Saber cómo gestionar tu pasado te ayudará a dejarlo en su lugar y mirar al futuro con responsabilidad y motivación.
El pasado es el gran cimiento de lo que hoy somos, descubrir en él grandes experiencias nos permite aprender y desarrollar habilidades que se consolidan con el tiempo. Pero vivir en el pasado es todo lo contrario, es estancarnos y tener una existencia ficticia pues dejamos de ser conscientes del aquí y el ahora, restándonos libertad.
Al pasado se va sólo para obtener las mejores enseñanzas y, aunque no lo debemos olvidar porque es nuestra historia y nos hace lo que somos, debemos gestionarlo adecuadamente para que no sea un lastre sino un impulsor de crecimiento.
Cuando el pasado es un problema
El problema surge cuando nuestro pasado no nos deja continuar; cuando los recuerdos vuelven a nuestra cabeza una y otra vez, interfiriendo con el momento actual, impidiéndonos disfrutar del instante que vivimos.
Repetir una y otra vez lo vivido nos hace experimentar constantemente las emociones de entonces, sin poderlas procesar correctamente. El rencor, la frustración, la angustia y la depresión están latentes por ello, lo que nos puede llevar a pensar que la vida está destinada a la desdicha.
De igual modo, las experiencias pasadas que no han sido resueltas pueden producir efectos psicológicos duraderos. En este caso es importante que se asuma la manera en la cual el pasado nos afecta hoy y procesarlo correctamente para proseguir la vida.
¿Cómo gestionar el pasado?
1. Aceptar el pasado
El primer paso a dar para gestionar positivamente el pasado es ser conscientes de que éste no va a cambiar, que debemos aceptar las cosas tal como fueron y asumir que ese pasado nos ha traído hasta el momento.
Reconoce que ese pasado te afectó en una parte y te formó en otra. Toma las herramientas que te dio para aceptar y sanar aquello que aún te duele.
2. Mirar el presente
Pensemos en cuánto tiempo hemos gastado pensando en los problemas del pasado y cuánto en solucionarlos. Si hemos pasado tanto tiempo mirando hacia el pasado, tal vez estemos muy centrados en nosotros mismos y olvidándonos de lo que nos rodea.
Hemos perdido contacto con nuestra realidad, por lo que tal vez estamos sufriendo más por lo que recrea nuestra imaginación que por asuntos verdaderos.
Es momento de ver el presente con conciencia, fijarnos objetivos en la actualidad y dar el primer paso para gestionar el pasado.
3. Despedir el pasado
Revivir el pasado sólo hace que las heridas se mantengan abiertas y no sanen. Mirar constantemente a un pasado doloroso, donde otros nos lastimaron, sólo deja resentimiento y rencor, que nos hace más daño a nosotros que aquellos que nos hirieron.
Nos quedamos atorados pensando en la revancha, en hacer pagar al otro (que quizá ya ni piensa en nosotros) aquello que nos hizo; nos seguimos frustrando y reviviendo el dolor del recuerdo. Pero de continuar así, lo único que logramos es sufrimiento.
Es momento de trabajar el perdón. Dejar ir lo que pasó y aferrarnos al presente. Aceptar que es imposible cambiar lo que sucedió, solo podemos modificar la manera en la cual lo percibimos.
4. Trabajar el perdón
Ciertamente no es fácil soltar y trabajar el perdón, pero es necesario, especialmente si se trata de perdonarnos a nosotros mismos.
Al perdonar podremos llegar a comprender que las cosas que hicimos mal y ano pueden deshacerse; que la forma en la que actuamos entonces es la única en la que pudimos actuar y por más que la pensemos no cambiará. Así que hay que darnos permiso para errar, perdonarnos y trabajar con lo que puedo hacer ahora.
De la misma manera, los otros hicieron en el momento lo que pudieron hacer, y no tenemos más control sobre ello. Bastaría con aprender la lección y continuar, sin buscar revancha.
5. Desechar los malos recuerdos
También es necesario deshacernos de objetos que nos perturben. Guardar o desechar las cosas que nos recuerdan la experiencia del pasado que no hemos resuelto.
6. Expresar las emociones
Ya sea en un diario, con un amigo de confianza o, incluso, con un profesional, es importante expresar lo que sentimos entonces y lo que ahora sentimos con respecto al pasado.
Es importante ponerles palabras y nombres a las emociones y a las experiencias sin resolver para hacerlas más tangibles. Es muy probable que esto ayude a manejar mejor los sentimientos.
7. Enfrentar el miedo
Cuando hemos estado mucho tiempo atados al pasado, perdemos la razón del presente y solemos justificar nuestra existencia identificándonos con el pasado: somos víctimas, por ejemplo. Ello puede ocasionar miedo al cambio.
Dejar de ser víctima del pasado causa incertidumbre y angustia, pues hemos justificado nuestra realidad a partir del pasado que dejarlo ir podría generarnos un vacío. Hay que enfrentar el miedo, para llenar nuestra existencia de las cosas que nos pasan ahora.
Cambiar los hábitos de pensamiento y emocionales será otro reto a trabajar.
8. Dar Gracias
La gratitud cotidiana nos permite tener presentes siempre los aspectos positivos de la vida. Hacerlo una práctica habitual no ayuda a dejar de quejarnos de todo.
9. Tener nuevos objetivos
Tener objetivos y metas en la vida nos permite afrontar los malos momentos. Saber que hay algo por lo que merecerá la pena seguir, nos da aliento para soportar las adversidades puesto que sabemos que cuando éstas terminen, podremos hacer aquello que anhelamos.
10. Volver a empezar
Con nuevos objetivos y habiendo dejado el pasado en su lugar, es momento de comenzar de nuevo. Aunque nos fácil, es un esfuerzo que debemos hacer para cumplir esos objetivos y encontrar la paz interior que merecemos.
Si aún no has podido liberarte de un pasado doloroso, pide ayuda profesional que sea una guía en el camino a liberarte de las malas experiencias.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA