Cómo identificar a tu niño interior y entender sus heridas para, ahora que eres adulto, puedas sanarlas.
Ahora que eres adulto quizá no sabes de dónde surgen ciertos comportamientos conflictivos o sensaciones dolorosas que llegan desde lo más profundo de tu inconsciente.
Pensamientos y comportamientos infantiles se manifiestan como respuesta a situaciones que te hieren y despiertan viejos sentimientos; antiguas heridas se abren y adviertes que aún tienes necesidades emocionales insatisfechas. Es tu niño interior que requiere de atención.
¿Quién es el niño interior?
Conocemos como niño o niña interior a esa parte antigua de nosotros mismos, que se manifiesta emocionalmente, pero también genera ciertos pensamientos y sentimientos cuando nos enfrentamos a determinadas circunstancias.
Este niño o niña interior es la memoria de nuestras vivencias emocionales, la manera en la que aprendimos a responder frente a ellas en etapas tempranas; guarda nuestras heridas emocionales que no pudimos resolver en la infancia y ahora reclaman atención para sanarlas.
¿Qué información guarda el niño interior?
Como he señalado previamente, nuestro niño interior experimenta el inicio de nuestra vida emocional; por ello almacena toda clase de información. Sin embargo, suele hacerse más evidente cuando la realidad que vivimos de adultos detona una respuesta respecto a algo que en la infancia no resolvimos.
Entre algunas cosas que el niño interior almacena están:
Experiencias difíciles: soledad, abandono, sensación de vergüenza, desamparo y miedo; o algunas experiencias más graves como la violencia y el abuso. Cuando éstas son repetitivas e intensas, y no fueron atendidas adecuadamente, dejan huellas que se hacen evidentes en la adultez.
Vínculos rotos: la muerte, el descuido y la ausencia pueden ser otras tantas experiencias complejas que el niño vive como una ruptura, especialmente con aquellos seres que debería brindarle cuidado y seguridad.
Crítica y exigencia: cuando se vive con padres a los que “no se les da gusto” pues son criticones o demasiado exigentes, los niños pueden quedar marcados con el halo de la insuficiencia y la baja autoestima. Suelen ser adultos perfeccionistas, bajos de autoestima o inseguros.
Estas experiencias son información que guarda nuestro niño interior y que saldrá a flote cuando, en la adultez, se vivan experiencias o sensaciones similares.
¿Cómo se manifiesta el niño interior?
Las situaciones que proyectan a nuestro niño interior son aquellas que nos evocan experiencias dolorosas no resueltas. Ya adultos, nos cuesta trabajo enfrentar determinadas situaciones y/o personas que despiertan en nosotros esas antiguas emociones, entonces el niño o la niña interior aparecen.
¿Qué pasa entonces? Comenzamos a actuar, pensar y sentir igual que lo hacíamos cuando éramos pequeños. Nuestros diálogos internos reproducen formas y contenidos que vivimos en la infancia. Así también se acentúan las creencias negativas inconscientes y nos evaluamos a nosotros mismos, a los demás y a la vida misma, con ese mismo filtro.
Otra respuesta ante la situación que revive ese pasado no resuelto puede ser la autoagresión; podemos empezar a decirnos cosas feas a nosotros mismos y tener unos diálogos internos cargados de cierta crítica.
Cundo no se resolvieron ciertas emociones en la infancia y en la adultez volvemos a experimentar situaciones similares, es muy posible que nos sintamos igual que cuando éramos niños: asustados, avergonzados, humillados o abandonados, etc.
Es normal que, como consecuencia, actuemos de la misma manera que lo hicimos entonces: nos escondemos, hacemos un berrinche, lloramos, insultamos, etc. Todo este patrón de pensamientos, conductas y emociones, pueden aparecer en unos pocos segundos.
¿Cómo saber que es mi niño interior el que habla?
Para identificar que es nuestro niño interior quien responde a la realidad que de adulto estamos viviendo es necesario conocerlo.
- Para ello es conveniente hacer memoria de cómo se era en la infancia, cuáles son nuestros recuerdos.
- Asimismo, se puede pensar en cuáles eran nuestras ilusiones, miedos, anhelos e incluso en entorno que vivíamos en diferentes etapas y circunstancias de la niñez.
- Prestar atención a las veces que ese niño, esa niña, se sintió mal y cuál es la sensación que tuvo.
- Identificar qué necesitaba ese niño y que no obtuvo: atención, afecto, etc.
- Qué sintió el niño o la niña respecto a situaciones similares a las que hoy vives: enojo, vergüenza, sufrimiento, soledad, etc.
- Sin juicios, reconoce las heridas emocionales de tu niño interior.
Igualmente será importante identificar cómo se manifiesta ese niño interior, con qué pensamientos, conductas y emociones; así reconoceremos los patrones que solemos reproducir cuando conectamos con nuestro niño interior.
Aunque este ejercicio no es fácil, ya que puede ser muy doloroso revivir esos momentos que por alguna razón antes no se procesaron y sanaron, es importante identificarlos para sanar esas heridas y poder resolver la vida emocional del adulto de manera asertiva.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA