Acéptate, pero no te resignes es la proclama que hoy en día debemos seguir, y para ello aprendamos a diferenciar ambos conceptos.
Frente al movimiento body positive nace ahora una postura llamada body neutrality, la cual cuestiona el, aparentemente obligado, amor que le debemos a nuestro cuerpo por ser tal como es.
La neutralidad corporal no busca ni celebrar ni estigmatizar el cuerpo, sino verlo como algo neutro. Aceptar nuestro cuerpo tal y como es, sin obligarnos a amarlo. Y así decir adiós a las expectativas. Se trata de subrayar la importancia de sentirse bien más allá del verse bien partiendo de la premisa de que es normal tener momentos en los que seamos más críticos con nosotros mismos.
Pero al margen de estos movimientos concentrados en el cuerpo, cabe hacer una reflexión respecto a la aceptación versus la resignación, pues parecería que aceptar es una forma pasiva de asumir incluso aquello que podemos cambiar a través del amor y la compasión. Se puede confundir con la resignación.
No te resistas al dolor
Frente a los desafíos de la vida, podemos asumir una de dos posturas: la aceptación o la resignación. Dependiendo de cómo se asuman los hechos será el posicionamiento que tengas. Aunque quizá uno te lleve a sufrirlo más que otro.
Una de las actitudes frecuentes ante la adversidad es la resistencia, pero si nos resistimos al dolor el sufrimiento es mayor. Y es que aquello a lo que nos resistimos generalmente persiste con más fuerza. Nada conseguimos al oponer resistencia, a final del día el poder de cambio de las cosas es profundo y perseverante.
De tal forma, el sufrimiento es el resultado de nuestra resistencia al dolor. Ante ello tendemos a resignarnos en vez de aceptar lo que sucede tal como es.
La resignación impide el crecimiento
La resignación es una forma pasiva de afrontar la realidad, es una predisposición a tomar como imposibles las mejores por las que podemos trabajar. Esta nos lleva a buscar excusas para no esforzarnos hacia la mejora de nuestra realidad, es un pretexto para permanecer inmóviles y sin luchar.
Esta actitud nos deslinda de responsabilidades porque asumimos que “así son las cosas y no hay nada que pueda cambiarlas”.
Siguiendo con el ejemplo del body positive mal entendido, la resignación sería asumir que se tiene un cuerpo que no nos gusta pero que no podemos hacer nada para cambiarlo y comenzamos a descuidarlo, en vez de tratarnos con amor y autocuidado.
Quien vive desde la resignación se limita a centrar su atención en los límites, en lo malo. Ello marca una tendencia a la inacción y por ende a la incapacidad de equivocarnos (porque no hacemos nada al respecto), sin acción o sin error no hay aprendizaje posible. Sin aprendizaje solemos estancarnos en una zona de confort sin crecimiento.
La resignación hace que la adversidad nos reste motivación por el malestar que nos causa, nos resta energía porque nos resistimos y nos duele, nos deja indefensos ante el sufrimiento. Quien se resigna se abandona, pierde su poder y retrocede en su vida.
Con esta actitud se asume el papel de víctima y con ello se desvincula de la responsabilidad dejando a otros o al destino como responsables de la propia vida.
La aceptación nos libera
Otra forma de afrontar la adversidad es a través de la aceptación, el aprobar y validar un cauce acerca de lo sucedido y toma una decisión al respecto. Es una postura activa ante los acontecimientos, por muy incómodos que nos sean.
En la aceptación se puede encontrar el sentido y propósito de cualquier experiencia a la que nos enfrentemos. Encontrar un “para qué” la vida nos pone ante tal situación es la esencia de la aceptación.
Cuando aceptamos iniciamos un proceso de transformación, pues nos permite adentrarnos en un camino de entendimiento para, desde ahí, resignificar lo acontecido y darle un sentido al nuevo desafío.
Aceptamos cuando entendemos, no sólo desde el punto de vista mental, sino desde la consciencia, lo que hay para nosotros en la experiencia vivida, incluso si se trata de atravesar por el dolor (pero lo haremos sin resistencia).
Aceptar para ser más resilientes
Vivir los hechos a través de la aceptación disminuye el dolor porque nos hace capaces de distanciarnos y mirar con mejor perspectiva la situación. Ahora observamos no sólo lo malo sino las condiciones generales y podemos afrontarlas con resiliencia, superando así la crisis y dando una oportunidad al crecimiento.
Por otra parte, debemos aclarar que la aceptación no es evadir la realidad, sino reconocer su existencia de forma objetiva, abrazar el conocimiento, el aprendizaje y las nuevas experiencias que nos enriquecen y aportan crecimiento. Igualmente, aceptar no significa justificar las situaciones.
Finalmente, la aceptación nos libera, porque nos ayuda a soltar y continuar, sin responsabilizar a nadie más que a nosotros mismos y, por ende, a no depender de nadie.
Logra la aceptación, pero no te resignes
Para aprender a aceptar puedes analizar la situación respondiendo preguntas como éstas:
- ¿Para qué me sirve esta experiencia?
- ¿Qué viene a enseñarme?
- ¿Qué es lo que aún no puedo ver de esta situación?
- ¿Cómo puedo contribuir en una forma más positiva?
- ¿Qué pequeña acción puedo encarar para abrirme a mayor aceptación?
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA