Está bien no estar bien es, más allá del título de una serie coreana, una realidad que nos permite experimentar plenamente todas nuestras emociones.
Hay una ola de positivismo en las redes sociales que nos impulsa a estar bien siempre, sin reflexión y casi como una especie de imposición. Hace algunas semanas escribí aquí mismo respecto a una especie de moda emocional que insta a “vibrar alto”, ver el lado positivo, elegir tus batallas y no enojarte, etc.
Sí, está bien buscar el bienestar personal a partir de un cambio de paradigmas y transformación de nuestras creencias limitantes, ser agradecidos y recuperar lo mejor de cada día.
Pero no siempre es posible y también está bien estar mal. Así como tenemos derecho a la felicidad y ésta puede ser transitoria, también tenemos derecho a la tristeza o frustración, igualmente en carácter temporal.
Es importante hablar de ello, pues a veces la presión social sobre nuestro estado de ánimo es mucha, la información que recibimos del exterior puntualiza que optes por la alegría y evites el enojo o el desánimo. Sin embargo, todas las emociones son valiosas e importantes para nuestra adaptación a cada situación.
Está bien no estar bien
Emociones como la tristeza, ira, envidia o la culpabilidad no deben anularse, evitarse o silenciarse. Tampoco debemos dejarlas pasar lo más rápido posible. Si no lo hacemos con la alegría, ¿por qué sí con la tristeza o el enojo?
Lo importante es que la experiencia emocional, a) no nos causen daño y b) no causen daño a los demás. Si nos enojamos, está bien; lo que no está bien es insultar, golpear o agredir a otras personas por ello.
No obstante, la presión del exterior nos lleva “renegar” de las emociones incómodas. Lejos de aceptar nuestras emociones, las intentamos negar, ignorarlas o, peor aún, nos molestamos con nosotros mismos por sentirlas. Como resultado, el estado de ánimo empeora y el proceso de gestión emocional se prolonga.
Cuánto más negamos una emoción, menos control tenemos sobre ella y más difícil se nos hace saber cómo manejarlas. Cuánto más las tapamos más acaban por desbordarnos.
Por el contrario, aceptar las emociones, comprenderlas y darles cause resulta mucho más enriquecedor, pues nos permiten conocernos, identificar nuestros límites y nuestras herramientas de gestión emocional.
Las emociones cambian
La paciencia y la autocompasión serían las herramientas más importantes en la etapa de no estar bien. Ellas no permitirán “darnos permiso” de sentir, de bajar la guardia, de hacer un alto, al mismo tiempo nos protegerán de una presión innecesaria.
Asimismo, consideremos que las emociones son cambiantes de un momento a otro, ajenas a nuestra voluntad, lo que nos quita control sobre nuestra existencia. Por ello, es más útil que no las elegimos, que surgen como mecanismo de adaptación y que van a transitar.
Lo que sí podemos es decidir qué hacemos y las medidas que tomamos para regular nuestro comportamiento a partir de lo que sentimos.
Las emociones positivas son importantes y es bueno cultivarlas de manera habitual por medio de nuestros comportamientos y pensamientos. Pero también es relevante y esperable sentirnos mal en distintas situaciones.
Una persona con emociones negativas no es una persona tóxica, débil ni mala, es simplemente una persona humana que reacciona a su medio ambiente.
Date permiso para descansar, para disfrutar o para expresar tus emociones a personas que sepas que van a escucharte sin juzgarte, pues lo normal es no estar al 100% en todo momento y circunstancia.
ALERTA: Eso sí, si las emociones negativas son extremas, duran mucho en el tiempo o no se ajustan a tu situación particular, puedes pedir ayuda profesional para aprender estrategias para mejorar el ajuste entre tus emociones y tus circunstancias, o sencillamente para mejorar tus circunstancias.
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