La ropa nos hace felices sólo cuando nos hace sentir cómodos físicamente, pero también cuando, al vestirla, nos hace sentir cómodos y acordes con nosotros mismos. No te pierdas este artículo en el que te cuento qué aporta la ropa a nuestra vida interior.
Hace unos días publiqué en Facebook un post con un dato que me pareció interesante: de acuerdo a la Asociación Americana de Ortopedia, cuando usamos zapatos cómodos nuestro ánimo es mucho mejor que cuando nuestro calzado nos impide sentirnos bien. Usar los zapatos adecuados, dice la AAO, nos hace felices.
Por supuesto, esto no es como los zapatos rojos de Dorothy —la niña del Mago de Oz— que, solo de portarlos se produce la magia y somos felices. Pero es bastante lógico que, si los zapatos nos lastiman, nos provocan dolores y afectan nuestra salud, muy seguramente estaremos de mal humor e incluso desgastados emocionalmente por el dolor.
Al contrario, la comodidad en el vestir promueve estados emocionales mucho más placenteros y, por qué no, nos hace sentir felices. También elegimos la ropa que usamos según la manera en la que nos sentimos y también influye lo que buscamos expresar a los demás, la personalidad que queremos proyectar se nota en la selección de prendas que hacemos.
Con el fin de entender este proceso, se habla en términos de psicología de la ropa, la cual presenta múltiples teorías. Y es que la ropa con frecuencia es como una segunda piel, que pone en evidencia y expresa lo que sentimos; pero también dice lo que nos gusta, en lo que creemos, habla de nuestro estilo de vida y estados de ánimo que atravesamos. Si no fuese así, vestiríamos siempre igual.
Una investigación en la Universidad de Northwestern reveló la importancia de algo llamado “cognición investida”. Ello se refiere a la influencia que las prendas ejercen sobre quienes las usan, y subrayan que no hay que vestirse como uno se siente sino como nos gustaría sentirnos.
Queda más que demostrado que elegimos las prendas que usamos de acuerdo a como nos sentimos, pero si la ropa tiene tanta influencia en nuestro ánimo, el estudio nos propone justamente que hagamos que la ropa favorezca nuestro estadio emocional. Si al estar decaídos nos ponemos unos pantalones que nos ajustan mal y una camisa demasiado holgada, tal vez nos veremos poco agraciados y nos sentiremos aún más decaídos; si por el contrario ante la desazón usamos prendas de colores alegres y que destaquen nuestros mejores atributos, seguramente el ánimo mejorará.
Otro estudio, éste de la Universidad de Hertfordshire, confirma que las mujeres visten llamando la atención, con más complementos, cuando tienen una estima y felicidad elevada. Pero, por el contrario, cuando su estado de ánimo empeora, los accesorios y los colores pierden en atractivo.
Según esta investigación, cuando las mujeres no están felices se decantan por no llamar la atención y eligen atuendos más discretos. En cambio, cuando son más optimistas deciden usar sus prendas favoritas, complementos y zapatos que les permitan darse a notar.
La forma de vestir identifica en gran parte a las personas, surgiendo así un gran poder psicológico.
Ciertamente hay muchas maneras en que la ropa influye en nosotros, especialmente en nuestra seguridad. Consideremos que la ropa debe satisfacer una necesidad básica como lo es es protegernos de los elementos del entorno. Ello debería ser suficiente para vestir de acuerdo al clima, al contexto —campo, ciudad, pueblo, etc.— y elegir los materiales acordes, las formas de un calzado que cuide el pie, etc.
Pero la protección y la seguridad no son suficientes para dictar nuestras elecciones; no sólo elegimos vestimenta de acuerdo al clima sino también por razones como la moda, los estándares sociales y el estado de ánimo.
La ropa más allá de protegernos, es una convención social cargada de lecturas simbólicas, y estamos culturalmente condicionados a vincular ciertas prendas a determinadas interpretaciones. Un vestido negro es elegante, un atuendo escotado es sensual e incluso atrevido, una camisa roja es de personas extrovertidas (como vemos, además del tipo de ropa influye el color). Esto tiene realmente un poder para definir y/o cambiar lo que pensamos.
Los diferentes tipos de ropa nos brindan diferentes tipos de sensaciones y emociones. Nos hacen sentir respetables, nos dan confianza, fiabilidad, seguridad en uno mismo… y otras tantas sensaciones gratas. Por el contrario, un mal outfit nos hace sentir avergonzados, con baja autoestima, inconformes con nuestra imagen personal o, incluso, incapaces de adaptarnos a la situación.
Hay muchas maneras en que la ropa influencia la manera en que nos sentimos, especialmente por cuestiones simbólicas. Por ejemplo, las tribus urbanas como los punks o los skates, tienen prendas básicas que los suelen identificar entre ellos y entre diferentes grupos; producen etiquetas. Vestir una prenda “etiquetada” como una tendencias o temática nos llevaría a comportarnos de manera acorde al grupo que la viste, aun cuando no pertenezcamos a éste.
Es como considerar que sólo las mujeres usan falda y cuando un hombre se pusiese una falda, inmediatamente tendría que actuar y hablar como mujer. O como cuando nos disfrazamos…
Una prenda de vestir puede conectarnos, también, con nuestros recuerdos, llegando a desencadenar sentimientos asociados a esos recuerdos. Si nos ponemos una prenda asociada a experiencias felices anteriores, desencadenará recuerdos positivos que, a su vez, desencadenarán las mismas respuestas emocionales positivas.
No es gratuito que hoy vivamos las tendencias retro incluso en la moda, es la moda de nostalgia que evoca tiempos “mejores” a través de la vestimenta.
¿Qué aporta la ropa a nuestro mundo interior?
Seguridad: las prendas apropiadas nos hacen sentir aceptados y acuerdo con el entorno, encajamos bien y difícilmente seremos rechazados socialmente.
Versatilidad: especialmente en la adolescencia, cuando se está definiendo la personalidad del joven, la ropa permite crear diversas alternativas para encontrar con la que más agusto se encuentre.
Creatividad: hacer combinaciones de piezas de vestir para vernos “únicos” con, básicamente las mismas prendas que todos nuestros conocidos tienen, porque frecuentan las mismas tiendas y usan la misma moda, nos permite desarrollar un sentido de creatividad para darle el toque personal a cada outfit.
Autoestima: si te ves bien, te sientes bien. Elegir una vestimenta que destaque nuestros atributos, y minimice lo que consideramos defectos nos da un sentimiento de valía, porque nos gusta cómo nos vemos y es más fácil que nos aceptemos a nosotros mismos.
Renovación: cuando hemos pasado un momento difícil, algún duelo o rompimiento con la pareja, llega un momento en el que decidimos renovarnos y el famoso “cambio de look” implica cambiar el guardarropa para concebir una nueva versión, mejorada, de nosotros mismos.
Libertad: poder elegir la vestimenta en la que nos sintamos cómodos y podamos expresar nuestra manera de ser es una forma de libertad que enriquece nuestra vida cotidiana.
Finalmente, usa sólo la vestimenta que te hace sentir bien y auténtica/o. Desecha o regala la que esté cargada de connotaciones negativas, como aquellas piezas que usabas el día que terminaste tu relación o que perdiste un empleo.