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¿Existen las emociones invernales? Quizá no son emociones estacionales, pero sí suelen presentarse en esta época con mayor frecuencia a otros momentos del año. Aquí te cuento qué se siente en este tiempo.

Una vez que comienza septiembre, hay quienes dicen que inicia la mejor temporada del año. Entonces se precipitan las fiestas y, sin darnos cuenta, llega el invierno.  

Con el invierno y las fiestas nuestro estado de ánimo se ve alterado y emociones latentes se avivan. Por ello, hablemos de las emociones, busquemos espacios seguros para expresarlas y gestionarlas adecuadamente.  

Emociones invernales 

No existe algo llamado emociones invernales, por supuesto. Las emociones no tienen calendario, así como no son positivas o negativas. Sin embargo, en esta temporada del año suelen sucederse una serie de eventos que, a su vez, despiertan en nosotros cierto estado de ánimo peculiar.  

Hay personas a las que la Navidad les hace sentir muy bien, provocándoles emociones de alegría e ilusión, sin embargo, a otras les generan ansiedad, estrés o tristeza. Veamos algunas de esas emociones.  

Trastorno Afectivo Estacional 

Quizá es uno de los estados de ánimo más documentados, aunque hay quienes lo descalifican existe el trastorno afectivo estacional. Este se refiere a un tipo de depresión que ocurre en cierta época del año, generalmente durante el invierno. 

Los síntomas comienzan en otoño y continúan durante el invierno, especialmente debido a la disminución de la luz solar y la temperatura.  

En la mayoría de los casos, los síntomas del TAE pueden incluir:  

  • Sentirse apático, triste o decaído gran parte del día, casi todos los días. 
  • Perder el interés en actividades que solías disfrutar.  
  • Tener poca energía y sentirse aletargado. 
  • Dormir demasiado. 
  • Sentir antojos por consumir carbohidratos, comer en exceso y subir de peso. 
  • Tener dificultad para concentrarse. 
  • Sentirse desesperanzado, inútil o tener sentimientos de culpa. 
  • Comenzar a sentir que ya no quieres vivir. 

Se debe estar alerta, pues el trastorno afectivo estacional es considerado una forma de depresión, si los síntomas se continúan luego del invierno o son persistentes, es importante consultar a un profesional de la salud mental para un diagnóstico apropiado que descarte depresión grave.  

Miedo (a engordar) 

Por extraño que parezca, esta temporada para muchas personas, especialmente las mujeres, genera mucha ansiedad y temor a engordar. El miedo a engordar es una realidad que no podemos evadir.  

La existencia estética de mantenerse delgado a toda costa y la cultura de las dietas promueve este temor. Una agenda llena de reuniones familiares y con amigos, estar en casa sin la actividad habitual o salir de vacaciones durante la temporada, representan una situación estresante ante la posibilidad de caer en excesos de alimentación y bebida. Lo que tendría como consecuencia “engordar”.   

La obvia reacción ante este miedo es la restricción, pero no sólo del número de calorías a consumir sino también de la convivencia. Se restringen las salidas y el acudir a reuniones, por el miedo de no poderse controlar. También pudiera haber comportamientos compensatorios para quemar aquello consumido.   

Por supuesto, las consecuencias de este miedo son los trastornos de la conducta alimentaria: anorexia, bulimia, trastornos por atracón o vigorexia. 

Sin embargo, tener una doble porción de postre o comer un poco más de pavo no son factores significativos para subir de peso. Este es un problema de una distorsión cognitiva que hay que prevenir o, ya presente, tratar con la guía de un profesional.   

Ansiedad Navideña 

Las fiestas decembrinas, además de su algarabía y festividad, puede traer algo de estrés y ansiedad que nos afectan tanto a nivel físico como emocional. Algunas personas tienden a sentir angustia frente al mensaje generalizado de que la Navidad es toda alegría y unión familiar.  

No siempre esta época es apacible y cálida, hay quienes son más sensibles y, por diversos motivos, van a tener más probabilidades de sufrir los síntomas de ansiedad.  

Personas con problemas familiares, quienes viven el síndrome de la silla vacía a causa de una pérdida importante; también algunas personas viven con mucho estrés estas fiestas, pues buscan agradar a los demás, particularmente quienes se encargan de organizar las fiestas.   

Soledad en Navidad 

Las personas que se sienten solas viven su estadio de una manera más intensa. La soledad puede doler entonces por las emociones negativas que nos despierta estar en soledad, aun cuando así la hemos decidido.  

Esta condición se derivada de nuestra baja autoestima, pues nos sentimos incapaces de pasar tiempo con nosotros mismos, apreciando lo que valemos, en respeto y amor propio. Una situación que requiere un trabajo profundo para asumir que como única compañía valemos la pena.   

Igualmente, la baja autoestima nos orilla al aislamiento en algunas ocasiones, nos impide socializar porque nos da miedo el rechazo o que otros nos juzguen tan severamente como lo hacemos nosotros. Por ello, nos imponemos la soledad, no sin que ésta resulte incómoda o dolorosa. Ello también requiere de un trabajo en el auto cocimiento y la autoestima.   

Sea cual sea el motivo, afrontar la soledad en Navidad no es una tarea fácil, ésta nos hace vulnerables a la melancolía, la tristeza e incluso la depresión. Y no es que la soledad sea diferente al resto del año, sino que durante las fiestas decembrinas parece mayor y más difícil de sobrellevar.   

Nostalgia decembrina 

En diciembre, especialmente en las fiestas como Navidad y Año Nuevo, la gente tiende a pensar en el año transcurrido. Se hace un recuento de los días felices, pero también considera los objetivos planteados al inicio del año y que no se cumplieron; en las expectativas que se vislumbraron para el año que concluye y que no se alcanzaron por diversos motivos. Es un momento de nostalgia por lo vivido, pero también por aquello que dejamos pasar. 

Nostalgia es una palabra de origen griego, que significa regreso al dolor; y emocionalmente hablando nos plantea una idealización del pasado, una fantasía de algo vivido y que nos supone la posibilidad de una memoria selectiva. Elegimos recordar cosas, momentos y personas de acuerdo a la situación o conveniencia del momento. 

Con la nostalgia se suele recordar y extrañar solo una parte de la historia, ciertos detalles que nos permitan sentirnos bien; solemos omitir datos que construyen todo el escenario de la realidad. Ya desde que se plantea que elegimos recordar, consideremos entonces que la nostalgia es casi un hecho voluntario con el que buscamos regodearnos con determinadas emociones; aun si éstas son dolorosas. 

«Todo tiempo pasado fue mejor», diría quien atraviesa por la nostalgia, aun cuando los años anteriores hayan traído experiencias negativas y dolorosas o incómodas. No obstante, existe una visión negativa de la realidad actual que impide, incluso si el año ha sido de los mejores, no ver el peor lado de los días transcurridos. 

Melancolía 

Paralelo a la nostalgia, hay quienes suelen sentir melancolía, especialmente si son migrantes o están lejos de casa.  

Detrás de la melancolía se suele esconder una gran tristeza por la lejanía, un sentimiento de ausencia, pérdida o carencia. Cuando estamos melancólicos tendemos a buscar en el recuerdo algo a lo que aferrarnos porque nuestro aquí y ahora no nos brinda las razones suficientes para seguir adelante. 

La melancolía, especialmente si se está lejos, es uno de los retos más fuerte que podemos enfrentar en las fiestas decembrinas. Cuando nos faltan aquellos a quienes amamos, de aquellos que dejamos atrás—por cualesquiera que sean los motivos—, incluso los lugares que habitamos, se acentúa la tristeza, que ya nos habitaba previamente, pero que con las celebraciones de fin de año se hace más evidente. 

Cuando se está lejos de algún querer, el estar abatido, desanimado, triste y nostálgico es una experiencia afectiva normal que no implica un padecimiento emocional o mental. El problema aparece cuando ese estado dura demasiado o se le suman otros síntomas, y es momento en el que debemos consultar a un profesional de la salud emocional. 

Síndrome de la silla vacía 

Semejante a la melancolía, se plantea lo que se conoce como el síndrome de la silla vacía, una condición emocional que se detona al revivir el dolor por quienes ya no están, ya sea porque han muerto o se han separado de nosotros.  

Al margen del duelo y la tristeza que se padece cuando se ha perdido a alguien especial, el síndrome de la silla vacía cobra intensidad en momentos en que deberíamos estar festejando y viviendo con gran entusiasmo o alboroto algunas fechas en particular, como la Navidad.   

En días como estos se produce un choque de emociones entre la tristeza de la pérdida y el gozo de las fiestas y celebraciones que nos llevarían a pasar el momento de la mejor manera y con buena cara, aun cuando por dentro sintamos dolor.  

No obstante, al ver ese lugar vacío donde debería estar la persona extrañada se comienza a sentir un enorme oquedad, angustia y frustración. La situación trae a nuestra memoria el cómo nos sentíamos y disfrutábamos en momentos como estos con quien ya no está.  Pero, la tristeza y el dolor que ahora sentimos, a través de un duelo saludable pasará. 

Todas estas emociones suelen ser pasajeras mientras dura esta temporada: si no es así, es importante acudir a un profesional de la salud mental y emocional que nos ayude a identificar si detrás de ellas existe un trastorno o algún padecimiento que deba tratarse médicamente o con alguna clase de psicoterapia.  

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