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¿Estoy siendo una buena madre? Una pregunta que todas las mujeres con hijos se han hecho y que no tiene una respuesta única, pero sí que genera temores sobre si se está teniendo éxito o no. Para ello te daré algunas claves que pueden ayudarte a tener algunas certezas.

Tanto previo a la maternidad como durante el proceso de la crianza, e incluso ya cuando los hijos han crecidos, las mujeres suelen experimentar el miedo a no ser una buena madre.  

Para las primeras, esto puede inhibir el deseo de tener hijos y para quienes se encuentran en el proceso de embarazo puede generarles altas dosis de ansiedad.  

El miedo a no ser una buena madre es normal, porque con la maternidad viene una gran responsabilidad que es criar una vida y hacer de ésta una persona plena y feliz.  

Pero el nivel de exigencia que se impone a las mujeres es altísimo, la sociedad espera ver cumplido en las mujeres el modelo de la madre perfecta, un molde inalcanzable.  

Miedos en la Maternidad

Asimismo, todo mundo tiene una opinión respecto a lo que hay que hacer para cuidar “bien” de una criatura. Desde el pediatra hasta las maestras de la escuela, pasando por la suegra y las tías, mucha gente quiere decirte cómo cuidar de tus hijos. Eso puede causar terror, frustración y angustia especialmente si se es mamá “primeriza”.  

Uno suele hacer caso a los expertos, desde nuestra propia madre que fue el modelo directo de maternidad, hasta los médicos y profesionales de la educación; sin embargo, también hay un instinto que entra en juego y que puede ser la mejor dirección que se puede tomar.  

Sin embargo, el miedo está latente, y las madres sufren el no tener la certeza de si lo están haciendo bien o no. Un cuestionamiento que tal vez dure toda la vida, porque así es esto de criar a otro ser.  

Pero no hay que obsesionarse con esa idea de la madre perfecta, pues en realidad no existe en la tierra un manual de cómo serlo y tener éxito.  

El resultado depende del temperamento y decisiones de tus hijos, claro que fundamentados con lo que tú le hayas inculcado en todas las áreas de la vida: espiritual, emocional, físico y social, además de lo académico o profesional. 

Gestionar el miedo 

Ante la maternidad, y cualquier otra situación de la vida, es importante aprender a manejar nuestras emociones. Gestionar el miedo cuando se está ante un pequeño que depende totalmente de nosotros puede no ser fácil, por ello acudir con un profesional es lo más apropiado.  

Lo que puedes hacer:  

  • Identifica la razón de tus temores, dales nombre y exprésalos.  
  • Cuestionar las razones de tu miedo no te quitará de inicio el temor, pero te ayudará a ver la problemática con una mejor perspectiva y claridad. E incluso con posibles soluciones. 
  • Analiza tus ideas sobre la maternidad y que tanto te has autoimpuesto ciertas exigencias.  
  • Considera que no eres la única madre con temores, habla con otras madres y comparte tus emociones.  
  • Revisa la relación que has establecido con tus hijos, y cómo responde ellos a ti.  
  • Analiza qué tan tranquilos y plenos ves a tus hijos.  
  • Si tu miedo te supera, no dudes en consultar a un experto en manejo emocional. 
  • Un psicoterapeuta, una orientadora de crianza, el pediatra, los maestros de tus hijos, otras madres… ármate de un equipo de profesionales que puedan servirte de apoyo. 

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Los miedos de una madre 

Como he dicho en párrafos anteriores, una madre no está sola con sus miedos, otras también los tienen o los han tenido. Entre estos miedos se encuentran muchos en los que ella no pueda ser capaz de prevenir daños irreparables a sus hijos. 

  • Cuando el bebé duerme por primera vez solo. 
  • Que pueda conocer alguna persona que le haga daño o abuse de sus hijos. 
  • Que pueda desarrollar alguna enfermedad grave o terminal. 
  • Algún desastre natural que pueda separarlos. 
  • El que a ellas pueda pasarles algo y los niños se queden solos. 
  • Que por alguna razón sus hijos no se amen a sí mismos. 
  • Que no puedan lograr ser independientes. 
  • Hay un temor a que no puedan cumplir sus sueños. 
  • Que los hijos no puedan ser felices. 

¿Qué hago para ser una buena madre? 

No hay una respuesta única para esta pregunta, como ya he dicho antes. No hay recetas, ni mandamientos que amolden a todas las relaciones entre madres e hijos. Pero sí podemos tener algunas claves de lo que puede ayudarte a guiar a tus hijos con mayores certezas y tener una mejor relación con ellos. 

  1. No lo sobreprotejas. Suele pasar que las madres angustiadas y temerosas tienden a sobreproteger a los hijos. Evitan que los hijos se expongan a la vida real, se vuelven madres controladoras y dominantes, que terminarán intoxicando la relación. Además, los hijos pierden autoestima y se inutilizan.  
  2. Enséñale a resolver problemas. Si tu preocupación es que tu hijo no pueda ser autosuficiente, debes dejarlo enfrentar los problemas por sí mismos. Esto tiene que ver con el punto anterior. Sé una guía, dale herramientas según la edad, mas no hagas las cosas en su lugar. 
  3. Déjalo que se equivoque. Pequeños o grandes todos nos equivocamos, así que es mejor que enfrente errores y frustraciones desde temprano. Acompáñalo en el proceso y hazle saber que sólo fue un error, pero que puede tomar lo aprendido para superarse.  
  4. No lo juzgues. Si quieres ser una madre que apoye la autoestima de sus hijos, no los juzgues ni los compares, no les pongas apodos ni sobrenombres. 
  5. Pon límites. Marcar límites y poner normas es el mayor acto de amor de los padres hacia sus hijos. Recuerda que los límites son positivos para los niños y para su bienestar futuro. Por supuesto estas normas deben ser coherentes, claras y sencillas, deben ser iguales para todos y los padres deben dar el ejemplo.  
  6. Escúchalo de forma activa. No basta oír lo que los hijos dicen, hay que practicar la escucha activa. Esto significa que no solamente debes prestar atención a tus niños intentando comprender lo que te dicen, sino también lo que sienten. Es decir, hay que atender tanto al componente emocional (sentimientos, emociones, sensaciones, etc.) como al componente racional (ideas, creencias, conocimientos, etc.).  
  7. Valida sus emociones. Evita negar sus emociones. Por el contrario, ayúdales a gestionarlas de la mejor manera. La validación emocional es un proceso de aprendizaje, comprensión y expresión de la aceptación de la experiencia emocional de otra persona.  La validación emocional hará que demuestres que le entiendes (aunque no siempre estés de acuerdo) y, por tanto, se sentirá más cómodo a la hora de decir cómo se siente. 
  8. Establece lazos de confianza. La confianza es fundamental en la relación padres e hijos. Sin buscar ser sus amigos, ya que tú eres la autoridad, permite que confíe en ti. No rompas tus promesas, dale independencia y déjalos tener una identidad propia.  
  9. Déjalos que se expresen (a su propio estilo). Permite que manifiesten sus ideas, sus deseos y sus emociones. Las emociones no desaparecen si las reprimimos, sino todo lo contrario, puedes pueden llegar a expresarse sin control. 
  10. Comparte tu experiencia con empatía. Háblales de ti y de tus vivencias, especialmente como una herramienta para expresar y compartir emociones, para desarrollar inteligencia emocional. 

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Los padres siempre tendremos alguna clase de temor respecto a nuestro éxito en la crianza; pero unas buenas bases y fundamentos que generen vínculos de confianza nos ayudarán a gestionar nuestros miedos.  

JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA FAMILIAR 

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