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Si nos preguntamos qué emociones se experimentan en el divorcio, ciertamente la respuesta puede depender de cada uno de los individuos que atraviesan por el difícil proceso de finiquitar una relación amorosa. Sin embargo, ya sea unos y otras, al atravesar por este trance la mayoría de las personas experimentan emociones similares que podemos determinar en las etapas emocionales del divorcio.

Gran parte de las parejas que deben divorciarse, por los motivos que sean, atraviesan estas cuatro etapas:

1. Crisis y Shock

Antes de tomar la decisión definitiva del divorcio muchas parejas ya viven un distanciamiento e incluso una separación emocional. Sin desear hacerlo consciente, se sabe que el matrimonio no está bien y, aunque se esfuerzan en mantener la relación, la ruptura es inminente. Es momento de tomar la decisión y puede ser que ésta llegue sólo de alguno de los dos: ¡quiero el divorcio!

Si uno de los dos ha tomado la iniciativa de proponer el divorcio, y el otro aún quería luchar (por conflictiva que fuera la relación) o ni siquiera se esperaba esta resolución, el dolor puede ser tan intenso que comenzará, como en el duelo, una etapa de negación e insensibilidad que le protege del sufrimiento.

“Quien recibe la propuesta de divorcio, inesperadamente, se siente aturdido o anestesiado emocionalmente y nada le parece real”: Silvia Russek

Una vez pasado este momento de trance, se comienza a asumir la realidad, aunque hay una tendencia a restarle importancia. Incluso puede volver la esperanza de restablecer la pareja.

Durante este periodo las personas se pueden sentir fuera de control, incapaces de asimilar del todo la situación, a veces apesadumbradas y otras, en la negación, optimistas porque se puede creer que todo esto pasará y él o ella volverán.

Tal vez se sufra de insomnio, problemas de memoria y haya alteración de los hábitos de alimentación, ya sea que se deje de comer o se coma demás.
Cada quien vivirá esta etapa a su manera y a su ritmo, no hay un tiempo límite o un número de síntomas específicos.

2. Caos Emocional

Es el momento en que se empieza a ver la realidad más tangible, se va considerando que el matrimonio (el amor, las ilusiones y las expectativas que se tenían) se han terminado. Es momento de ir tomando en cuenta todo lo que ello significa el divorcio, desde lo económico hasta lo emocional, familiar e incluso nuestra vida social.

Hay un reconocimiento de la pérdida de todo esto que se invirtió en el matrimonio, como los sueños, el dinero, la rutina y el tiempo compartido, etc. Así también se advierten los cambios que se avecinan, comenzando con ¿quién se queda con la casa?, ¿dónde viviré?, entre otros cuestionamientos.

Aquí es donde se da el caos porque las emociones, tras negarlas, comenzarán a fluir y los cambios en éstas serán abruptos, haciendo que se pase de una a otra rápidamente en un mismo día: se odia a la pareja y se le extraña, por ejemplo.

Se puede sentir ira, rencor, vergüenza por fallar, desilusión, depresión, alegría porque los pleitos han terminado. Cualquier cosa puede detonar una emoción, algo que se vio, que se recuerda, que olemos, etc. Es normal, no se está enloqueciendo. Incluso se debe pasar por ello para lograr un divorcio “sano”.

Para esta etapa, como la anterior y las que siguen, no hay un tiempo determinado. Depende de cada uno y mientras no se atraviese plenamente por ella no se podrá sanar la pérdida.

3. Aceptación Intelectual

Tras el cúmulo de emociones que precede, poco a poco, se comenzará a aceptar la situación y comprender qué es lo que ha pasado. Las explicaciones que se argumente a sí mismo permitirán explorar la situación o justificar los hechos. Comenzamos, intelectualmente, a restructurar la vida; las cosas empezarán a tener lógica.

Aunque no por comprender la situación las personas se sienten mejor; el dolor o la tristeza estarán ahí, pero menos intensos. Sí, en esta etapa habrá emociones fluctuantes, pero de forma menos abrupta e intensa.

Por ello es importante considerar este momento, porque aun cuando se ha racionalizado la situación, aún se corre el riesgo de actuar y tomar decisiones movidos por las emociones, y ello puede ser peor.

Lo mejor de este momento es que se comienza a reconstruir la vida, a organizar la estructura cotidiana. Pasada esta etapa hay que dar el paso siguiente hacia la salud emocional.

4. Recuperación

Atravesadas las etapas anteriores, se han sanado las heridas y se ha vuelto a la vida. La ex pareja deja de ser el presente para consolidarse como parte del pasado y ello deja una sensación de tranquilidad, no debe acarrearse ni angustiar. Con ello se deja de ver el pasado con reclamo o desasosiego.

Nuevos planes: quienes llegan a este momento son capaces de hacer planes a futuro con un visón positiva, hay nuevas expectativas pues se ha restablecido un plan de vida diferente o se está construyendo.  Nos sentimos capaces de resolver los problemas que se nos presentan día a día y podemos disfrutar nuestras actividades y nuestras relaciones.

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