La manera de establecer disciplina a los niños en tiempos de divorcio suele ser un dilema: cuando la pareja está sufriendo un proceso de divorcio, padre y madre tienden a luchar por el poder sobre los hijos o juegan los roles del “policía bueno” versus el “policía malo”. Entonces existe la posibilidad de una laguna de autoridad que los niños podrían aprovechar a su favor para manipular o romper límites, lo que a la postre resultará problemático para todos.
La Disciplina
Establecer la disciplina es una de las principales responsabilidades de los padres, y éstos deben tener claro que no se trata de castigar o amenazar para que los hijos cumplan ciertas con tareas o conductas deseadas, sino para marcar los límites y reglas que les permitirán desarrollarse sanamente como personas.
Los padres, sobre todo aquellos que se sienten culpables por someter a los hijos a un proceso de divorcio, suelen creer que en momentos como éste en el que se vive una situación dolorosa se debe ser más laxos con la disciplina y los límites para no “hacer sufrir más a los hijos”. Lo que es un error.
Disciplinar es una expresión de amor de parte de los padres, puesto que es enseñar, fomentar y reforzar conductas adecuadas para su desarrollo personal y social apropiado, así como para evitar conductas perjudiciales. Por el contrario, una familia sin disciplina se convierte en un caos.
Disciplina y Divorcio
Ante el caos del divorcio, la falta de estructura y límites, aumenta la desorganización de todos los miembros e incrementa la inseguridad de los hijos.
Suele suceder que cuando los hijos se portan inadecuadamente, los padres desquitan sus propias emociones gritándoles, insultándoles e incluso pegándoles; o podrían ignorarlos para no aumentar la tensión y angustia; hay también quienes suelen culparse y ser demasiado permisivos.
Por otra parte, los padres divorciados compiten por el afecto de los hijos; temen que sus hijos los desplacen al preferir a su ex pareja, y la necesidad de no sentirse abandonados por los niños les impulsa a ser bueno, permisivos, condescendientes. Pero esta falta de disciplina los hijos se tornan inseguros, problemáticos, con baja autoestima.
Cómo establecer disciplina a los niños en tiempos de divorcio
No hay mejores formas de disciplinar a los niños más que con el ejemplo, reforzando las conductas positivas y debilitando las conductas indeseadas.
El ejemplo es la mejor herramienta educativa con que cuenta la familia; la forma en que los padres se conducen es la principal fuente de aprendizaje emocional, social y moral para los niños. A su vez, recordemos que los niños imitan a los adultos y por ello hay que ser conscientes de lo que transmitimos a cada momento.
Cuando los niños desarrollan conductas positivas hay que reforzarlas con un estímulo; a veces puede dárseles un premio, pero esto llevará a que el niño siempre haga las cosas por interés y no porque así debe ser. Por ello, el estímulo debe basarse en que se reconozca su conducta apropiada a través de palabras de aliento, halagos, etc.
Por su parte, las conductas negativas deben evitarse a través de las consecuencias. El comportamiento inapropiado no debe pasarse por alto, los límites deben estar claros y las consecuencias de los actos negativos también. Hay que describir con precisión cual es la conducta que se quiere erradicar y la consecuencia por realizarla.
No obstante, al margen de las estrategias de enseñanza positiva, los padres deben aprender a procesar sus emociones frente al divorcio y asumir su responsabilidad para disciplinar a los hijos.
Se debe tener claro que manifestar afecto y establecer límites en la educación no están peleados sino que son caras de la misma moneda, a lo que no deben renunciar los padres. Establecer un sano equilibrio entre ello, sin proyectar las propias emociones en los niños, permitirá lograr la armonía entre hijos bien cimentados en la disciplina y afectivamente equilibrados, donde el padre no tenga que temer por su cariño o abandono, o porque ellos prefieran a la ex pareja. Hay que asumir el temor frente a la responsabilidad de educar.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA