“El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional” decía Buda; pero no necesariamente se refiere al dolor físico sino también hace referencia al dolor emocional, el cual nace de nuestras experiencias y vínculos afectivos o la falta de éstos.
El dolor emocional es aquella sensación de sufrimiento que se asienta en nuestro ámbito psicológico, subjetivo, sin que sea motivado por un daño físico. Sus causas son más bien de corte perceptivo y mental; generalmente relacionadas con vivencias adversas.
Este tipo de dolor suele brotar de una herida emocional, derivada de nuestras relaciones afectivas o su desvinculación y ruptura: el divorcio de una pareja, el distanciamiento con amigos y familiares, la traición o los conflictos con seres queridos; y por supuesto las pérdidas irreparables como una enfermedad o la muerte de un ser amado.
Y aunque estas experiencias nos hacen sentir terrible, el dolor emocional del que se trata es una forma adaptativa de mantenernos a salvo. El dolor nos lleva a evitar otras situaciones dolorosas o que busquemos protección ante situaciones adversas; una vez “aprendida la lección” sobre lo que nos puede herir, habríamos de ser capaces de no volver a “tropezar con la misma piedra”. Aunque no siempre es así, a veces nos aficionamos al dolor y nos volvemos a exponer a situaciones que nos hieran.
Sin embargo, este mecanismo de adaptación no debe prolongarse en el tiempo, o de lo contrario lo que producirá es sufrimiento. El dolor es natural, pero el sufrimiento es una forma de vida en torno al dolor.
Cómo gestionar el dolor emocional
De inicio, el dolor como proceso adaptativo es necesario; debemos permitir que suceda y experimentarlo no evadirlo. Hay que valorarlo como algo que puede ser una respuesta natural a cierta situación. Nos duele cuando algo termina, nos duele la pérdida de un ser querido, no podemos evitar el dolor ni todas aquellas emociones que nos provocan los hechos; pero el dolor terminará por pasar también, como en cualquier duelo, con el paso del tiempo.
Pero si este dolor se convierte en un sufrimiento persistente y nos impide llevar a cabo una vida saludable y plena, y limita nuestra vida, es necesario trabajar desde la psicoterapia para remediar este profundo dolor.
- En esta gestión emocional, lo primero que debemos hacer es reconocer la existencia del dolor que sentimos. Luego de ello es necesario identificar las emociones que generan sufrimiento y los hechos que lo provocan o lo acentúan.
- Expresar esas emociones y el dolor es una forma de permitir que fluya.
- Ser honesto consigo mismo y reconocer que se pasa por un dolor emocional intenso que afecta a tu bienestar, puede no ser suficiente; es importante pedir ayuda o apoyo de quienes nos aman e incluso de un profesional de la salud emocional.
- Al expresar el dolor y sus motivaciones, aprendamos a modificar los pensamientos que nos llevan al sufrimiento.
- Del mismo modo en que aprendemos a llevar nuestros pensamientos hacia posturas positivas, debemos de buscar experiencias que contrarresten el sufrimiento.
- Si no está al alcance remediarlo, debemos aceptar las cosas tal y como son para seguir queriéndonos y aceptándonos.
- Superar el dolor requiere voluntad propia. Hay que extraer las enseñanzas que encierran estas etapas de crecimiento, lo que requiere voluntad.
- Tomar el control de la vida. Retomar las actividades y relaciones, sin aislarnos ni evitar hacer aquello que nos gusta, es esencial. Buscar metas realistas y luchar por ellas nos permitirá encontrar sentido a la vida y continuar.
- Cuida de uno mismo, y ser cariñoso con uno mismo. Esto nos convertirá en personas mucho mejor preparadas para afrontar los problemas. Ser cariñoso contigo mismo es el segundo paso para superar el dolor emocional.
La búsqueda de alternativas y de soluciones a los motivos del sufrimiento, o la experimentación de nuevas experiencias, nos pueden ser de gran ayuda para enfrentar el dolor.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA