La disciplina que brinda estructura y los límites a los niños es una forma de adquirir seguridad emocional, pero cuando los padres se divorcian se corre el riesgo de que alguno de ellos, o ambos, relajan la disciplina.
Los padres buscan minimizar el dolor a los hijos luego del trance del divorcio, por ello intentarán ser más permisivos o relajar la disciplina; consentirlos un poco quizá para paliar la culpa que siente por haber separado a la familia o, incluso, para demostrar que son “mejores padres” que la ex pareja.
Sin embargo, relajar la disciplina tras el divorcio afecta más a los hijos que el supuesto beneficio que se puede creer que se les brinda. Es por ello que los padres divorciados necesitan, más que nunca, aprender a disciplinar a sus hijos, para evitarles mayor sufrimiento.
¿Qué es la disciplina?
Una pregunta elemental, aunque todos damos por sentado el concepto de la disciplina. De acuerdo con el experto en liderazgo John C. Maxwell, disciplina significa “hacer las cosas correctas, en el momento correcto, por la razón correcta”.
Una definición concreta y precisa, que no deja lugar a dudas, y que sería adecuado que todos pudiéramos asimilar para tener esas estructuras y límites que todo individuo requiere en su crecimiento.
Los padres y la disciplina
Los padres tienen la responsabilidad de educar a los hijos y darles las mejores herramientas para que los individuos se desarrollen de forma integral y saludable, con el fin último de que sean sujetos funcionales en el ámbito familiar y social.
Disciplinar a los niños y jóvenes a su cargo es la manera idónea para lograr este objetivo. No obstante, cuando los padres se divorcian puede tener problemas para lograrlo de manera adecuada, ya sea porque no saben cómo disciplinar o porque creen que disciplinar sólo es propinar castigos.
Entonces los niños son quienes experimentan las consecuencias de esta falta de disciplina. Todavía más, su mal comportamiento será también un llamado de atención para que los padres pongan esos límites tan necesarios en su desarrollo.
Conflictos al disciplinar a los hijos tras el divorcio
Si educar en pareja es complicado, educar de forma individual es aún más difícil, sobre todo porque también los niños podrían intentar manipular a ambos padres para sacar alguna clase de ventaja.
“Mi mamá sí me deja comer en la sala frente a la tele”. Una expresión como ésta por parte de los hijos hará que el padre se pregunte si él también debe dejarlos comer frente a la tele o, incluso, si realmente la madre se los permite.
Antes los padres podrían comunicarse al respecto y tener una norma común respecto a los hábitos de la hora de comer; pero ahora quizá la comunicación es más complicada, los acuerdos tal vez no se logren apropiadamente y los padres tengan que establecer normas por separad que incluso se contrapongan entre sí. De ahí el riesgo de que la disciplina pueda relajarse en uno o ambos lados.
Eso hace probable que, al separarse la pareja, cada uno quiera tener un modelo propio de disciplina, generalmente el que tuvo en su propia casa.
Educar como nos educaron no es opción
Esta podría ser la solución para quienes dudan sobre la disciplina que deben imponer a los hijos. Y es que para nosotros las cosas han salido suficientemente bien como para repetir los métodos que ejercieron nuestros padres: repetimos los patrones sin pensar que nuestros hijos se enfrentan a mundos diferentes y necesitan mayores conocimientos para luchar contra la influencia de la sociedad.
Debemos, además, estar conscientes de que cada niño es distinto y lo que sirve para uno, puede no ser útil para otro, aunque sean hermanos.
Disciplinar no es castigar
Los padres que han pasado por un divorcio relajan también la disciplina porque han aprendido —quizá por su propia experiencia— que ésta es igual a castigar. Entonces consideran que, si los hijos han sufrido tanto con el divorcio, para qué hacerlos sufrir más con los castigos. Lo cual, por supuesto, es erróneo.
Para evitar este error hay que considerar que la disciplina es educar, es fomentar y reforzar conductas apropiadas para poder desarrollarse sanamente y convivir en sociedad, y restringir o corregir las acciones inapropiadas o perjudiciales.
Recordemos también que la disciplina nos enseña a distinguir el bien del mal, que nuestras conductas tienen consecuencias y que debemos asumirlas.
Al disciplinar permitimos que los niños adquieran autocontrol, sean tolerantes a la frustración y adquieran responsabilidad.
Sin las reglas que definan estas conductas la vida de las personas se vuelve caótica, entonces los niños comienzan a sufrir. Ante el caos del divorcio, la falta de estructura y límites, aumenta la desorganización de todos los miembros e Incrementa la inseguridad de los hijos.
Influencia de las emociones de los padres
La ansiedad que causa la separación de la familia y el tener que hacerse cargo de los hijos de forma individual es también un elemento de conflicto al establecer métodos disciplinarios para los niños. Es un momento que se vive inestabilidad emocional intensa, necesidad de reorganizar la vida, gestiones económicas nuevas, etc.
Esto genera una gran tensión, la cual puede hacer que los padres enfrente el comportamiento desafiante de los hijos (propio también después del divorcio) con ira y agresividad.
Los padres pueden desquitar sus propias emociones con los hijos, a través de gritos, insultos, golpes o, por el contrario, ignorándolos o evadiendo la responsabilidad con el fin de evitar el conflicto. Asimismo, buscando menos momentos de tensión y pleito podrían ser más permisivos. Todo ello perjudicando el desarrollo y la salud emocional de sus hijos.
Lo que los padres deberán hacer es aprende a gestionar sus propias emociones y, si es necesario, acudir con un terapeuta para solucionar lo que ellos sienten y evitar transfundirlo a sus hijos.
La competencia entre los padres
De igual manera, los celos y la competencia que se puede dar entre ambos padres será un factor que determine las maneras de disciplinar de cada uno. Con frecuencia, los padres que se están divorciando compiten por el cariño de sus hijos.
Se sienten solos y rechazados y temen que sus hijos también los abandonen, por lo menos emocionalmente, prefiriendo al otro padre. Esto hace que quieran ser siempre los “buenos”, por lo que permiten casi todo. La falta de disciplina provoca inseguridad en los hijos y problemas mayores a largo plazo.
Como observamos, el conflicto detrás de las dificultades de disciplinar a los hijos después del divorcio está en la percepción de los padres frente a su propia realidad. Cómo se siente frente a la ruptura, cómo es ahora la relación con la ex pareja, qué tanto tiempo están con los hijos en esta nueva etapa.
Asimismo, se requiere un ejercicio de honestidad en el reconocimiento de las emociones propias y su gestión utilizando herramientas de inteligencia emocional, empatía y asertividad.
Luego de ello, cualquier modelo educativo que cada uno de los padres elijan, deberá estar basado en la confianza, el afecto y la comprensión hacia los hijos, con límites en positivo: sin gritos, golpes, insultos o prácticas que atenten contra su dignidad y autoestima.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA DE FAMILIA