Saber cómo mejorar tu relación con la comida nos ayudará a tener una vida más saludable tanto en el cuidado de nuestro organismo como en un sentido emocional.
Nuestra relación con los alimentos es más complicada de lo que nos gustaría; en gran cantidad de los casos consumimos ciertos alimentos y evitamos otros por causa de las emociones, más allá de los nutrientes que requerimos a diario.
Esta relación es profunda y se remonta, incluso, a antes del nacimiento. Es ya desde el vientre materno que recibimos no sólo alimentos esenciales para nuestro desarrollo sino también información emocional vinculada a lo que siente mamá, quien es nuestra fuente de nutrición primigenia.
Al nacer, nos conectamos a la vida a través de sensaciones y, especialmente, a través de las que nos genera la alimentación porque es una necesidad elemental para mantenernos vivos. Desde la primera vez que se nos alimenta recibimos una nutrición primaria (leche y alimentos), pero también recibimos contención, abrazos, miradas, calor, amor y seguridad (nutrición secundaria).
Desde entonces el acto de alimentarnos se vincula también al mundo emocional. Si la nutrición emocional es deficiente, compensamos con la nutrición primaria (alimentos).
Sustitución: emociones por comida
Cuando los padres no saben conectar con los hijos, cuando intentan compensar su falta de tiempo o cuando no saben acompañar a sus niños en sus procesos emocionales, intelectuales y conductuales, los padres suelen suplir su incapacidad afectiva con premios, dulces, postres, regalos u otros objetos.
Igualmente, la comida altera nuestra química interna, así como las emociones y muchas veces buscamos los sabores de las emociones en la comida: creemos que nos traerá contención, compañía y seguridad.
De tal forma, vinculamos el amor con la comida y ésta, a su vez, llena nuestras carencias afectivas.
El riesgo es que cuando sentimos algún miedo o carencia emocional, o tenemos una experiencia dolorosa elegimos la comida como una fuente confiable que, de algún modo, nos hará sentir en control (al menos momentáneamente).
La angustia de comer
Si nos sentimos tristes, comemos; mientras que en la alegría celebramos con comida…
Pero el sencillo acto de comer puede adquirir una carga negativa, y convertirse en una fuente de angustia, preocupación, culpa, suplicio.
Una preocupación constante entre comer y no comer, ya sea porque se busque una autoimagen favorable o una imagen socialmente aceptable: cumplir con exigentes cánones de belleza que muchas veces son imposibles de cumplir.
De tal forma se nos presenta una contrariedad: comer para paliar nuestras carencias emocionales, pero sentir culpa porque ello nos produce un auto rechazo ante la posibilidad de engordar o alejarnos la imagen física deseada.
Ello es un problema que puede llevar a trastornos alimenticios, a deformación de la auto imagen y otros problemas de salud emocional como ansiedad y depresión.
¿Cómo sé si tengo una mala relación con la comida?
Para identificar si se atraviesa por una mala relación con la comida, se pueden responder preguntas como éstas:
- ¿Estoy tranquilo entre comidas o estoy pensando en comer?
- ¿Cuántas veces me pesos a la semana?
- ¿Es la comida mi única fuente de placer?
- ¿Como sin hambre?
- Cuándo me lleno, ¿dejo de comer?
- ¿Me obsesiono contando y midiendo alimentos o calorías?
- ¿A qué le estoy quitando atención para ponérsela a la comida?
- ¿En qué otros aspectos de mi vida actúo igual que como actúo con la comida?
- ¿Qué papel juega la comida hoy en mi vida?
Responder a ellas puede ser revelador e indicarnos la clase de relación que tenemos con los alimentos. Con nuestras respuestas podemos identificar el abanico de emociones que circundan en torno a nuestra relación con los alimentos: ¿Qué emociones queremos apartar o enterrar con la comida?
Emociones como soledad, vacío, tristeza, rabia, frustración, cansancio, aburrimiento, control excesivo, impaciencia, cólera, disgusto, ansiedad, estrés…
¿Cómo mejorar mi relación con la comida?
Si consideras que tu relación con la comida pudiera ser mejor, puedes modificar tus hábitos de vida con pequeñas estrategias como éstas:
- Come solo cuando tengas hambre estomacal; normalmente ocurre cada 3 o 4 horas.
- Antes de que te metas algo a la boca, pregúntate si vas obtener bienestar.
- Si te embarga la ansiedad, escribe lo que sientes.
- Evalúa tus creencias sobre la comida y sobre ti misma.
- Analiza tus emociones y cómo se relacionan con la comida.
- Evita comer excesivamente hasta que ya no puedas más.
- Realiza todas tus comidas diarias. No te saltes comidas ni te quedes a deber para comer más después.
- Escribe un relato de tu relación con la comida desde que te acuerdes para darte cuenta si sigues repitiendo patrones inútiles, como acabarte todo lo que hay en el plato, aunque estés a reventar.
- ¡Disfruta lo que comes!
Si aun practicando estas tácticas sientes que tu relación con la comida te ha estado llevado a hábitos insanos, a estados de ánimo negativos o incluso a prácticas tóxicas, lo más indicado es que consultes con un profesional de la salud.
La terapia es de gran ayuda para integrar estas emociones en nuestra vida, darles un sentido, y así poder transformarlas.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA