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¡Cuidado con el exceso de empatía! Esta puede dejarte en un papel vulnerable frente a los deseos de otras personas.
Al ser gregarios por naturaleza, pareciera que ser empáticos es una obligación; pero a veces la empatía puede rebasar límites que dañen nuestra salud emocional al descubrirnos más bien complacientes.
Una persona neurotípica cuenta con neuronas espejo, aquellas que nos permiten imitar como mecanismo de aprendizaje, pero también nos permiten corresponder a otros con empatía.
¿Qué es la empatía?
Es la capacidad que tiene una persona de percibir los pensamientos y las emociones de los demás, basada en el reconocimiento del otro como similar.
Además, nos permite entender a una persona desde su personal punto de vista, no sólo desde el propio, o experimentar indirectamente los sentimientos y percepciones de los demás.
Con ello podemos aproximarnos a los demás habilitando respuestas menos agresivas y más prosociales. Esta es una de las causas fundamentales de que sea una cualidad altamente valorada en la vida social.
Sin embargo, la empatía per se no implica sentir la motivación para ayudar, pero sí puede volverse la base de la solidaridad.
Una persona empática
La empatía es sólo una disposición que nos permite comprender a los demás en su condición y emociones, luego actuar acorde a ello en función de resolver conflictos de manera satisfactoria.
Sentir empatía es diferente a ser una persona empática. Una persona empática no solo tiene la capacidad de reconocer las emociones de los demás, sino también de sentir realmente cómo se siente otra persona. Las personas empáticas tienden a asumir, como propios, eventos y situaciones que producen ciertas emociones en los demás, y de esta manera producen los mismos sentimientos.
Límites de la empatía
Sin embargo, el hecho de identificarse con la experiencia del otro no nos obliga a estar de acuerdo, ni secundarle en sus conductas, especialmente sin son antisociales o dañinas para sí.
Podríamos empatizar, por ejemplo, con una persona que sufre de celos al ver a su pareja conviviendo con alguien más; nos gustaría apoyarla, ayudarle a gestionar el conflicto y reducir su pesar. Pero difícilmente estaremos de acuerdo con las conductas controladoras, los chantajes emocionales o la violencia.
La empatía debe tener límites. Nos sirve para entender cómo ve el otro el mundo, pero no es una carta blanca para admitir cualquier comportamiento.
Condescendencia
Exigir y exigirnos empatía puede llevarnos a conductas poco sanas que nos exponen a la manipulación, el chantaje y la condescendencia. Ello deja de ser empatía, puesto que ya no estamos considerando a los demás, sino satisfaciendo nuestras propias necesidades emocionales, especialmente las de aceptación y de validación.
El deseo de complacer, dar gusto y acomodarse a la voluntad del otro están en el extremo opuesto a la empatía. Igualmente, la condescendencia puede producir una falsa amabilidad que nace del sentimiento de superioridad hacia otras personas.
¡Cuidado con el exceso de empatía!
Las personas con un alto nivel de empatía tienden a olvidarse de sus propias necesidades. Tener demasiada empatía puede hacer difusa la línea entre uno mismo y los demás. Si no somos capaces de separarnos de las emociones de los demás, es posible que aparezca una sobrecarga emocional.
Con frecuencia, no reconocer los límites de la empatía nos impulsa a responsabilizarnos del cuidado y alivio de los demás, arriesgándonos incluso al rechazo. Ofrecer una ayuda que no ha sido solicitada puede hacer sentir a los demás como menos comprendidos.
Por su parte, la hiper-empatía es considerada un trastorno mental por el manual de diagnóstico psiquiátrico, por el gran malestar que genera a las personas que lo sufren y puede llevar a situaciones de codependencia, de sobreprotección y permisivismo o de agotamiento emocional.
Gestiona tu empatía
Con el fin de cuidar de tu salud mental y mediar entre la empatía social y la hiper empatía, es prudente tener hábitos personales que nos permitan el distanciamiento y límites frente a los demás.
El autoconocimiento, la autoestima y el autocuidado serán la clave fundamental para no sobrepasar la línea. Igualmente puede servir una mejor gestión del tiempo, así como prácticas de cuidado de la salud mental como la meditación, el mindfulness y, si es necesario, la psicoterapia.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA