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Ejercer la autoridad paterna y establecer límites sanamente es un imperativo indiscutible. No hay opción. Como padres debemos ser no sólo la guía de nuestros hijos sino quienes marquen límites, conduzcan sus pasos e incluso quien sancione conductas inapropiadas si es necesario. Ser una autoridad es el destino de todo padre y madre; por el contrario, quien evade dicha responsabilidad por comodidad, por indiferencia o por evitarse conflictos, deja a sus hijos a la deriva.

Los límites que los padres no establecen con autoridad, presencia y amor en el momento oportuno y de la manera adecuada, los hijos los buscan por su propia cuenta. 

¿Para qué sirven los límites?

Éstos han de ser el marco de contención de la vida infantil durante el crecimiento y hasta que los hijos alcancen la madurez. En este marco los niños desarrollan su personalidad y autonomía, así como adquieren habilidades sociales y herramientas con que enfrentar al mundo.

Asimismo, los niños constantemente ponen a prueba esos límites como un mecanismo natural para desarrollar su identidad; los niños ensayan y comprueban los límites, tratando de hacernos desistir frente a éstos, por lo que ejercer la autoridad de manera firme y constante.

¿Cómo poner límites sanamente?

Tanto como existen diferentes maneras de ejercer la paternidad, también las hay para establecer límites. Para ello no hay fórmulas, mas puedes tomar nota de algunos puntos que pueden ayudar en este proceso.

Los expertos en pedagogía y crianza nos dicen que hay 3 puntos importantes para ello:

  1. Hablar claro: es asumir la forma más conveniente de expresarse para asegurarnos que los hijos escuchen.

La comunicación asertiva requiere que los padres hablen acorde a la edad de cada uno de sus hijos (no debe comunicarse igual con todos ya que los niños no son iguales). Además, elegir las palabras adecuadas debe acompañarse con lenguaje no verbal correspondiente a estas palabras.

“Cuando le hablamos claro a nuestros hijos ellos desarrollan la capacidad de pensar y de adaptarse a las distintas situaciones. Pero sobre todo encuentra el valor y sentido de muchas normas, criterios que orientarán su vida. Por eso las palabras para adquirir sentido deben estar apoyadas en actos, en acciones”. 

Por eso es fundamental hablar claro, comunicar lo que queremos con precisión y constancia, y como resultado de una decisión pensada y explicada. Esto debe estar adecuado a la edad y etapa de desarrollo.

Al poner límites con las palabras debemos:

  • Ser descriptivos acerca de los que queremos
  • Ser breves, persistentes y convincentes.
  • Hablar con un tono firme pero calmo.
  • Mirar a los ojos a los hijos.
  • Utilizar gestos no intimidatorios para dar mayor énfasis y fuerza a sus palabras.

Lo que NO debes hacer al hablar de límites con tus hijos:

  • No usar ambigüedades, pues no transmiten lo que queremos. Por ejemplo: ¡sé un buen chico!
  • No pedir comportamientos intermedios, pues sólo es una aproximación de lo que queremos. Una frase intermedia sería: trata de no ser tan mentiroso.
  • No hagan preguntas, pues no estamos esperando una respuesta sino un cambio de actitud. Evita frases como ¿cuántas veces te dije…?
  • No amenazar, pues poner límites no es terrorismo verbal ni abuso emocional
  • No etiqueten ni adjetiven, pues afectamos su autoestima. Ser es distinto de hacer. Por ejemplo: en lugar de decir “eres un mentiroso”, es mejor señalar con frases como “has dicho mentiras”. 
  • No exploten emocionalmente, las reglas deben ser puestas en un buen clima. No pueden surgir de un enojo ni de un desborde emocional.
  • No personalicen, a veces pensamos que nuestros hijos nos hacen las cosas a nosotros, por alguna motivación oculta.
  • No sermonearlos largamente, pues dejan de escucharnos.

2. Respaldar las palabras con hechos: enseña con el ejemplo. Los hechos hablan por sí mismos, demuestran la coherencia de nuestra autoridad paterna. Hace ver a los hijos que nosotros no nos dedicamos sólo a hablar sino que ejecutamos las acciones correctivas cuando es necesario. Estas acciones debemos tenerlas previstas como padres para responder cuando los hijos no escuchan ni obedecen.

 3. Establecer reglas de juego: es importante establecer en forma anticipada las reglas de juego, las cuales informan a los hijos claramente y de antemano, que tal conducta impropia provocará inevitablemente tal respuesta específica de los padres, así como una determinada consecuencia que deberá asumir.

Estas reglas pueden incluso ser pactadas entre padres e hijos. Cuando ambos establecen las reglas del juego como un acuerdo común se ayuda a que los hijos tengan más claros los límites, pero también a que sean consciente de ellos, se hagan de una responsabilidad asumida de manera propia, y tengan una conciencia de sus actos.

Y como ambos han pactado las reglas, también podrán pactar de manera común las sanciones cuando se violen estas reglas. De tal forma se deberán aplicar la medida correctiva planteada, pues los niños deben saber y experimentar que los actos que violan las reglas tienen consecuencias y deben responder ante ellas.

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