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En esta ocasión te explico por qué nos hacemos adictos a las emociones y todo lo que hacemos por estar enganchados a ellas.

Cuando Irene se sentía triste, su madre dedicaba la tarde a darle todo tipo de atenciones. Le preparaba un chocolate caliente, jugaba con ella para distraerla y le peinaba la trenza antes de dormir. A Irene le gustaban esos mimos y se “acostumbró” a la tristeza como un estado emocional que le reportaba el beneficio de la atención de su madre.  

Habituarnos a ciertas emociones por los beneficios que, aparentemente, nos reportan es el inicio de una adicción emocional que, como otras adicciones, puede destruirnos y pasarnos una cara factura.  

Estas adicciones se manifiestan ante la necesidad de estar constantemente preocupados por algo, de ser pesimistas, de estar enfados o en conflicto con otros, por la continua demanda de atención o afecto por parte de otras personas.  

¿Qué es una adicción emocional? 

La adicción emocional es la necesidad de determinada emoción, y el esfuerzo que se hace para sentirla aun sin fundamentos objetivos. Toda la atención se pone en el tipo de conductas que hay que tener para atraer una y otra vez a dicha emoción. Se olvida de manera insana que las emociones no son voluntarias, ni podemos decidir qué sentir y qué no. 

Ser adictos a las emociones supone un gran desequilibrio, puesto que impedimos su función natural. Al hacernos esclavos de las emociones, nuestro mundo se desajusta y nos hacemos vulnerables a ciertas trampas para obtener lo que queremos. 

Un adicto emocional buscará repetir la sensación a la que se ha acostumbrado al sentir determinada emoción. Intentará cualquier comportamiento, de forma compulsiva, que le produzca esa emoción, de manera esclavizada. 

¿Cómo es el perfil de un adicto emocional? 

Cualquiera de nosotros puede convertirse en un adicto emocional. Sin embargo, estas personas suelen tener baja autoestima, muy críticas consigo mismas, necesitan reafirmarse a través de su propio comportamiento o del que otros tenga hacia ellas. Viven con mucho miedo, excesiva preocupación por el futuro y tienen gran dependencia del pasado. 

¿Por qué nos volvemos adictos emocionales?  

La respuesta está en nuestro cerebro, ahí donde también se fraguan las demás adicciones. Nuestros pensamientos generan sentimientos y éstos, a su vez, hacen que se segreguen unas determinadas sustancias en nuestro cuerpo muy adictivas (dopamina, adrenalina, cortisol).  

Sin darnos cuenta acostumbramos muy rápidamente a nuestro cerebro a pensar o sentir de determinada manera, hasta el punto que demanda ese estado de ánimo, como lo hace con cualquier otra adicción.  

Pero, sobre todo, porque lo acostumbramos a sustancias como la adrenalina y el cortisol, enormemente adictivas, hasta el punto de crear receptores en las membranas de nuestras células, que van a permanecer ahí durante muchísimo tiempo demandándolas. 

Consecuencias de la adicción emocional 

Al convertirse en esclavas de sus emociones las personas se exponen al victimismo y la manipulación para obtener lo que genera la emoción a la que se es adicto. La consecuencia es la pérdida del contacto con los demás, debido a la falta de espontaneidad y honestidad. Muchas veces, de forma inconsciente, se utiliza a la gente para conseguir esta satisfacción.  

Las relaciones también se dañan porque las personas, como con todas las adicciones, se vuelven irresponsables. Se buscará liberar culpas atribuyéndolas a otros. Igualmente, se puede dar el chantaje y, finalmente, una relación tóxica.  

Como toda adicción, del “placer” que produce una emoción se pasará al sufrimiento, porque las personas comenzarán a alejarse y la persona adicta terminará aislada y con daños emocionales significativos.  

Para poder sanar una adicción emocional, lo primero es darse cuenta de que se es adicto. Una tarea poco fácil porque las emociones son un terreno subjetivo, que suele costarnos trabajo gestionar.  

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