La culpa en el proceso de duelo es frecuente, no siempre fácil de manejar si, especialmente, no se habla de ella.
Entre todas las emociones que se viven durante el proceso del duelo, la culpa tiene un papel importante. Esta se manifiesta a través de pensamientos negativos y repetitivos que dañan la autoestima una y otra vez, generando malestar emocional, angustia, insomnio, falta de concentración o sentimientos de arrepentimiento.
Cuando esta emoción se instala y se bloquea, se convierte en el centro del proceso de duelo, complicando su elaboración y convirtiéndose en una de las emociones más difíciles de abordar en la psicoterapia.
Es por ello que hay que nombrarla y gestionarla adecuadamente, pues de lo contrario puede volverse una aflicción profunda, determinada por factores educacionales, culturales, religiosos, familiares y personales.
La culpa en el proceso de duelo
La culpa puede vivirse como un autocastigo (a veces creyéndose merecido), por algo que tal vez se considera no se hizo bien, o no se hizo lo suficiente, frente a la pérdida de un ser querido.
En el duelo, la culpa se relaciona con algo que ha ocurrido y que el doliente considera irreversible. Este sentimiento viene acompañado de angustia, irritabilidad y tristeza. La autoimagen de la persona en duelo se resiente y el pensamiento está ocupado principalmente por los hechos concretos por los que se culpabiliza el doliente.
Causas del sentimiento de culpa
La culpa puede sentirse por diversas causas, algunas de ellas:
- Haber dejado para mañana muchas cosas que dimos por hecho que iban a vivir, pero que al final no se llevaron a cabo.
- No haber valorado todo lo que nuestro ser querido nos dio y tenía para darnos y que por nuestra involución no supimos apreciar.
- Haber callado todo lo que sentíamos a un ser querido y que pensamos que en algún momento más lo podríamos hacer, pero murió antes de que nosotros lo hiciéramos.
La culpa es frecuente por lo que omitimos en vida
- Por no haberle reconocido todo lo que hizo, todo lo que pudo haber brindado en amor, ayuda, comprensión, cuidado, etc.
- Ignorar que las personas trascienden y no haber sido totalmente consciente de valorarlo en vida y entonces el ser querido partió y ahora existe un sentimiento de culpa por no haber entendido o querido entender que existe la finitud.
- Por no haber abrazado al ser querido, ya que a veces nos cuesta trabajo demostrar el amor que sentimos y entonces a su muerte nos sentimos culpables.
- Omitir el perdón. Muchas veces las personas pierden seres queridos a quienes debieron perdonar, pero por orgullo no lo hicieron.
- La ingratitud es otra causa de culpa. No haber agradecido todo lo que hizo esa persona, y dejarlo para un momento que ya no llegó jamás.
Extrañar al ser querido que ya no está genera culpa
En ocasiones, la culpa que aparece en el duelo se sustenta en ideas irracionales pero muy extendidas, como: “A él no le gustaría que sufrieras” o “Si no lo superas, no dejas descansar al fallecido”. Esta clase de afirmaciones favorecen que el doliente se sienta culpable por no superar rápido su dolor, o por llorar, o por sentirse triste.
La culpa del superviviente
A medida que se desarrolla el proceso de aceptación y asimilación de la pérdida, se van disipando la sensación de culpa, o los autorreproches que el doliente se hace por disfrutar, o por volver a hacer cosas que se habían dejado de lado tras el fallecimiento del ser querido, incluido el sentimiento de culpa por seguir viviendo.
La culpa del cuidador
La sensación de no haber hecho lo suficiente es constante en el doliente, principalmente en el cuidador principal (en casos de enfermedad). La duda de si podría haber hecho algo más o de si estuvo a la altura, puede abrumar al doliente durante los primeros momentos del duelo.
Es importante poder entender la culpa, nombrarla y ordenar las ideas al respecto. Saber perdonarse, comprenderse, tener compasión con uno mismo; tratarse a sí mismo con empatía, entendiendo que somos seres humanos en evolución y crecimiento, y que no podemos controlarlo todo.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA