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De pronto las cosas no han salido como esperabas, ¿error o fracaso? ¿Qué fue lo que pasó?

Los resultados adversos de nuestras decisiones y acciones suelen hacernos sentir terrible, con una sensación de abatimiento, enojo, incluso vergüenza frente a las expectativas o el que dirán de los otros.

¿Quiere decir ello que, luego de las consecuencias adversas conseguidas, hemos fracasado y no hay más qué hacer? ¿Cómo asumir estos resultados si sólo hemos tomado una mala decisión aun lo mucho que nos agobia? Hemos cometidos errores o hemos fracasado.

Los resultados de nuestras acciones acarrean consecuencias que no siempre son como esperamos, y ello nos hace sentir fracasados, aunque a veces hayan sido errores de los cuales sería mejor aprender que tomar una actitud derrotista. Por ello hablemos hoy de la diferencia entre error y fracaso. 

¿Error o fracaso?

Errar —ya lo dicen— es intrínsecamente humano. La palabra proviene del latín “errare” que significa fallar o equivocarse. Ello se desprende de que cada acción que cometemos está sujeta, de cierto modo, a un momento experimental del cual se da una consecuencia no deseada de forma accidental no premeditada.

Si bien no ha habido voluntad en el acto de errar, y puede ser imprevisto, un error puede ser también consecuencia de una negligencia o una toma de decisiones arrebatada por motivos emocionales. Ello es lo que nos lleva a un resultado adverso, más un error se convierte en un fracaso cuando se repite varias veces sin aprender de él.

El error nos ubica en el camino del intento, aunque ello no resulte como esperáramos; pero tiene que significar también un camino de aprendizaje y mejora.

La inexperiencia o falta de conocimiento, la inmadurez y nuestro ego, así como diversos factores psicológicos que están latentes en nuestro subconsciente, nos pueden llevar a cometer esos errores; por lo que el primer paso para corregirlos o sacar algo bueno de ellos es conocernos y reconocer aquello que nos ha llevado a cometer dichas equivocaciones.

Faltar a la honestidad y omitir esas razones por las que se ha errado nos llevan, por el contrario, en el camino del fracaso, además de las consecuencias que en sí mismo lleva ya el error, incluso hacia nuestras relaciones emocionales con los demás.

No reconocer que nos hemos equivocado y cuáles son las motivaciones, con miras a aprender del error y mejorarnos, puede llevarnos al fracaso.

Muchos hablan del miedo al fracaso, por eso suelen no continuar hacia los objetivos deseados, temen no obtener el éxito buscado e incluso les atemoriza cometer errores. Pero el fracaso en realidad es rendirse, renunciar a la acción, evitar tomar decisiones; es la inacción, la parálisis frente al futuro. 

El fracaso es perder la voluntad para hacer algo mientras que el erro, aun siendo una decisión personal, nos debe impulsar a la mejora. El fracaso nos impide levantarnos y salir adelante. Es una decisión interior que se sustenta en el miedo “al fracaso”, pero que en realidad es temor a ser juzgados por otros, al rechazo, a la pérdida de la comodidad o la llamada zona de confort (emocional, social o monetaria, etc.).

Si vemos sólo fracaso, nuestras emociones son negativas y sólo servirán para ponernos a la defensiva o bajo una actitud depresiva de abulia y apatía, lo que no suma nada ni nos pone frente a nuevos retos. Nos impide crecer y avanzar.

En cambio, cuando nos enfrentamos al erro o al fallo de forma positiva, podemos producir aprendizaje que sirva para afrontar nuevos retos con grandes posibilidades de éxito, pues habremos corregido y evitado nuevos errores.

Superar el error

Para aprender del error y superarlo debemos analizar lo que nos llevó a actuar de tal forma en que lo hicimos. Conocer cuáles fueron nuestros motivos para esas acciones, cuál fue el aprendizaje final. Será importante preguntarnos si volviéramos a estar en la misma situación qué haríamos distinto, qué haremos si nos vuelve a pasar.

Superar el error nos impide temer al supuesto fracaso, nos evita sentirnos paralizados frente al futuro e incluso librar miedos subconscientes frente a nuestro propio éxito.

Perdonar el error

Uno de los factores que nos puede llevar al fracaso es que no sepamos perdonar nuestro error, por miedo al ridículo, al juicio ajeno o porque tengamos una personalidad perfeccionista. Por ello hay que trabajar en el autoperdón, impulsar una conciliación de nuestro error con nuestras creencias y valores.

Implica también trabajar con nuestra autoestima que se pudo ver lastimada ante el resultado adverso o que previamente la dejamos tomar decisiones impulsada por la inseguridad o la vanidad. No reconocer y acepar el error para cambiarlo es una cuestión que va de la mano con un ego mal entendido o un orgullo desmedido. El fracasado es quien comienza a culpar a los demás de sus errores. 

 

 

JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA

 

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