quienes llegan a odiarlo y, por ello, lastimarse de diversas formas.
Cando se presenta esta incomodidad o rechazo a nuestro propio cuerpo, la mente empieza a padecer los estragos: baja nuestra autoestima, comienza a haber pensamientos obsesivos, compulsiones y malestar general que nos atrapa en un círculo vicioso: odio mi cuerpo, lo agredo, me siento mal…
Pero será nuestro cuerpo el único que nos acompañe hasta la muerte. Seguro no querrás llegar hasta ahí en constante pleito no sólo con tu cuerpo sino contigo mismo, contigo misma; pues a final de cuentas, este cuerpo es parte de lo que somos.
Claves para reconciliarte con tu cuerpo
1. Conoce tu cuerpo. No se trata de convertirte en maestro de anatomía, pero sí deberías aprender un poco más de cómo funciona tu cuerpo, la capacidad de cada uno de tus órganos y la magia que hace cada una de tus células para que cada mañana despiertes, respires y puedas ir por el mundo gozando cada instante.
Piensa por ejemplo que tu corazón genera cada día la suficiente energía para poder mover una camioneta unos treinta kilómetros; que necesitas 36 músculos para que tu rostro sonría; que la fuerza de tu cuerpo puede producir un estornudo con una velocidad promedio de unos 64 kilómetros por hora. Hay tanta maravilla en el cuerpo humano que cada día deberíamos considerarlo un milagro.
2. Observa tu cuerpo. Si has sido capaz de maravillarte por las cosas asombrosas que puede hacer tu cuerpo y antes no lo tomabas en cuenta, es buen momento de que te observes. Párate frente a un espejo, mírate con una nueva perspectiva de que ese instrumento que te permite vivir, es decir tu cuerpo, es una obra de arte perfecta. Quédate frente al espejo algunos minutos y obsérvate.
3. Analiza tus pensamientos. Cuando estás frente al espejo mirando tu cuerpo qué pensamientos vienen a ti. ¿Cuántos de esos pensamientos son negativos? ¿Cuánto de lo que piensas respecto a tu cuerpo te causa emociones angustiantes o incómodas?
Toma nota de los pensamientos que vienen a ti cuando miras tu cuerpo. De todas las partes que te conforma, ¿cuáles son las que te disgustan y cuáles son las que te gustan? ¿Por qué hay cosas que no te gustan?
4. Analiza tus emociones. Los pensamientos que a veces, de forma inconsciente, surgen cuando miras tu cuerpo producen una carga emotiva en ti: ira, vergüenza, orgullo, coraje, inseguridad, etc.
Si pensaste: “mis piernas son demasiado cortas”, tal vez eso te hace sentir menos competente que personas con piernas más largas, por ejemplo.
5. Redimensiona la realidad. ¿Ya te has dado cuenta que tu cuerpo es una máquina perfecta? Tal vez si no funciona adecuadamente es porque no le has dado el mantenimiento propicio; o quizá lo que le estás pidiendo está fuera de su alcance (hay un factor genético que nos determina y contra ello es poco difícil luchar). Posiblemente no has hecho suficiente para vivir mejor y culpas a tu cuerpo.
Estas son solo algunas ideas, pero la verdad está en tus manos. Analiza que parte de felicidad te has negado a ti misma, a ti mismo, y por lo cual le has atribuido la culpa a tu cuerpo.
6. Libera tus pensamientos. Es importante que tengas claros estos pensamientos que te han llevado a maltratar tu cuerpo o a no cuidarlo y apreciarlo lo suficiente. Trata de trabajar con esos pensamientos limitantes o negativos y vuélvelos positivos, dales un nuevo enfoque.
7. Pídele perdón a tu cuerpo. Sí, has leído bien. Al llegar a este momento, tal vez te has dado cuenta que tu cuerpo no es el que está mal, aún si padeces una enfermedad, el responsable de vivir bien y plenamente con ese cuerpo eres tú. Pero en el camino te ha sido más fácil tener pensamientos limitantes: “Es que estoy muy flaca…” “Es que soy muy morena” “Es que no veo bien…”
A partir de esos pensamientos limitantes y emociones que le son subsecuentes a éstos, comenzaste a odiar una parte o a todo tu cuerpo, y muy probablemente comenzaste a castigarlo: dejándolo sin comer los nutrientes necesarios, sometiéndolo a extenuantes rutinas de ejercicios, evitando las revisiones médicas o no tomando tus medicamentos si los requieres, etc.
Es momento de pedirle perdón a tu cuerpo. Escríbele una carta en donde a cada una de las partes de tu cuerpo le pidas una disculpa por haberlo tratado como lo hiciste. No te limites en escribir, recuerda que este acto es una forma de hacer consciente nuestras ideas, emociones y deseos, nos ayuda a procesarlo.
Usa frases como: “Lo siento, perdóname, te agradezco y te amo”.
8. Suelta. Deja de esclavizarte y esclavizar tu cuerpo a la crítica propia y ajena, a las modas, a las exigencias sociales, etc. Para este momento ya te habrás dado cuenta que tu cuerpo es perfecto, que hasta el momento no te ha impedido lograr tus sueños. Y si fue así, es porque tú lo decidiste, no porque haya sido tu cuerpo el que te limitó.
9. Cuídalo. Por supuesto tu cuerpo puede estar mejor de lo que está; ahora que lo puedes amar sin prejuicios seguramente te darán ganas de cuidarlo. Es momento de que hagas cosas buenas y seas amable contigo: lleva una vida saludable física y mentalmente.
Considera que tu cuerpo es el vehículo para alcanzar tus metas y sueños, no es un adorno que deba deleitar y agradar a otros como un objeto, ni en cual se basa toda tu valía como ser humano ni tu autoestima. Asimismo, llénate de cosas buenas, cultiva tu interior y fortalécete de manera integral.
Si luego de trabajar en la reconciliación básica con tu cuerpo sientes odio hacia él, vives constantemente agobiado, agobiada, por este motivo; si sufres por causa de la percepción que tienes de tu cuerpo y te agredes o lo maltratas: Tú y yo podemos trabajar en esta reconciliación, estoy para ayudarte.
JORGE DOMINGUEZ | PSICOTERAPIA