El matrimonio no es para siempre… igual, tiene diversas etapas en las que se presentarán desafíos diferentes, no siempre basados en el amor.
“Y vivieron felices para siempre” dicen los finales de los cuentos de hadas, pero todos deberíamos saber que eso no es así; que el matrimonio no es para siempre, al menos no igual, sino que tiene sus etapas. En cada una de ellas hay que trabajar arduo para consolidar la relación, porque muchas veces no basta el amor para mantenerse unidos.
Con base en el supuesto de que el matrimonio no es el mismo para siempre, te dejo aquí cuáles son los retos que se enfrentan en cada etapa:
El enamoramiento
Entre el primer aniversario y el tercero, la pareja vive aún la fase del enamoramiento. Un nuevo brío que no tiene que ver con el del noviazgo, pues en este momento ya viven juntos, están formando su hogar y tienen todas las ilusiones que sostienen el amor. Los enamorados se sienten compenetrados y hay una alta carga de pasión.
Los riesgos pueden estar en la dependencia emocional y la obsesión. Ahora que están juntos “para siempre” se puede buscar de manera compulsiva que el otro llene los vacíos emocionales.
Por otro lado, se idealiza el amor romántico del matrimonio “juntos hasta la muerte”, pero la cotidianidad de quienes están acoplándose y conociéndose en la vida diaria puede nublar el escenario.
Es importante llegar al matrimonio con un sólido conocimiento de uno mismo y habiendo resuelto los problemas de la infancia previamente. Si no es el caso, sí se puede estar consciente de ello y trabajarlos de manera paralela, evitando que intervengan en las exigencias de la relación.
Asimismo, hay que llegar a acuerdos realistas, saber dialogar y negociar a la hora de definir límites con las familias de origen, las reglas de la intimidad y el manejo del dinero.
Bienvenidos a la realidad
Entre los 3 y los 8 años el velo del enamoramiento se ha desvanecido, es momento de la desidealización. Tras los primeros tres años la pareja ya se conoce en la cotidianidad, se asumen los pequeños hábitos en pareja y los individuales; se construyen las rutinas, se trabaja en equipo y se es más consciente de que el amor no es suficiente que hay que trabajar por la relación.
Quizá en esta etapa se presenta la idea de la paternidad y la maternidad e incluso se concreta. Así que la familia crece y el nuevo reto de la crianza se hace presente.
Entre las dificultades que puede enfrentar la pareja están: las luchas de poder, buscar tener la razón, comienzan a hacerse evidentes las expectativas no cumplidas y los posibles reclamos a la pareja.
En esta etapa la llegada de los hijos cambia la dinámica familiar, los esposos pasan a ser padres, a veces olvidando cultivar la relación de pareja.
Hay quienes consideran que este momento es crítico, porque más divorcios se presentan cada vez.
Por supuesto, si se quiere evitar la separación, hay que trabajar en la comunicación. La pareja debe comprender que la paternidad acarrea cambios psicológicos, fisiológicos y económicos que se deben afrontar de ambas partes.
Deben buscar espacios para la pareja, brindar atención mutuamente, ejercer la comunicación asertiva.
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La consolidación de la pareja
De los 8 a los 20 años la pareja se consolida. Es un momento que se trabaja por afianzar las condiciones financieras de la familia, así como la consolidación profesional de cada miembro de la pareja. Ambos se encuentran ya en una edad adulta en la que se puede estar reflexionando temas enfocados al desarrollo personal.
En este momento, sin embargo, se puede dar todo por sentado. La frustración y el aburrimiento emergen cuando se dejan llevar por la rutina. Puede que decrezca el deseo y se pierda la pasión. Si los sueños individuales no se cumplen, es posible que surja el resentimiento y la culpa.
En este momento conviene a la pareja trabajar en encontrar intereses comunes nuevamente. Aumentar la creatividad en los encuentros íntimos, buscar nuevas metas, si es necesario acudir a psicoterapia de pareja para recibir una guía.
El matrimonio no es para siempre… igual
Pasados los 20 años, suele aparecer la crisis de la edad madura y el síndrome del nido vacío. Es muy posible que la pareja haya concluido su etapa de crianza y se enfrente a la salida de los hijos de la casa familiar.
Es el momento en el que suelen hacerse cuestionamientos personales, mirar hacia atrás y ver los sueños que se han cumplido y los que no. Quizá se cuestionen si todavía aman a la pareja o solo los une la costumbre.
Al buscar los sueños no conquistados en lo individual, tal vez la pareja tienda a alejarse.
La salida de los hijos de casa representa un reto difícil de afrontar y no siempre se está preparado para ello. Es un trabajo que deberán afrontar juntos. Para ello pueden aprovechar el tiempo que ya no invierten en la crianza para trabajar en la pareja.
Otro posible reto a enfrentar es los cambios respecto a la apariencia física. Los cuerpos ya no son los mismos, la edad comienza a asomar y con ello las dudas e inseguridades.
Algunas opciones para trabajar en esta etapa son: respetar los espacios de realización personal individual, retomar proyectos juntos que habían quedado inconclusos, acudir a psicoterapia de pareja para esclarecer los temores y las dudas.
Incluso, si fuese una alternativa, la pareja pensará en la separación; por lo que también la asistencia de un profesional podrá ser de gran utilidad para hacerlo sanamente.
Juntos para siempre
Luego de los 30 años, la pareja consolidada puede considerase compañeros de viaje para siempre; aunque no necesariamente sea así. Lo que podemos destacar en alguien que llega a esta etapa es que ha vencido la mayoría de los grandes obstáculos.
Aunque las dificultades seguirán presentes: la jubilación puede ser una de ellas. Un nuevo cambio en la dinámica de la pareja que puede generar estrés. La enfermedad será otro reto a afrontar.
La experiencia de estos años permitirá afianzar la relación con estos nuevos retos a través de la comunicación, el cuidado mutuo y las manifestaciones afectivas. El humor será una gran herramienta en todo momento, pero especialmente en esta etapa.
En cualquier etapa en la que se encuentren, lo más importante es la comunicación asertiva, la escucha activa y la honestidad. El trabajo en equipo puede ser un gran instrumento tanto para consolidar la relación como para ponerle fin sin rencores ni heridas innecesarias.
De cualquier forma, contar con la asesoría y el apoyo de un psicoterapeuta especializado en la relación de pareja será una garantía del compromiso que la pareja puede tener para trabajar en el matrimonio sanamente.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA DE PAREJA