¿Cómo hago para pedir ayuda? Este texto te ayudará a encontrar algunas razones por las que te cuesta pedir ayuda y resolverlo.
Una noche encontraron a Cecilia a punto de ingerir una alta dosis de medicamentos para poner fin a sus agobios. Y es que a últimas fechas todo se le había juntado: el cuidado de los hijos, problemas en el trabajo, crisis matrimonial y deudas bancarias. Además, se sentía deprimida, tenía una molestia en la rodilla y necesitaba urgentemente descanso.
Quizá la historia de Cecilia es como muchas que he retratado aquí o que tal vez varios de nosotros hemos vivido en algún momento de la vida. Las exigencias cotidianas nos desgastas, nos abruman y llevan al extremo. Sin embargo, no sólo la resiliencia es capaz de salvarnos: algo fundamental que nos mantiene de pie frente a la adversidad es saber que no estamos solos, que contamos con redes de apoyo que pueden brindarnos ayuda.
Miedo a pedir ayuda
No obstante, hay quienes tenemos dificultades para pedir ayuda. Muchas veces pedir ayuda nos hace sentir incapaces, vulnerables o fracasados; esto tiene que ver con la forma en que fuimos educados y la experiencia que hemos adquirido en la vida.
El miedo a pedir ayuda está relacionado con las exigencias que el entorno nos impuso en la infancia: padres dominantes, exigentes y perfeccionistas. Pero también de las creencias limitantes que fuimos adquiriendo en esta etapa. Ideas como pedir ayuda nos hace dependientes, pedir ayuda es de inútiles, yo debo poder hacerlo todo, etc.
También se teme a solicitar ayuda por miedo al rechazo o por experiencias del pasado en las que se nos negó la ayuda o la historia no salió bien. La autoestima juega un papel importante en la negativa a pedir ayuda, lo mismo que el orgullo mal entendido.
Otras razones por las que las personas no pedimos ayuda son: el temor a ser juzgados, ser criticados o porque nos sentimos inseguros o inferiores frente a los demás. O bien, se teme perder el control de nuestros propios problemas.
Pero debemos recordar que todos necesitamos a los demás, que vivimos en sociedad y no podemos prescindir del otro, especialmente cuando los problemas nos superan. Pedir ayuda nos hace más honestos para cuando seamos nosotros los que tenemos que ayudar a alguien, logrando el principio de reciprocidad.
Solicitar que alguien nos ayude tiene que ver con el reconocimiento de nuestras propias limitaciones, la humildad y la valentía. Pedir y recibir ayuda nos hace más fuertes, fortalece nuestros vínculos, y nos permite cumplir con el deber de cuidar a quienes amamos.
¿Cómo hago para pedir ayuda?
Si nos encontramos frente al miedo de pedir ayuda o nos creemos incapaces de hacerlo, el primer paso es reconocer qué es lo que nos lo impide. Debemos identificar con claridad los motivos que nos limitan a solicitar ayuda y evaluar si son suficientemente fuertes para no pedir ayuda o cómo podemos lidiar con ellos para contar con el apoyo de los demás.
Así, una vez que reconocemos que pedir ayuda no es malo, se pueden seguir estos consejos:
- Reconocer curando la situación nos supera. Hay que ser honestos con nosotros mismos y reconocer que desconocemos cómo resolver un problema o sentimos la necesidad de que alguien más nos ayude. Hay que evitar pensar que se puede con todo, pues ello sólo te impide avanzar y generará estrés.
- Aprender a reconocer cuándo pedir ayuda y cuando no es necesario. Este punto es importante porque no se trata de ir a los extremos: nunca pedir ayuda vs. pedir ayuda para todo.
- Asumir que sólo es una ayuda y no dejar que los demás lo hagan todo por nosotros.
- Elegir a la persona adecuada para ayudarnos. Por ejemplo, si requerimos apoyo en el cuidado de los hijos, hay que elegir a una persona que sepa manejar a los niños, que tenga el tiempo y que los hijos conozcan. A veces, pedimos ayuda a personas poco adecuadas para hacerlo y las cosas no salen bien, ello sólo refuerza nuestro miedo a pedir ayuda. Es como elegir a alguien que no tiene paciencia con los niños para que cuide a nuestros hijos.
- Es importante pedir a cada persona lo que nos puede dar. De lo contrario, podemos encontrarnos con un “no”, o con menos apoyo de lo que esperábamos.
- Seamos oportunos. Busquemos el momento y la situación adecuada para pedir ayuda. Al solicitar ayuda hay que asegurarnos que el otro esté receptivo a la petición, que no tenga prisa, que no esté atravesando por grandes problemas o que, por el momento, no pueda descuidar sus propias tareas.
- La forma de pedir está el dar. Así dice un dicho mexicano y ciertamente tiene razón. La manera en que seleccionamos las palabras para pedir ayuda es importante, lo mismo que el lenguaje corporal. Aunque estamos pidiendo ayuda, no debemos presentarnos como si pidiéramos algo que no merecemos. Seamos directos, objetivos y claros.
- Evitemos decir que tenemos problemas y mejor digamos que necesitamos que esa persona nos ayude, así como la forma en que esperamos que nos ayude. De esta manera es más probable encontrar ayuda sin contratiempos.
- No demos rodeos. Partamos de que todos nos necesitamos y todos podemos brindar ayuda, dejemos de ser temerosos y seamos abiertos, incluso a que los otros nos digan que no pueden asistirnos. Podemos añadir en la solicitud cómo nos beneficiaríamos con la ayuda del otro, y así demostrar el valor que tiene su ayuda.
- Agradecer. Al conocer la disposición del otro para ayudarnos es importante que agradezcamos acotando con ello lo bien que nos caerá su ayuda.
Debemos recordar que todos nos necesitamos y que merecemos la ayuda de los demás, tanto como somos capaces de ayudar a quienes nos necesitan. Esto nos permite consolidar nuestros lazos afectivos y crecer juntos.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA