Cuando se hace de la queja un estilo de vida las personas tienden sólo a ver el lado negativo de la existencia siendo vulnerables a la neurosis, la depresión o la ansiedad. Esta es una actitud de vida de quien debe hacerse consciente para modificarla, con el fin de poder sentirse satisfecho.
Al vivir en un estado de queja constante las personas se encuentran incapacitadas para sentirse satisfechas con su vida y son incapaces de disfrutarla y, peor aún, pueden impedir que otros también la disfruten. Asimismo, quejarse todo el tiempo suele lesionar las relaciones con los otros, tarde o temprano se cansarán de tantos lamentos.
La queja se hace un hábito en las personas pesimistas y amargadas; se entretienen placenteramente buscando de qué protestar y ello es base de gran parte de sus conversaciones, generalmente negativas, que no conducen a nada.
No obstante, hacen de ello un estilo de vida porque les coloca en una posición cómoda, que proporciona beneficios y ventajas, sin que sean conscientes de ello. La inconformidad puede ayudarles para que los otros les presten atención, hagan cosas por ellos, les libren de tareas que no quieren asumir, les restan responsabilidad, etc. Al final consiguen atención obteniendo una falsa sensación de seguridad y confort.
¿Qué consecuencias tiene ser un quejumbroso?
Vivir en el lamento constante suele tener consecuencias negativas para la vida de un quejumbroso. Entre algunas de estos efectos encuentran:
- Minimizar la capacidad de encontrar soluciones a los problemas que su propia mente encuentra e incluso los problemas reales.
- Buscar problemas todo el tiempo, ver el lado negativo de la vida todo el tiempo cansa no sólo físicamente, también lo hace en términos emocionales.
- La visión negativa del mundo y del entorno hace que las personas quejumbrosas tiendan a sentirse desmotivadas y con una desilusión generalizada.
- Si la queja es una manera de obtener atención y apoyo de los demás, les hará dependientes de otros, incapaces de vivir su propia vida sin el sustento de los demás.
El cambio de la queja a la gratitud
- Como en otras situaciones, lo primero para cambiar una vida de queja constante es reconocer que no es normal protestar de todo y por todo. Es necesario hacerse consciente de que se ha asumido un estilo de vida de queja constante.
- Hay que analizar el propio discurso o los comentarios de los demás para ver si uno vive centrado en las soluciones o, por el contrario, en los problemas.
- Se debe tener en cuenta cuáles son los beneficios adquiridos por las quejas, y analizar si son reales esos beneficios o son una percepción errónea que al final no termina de hacernos sentir bien.
- Al final, habría que preguntarse si renunciar a esos beneficios es posible o no; tomar una decisión personal al respecto, válida pero que no ayudará a tener una vida plena.
- Cuando se tiene claro que se es un quejumbroso/a y se desea cambiar, es importante identificar los tipos de pensamiento que llevan a la queja, así como las formas en que éstos se expresan.
- Identificados los pensamientos y expresiones de queja, hechos conscientes, es momento de comenzar a reducirlos y cambiarlos.
- Hay que ser conscientes, cada vez que hay una queja, para poder modificar el pensamiento o la frase por un mensaje positivo o resolutivo.
- Practicar la gratitud es una excelente forma de ayudar a evitar la queja. Ha sido comprobado la manera en que la gratitud tiene grandes beneficios para la salud emocional.
- Cuando se entrene a la mente para cambiar la queja por otro pensamiento no negativo, podrán empezar a explorarse alternativas y soluciones a lo que se ve como un problema.
- En esta transformación es esencial dejar el mensaje pasivo de la queja y pasar a la acción encontrando una posible solución a lo que realmente signifique un problema.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA