Apenas comenzaba el día cuando Octavio comenzó a sentir que le faltaba el aire, que no podía tragar saliva, tenía escalofríos y le hormigueaba el brazo; estaba seguro que le estaba dando un infarto. Pidió a su secretaria llamar a los servicios de emergencias y más tardaron en llegar los paramédicos cuando a él los síntomas le habían pasado.
Los expertos le dijeron que seguramente había sufrido un ataque de pánico, le recomendaron descansar, controlar los niveles de estrés y que si tenía un nuevo episodio similar consultar a su médico.
Avergonzado, Octavio no quiso creer que algo así pudiera ser “pánico”. Él era un hombre no sólo valiente, sino exitoso, trabajador, que hacía ejercicio, buen padre de familia, una pareja comprometida, buen amigo y su negocio —aunque exigente— iba viento en popa. Incluso tenía una vida espiritual satisfactoria, su vida era perfecta: ¿de qué iba a tener miedo, por dios?
Sin embargo, la siguiente semana estaba llegando al gimnasio cuando sintió que el piso se movía, que el corazón se le aceleraba aún sin haber comenzado una rutina de ejercicios, sintió en la frente un sudor frío que lo paralizó, quiso salir corriendo del lugar, pero ni siquiera eso pudo, sentía que iba a morir en el lugar.
Nuevamente el médico le dijo a Octavio que no tenía signos de enfermedad alguna, que seguramente padecía ataques de pánico. Lo que le puso en alerta, porque su vida comenzaba a verse alterada por el propio miedo a volver a pasar por otro episodio similar; incluso dejó de ir al gimnasio.
El médico le recomendó acudir con un profesional de la salud mental, y aunque de inicio Octavio se sintió ofendido porque lo creyeran “loco”, temiendo volver a pasar por una nueva crisis acudió a una sesión de psicoterapia.
Ahí Octavio se dio cuenta que los ataques de pánico no son un estado de locura, sino producto de los altos niveles de ansiedad, y pueden ser derivados del trastorno de ansiedad generalizada.
¿Qué es un ataque de pánico?
Un ataque de pánico se define como una experiencia de intenso miedo, que aparece de forma súbita y va acompañado de ciertos síntomas físicos. La crisis se inicia de forma brusca y alcanza su máxima expresión con rapidez —en un máximo de diez minutos— acompañándose de una sensación de peligro o de muerte inminente.
Para saber que se está atravesando por un ataque de pánico, una vez que se ha descartado cualquier otro padecimiento médico, hay que identificar al menos cuatro de los siguientes síntomas:
- Palpitaciones o elevación de la frecuencia cardiaca.
- Sudoración.
- Temblores o sacudidas.
- Sensación de ahogo o falta de aliento.
- Sensación de asfixia.
- Opresión o malestar torácico.
- Náuseas o molestias abdominales.
- Inestabilidad, mareo o sensación de pérdida de conciencia.
- Sensación de irrealidad o de estar separado de uno mismo.
- Miedo a perder el control o volverse loco.
- Miedo a morir.
- Sensación de adormecimiento y hormigueo.
- Escalofríos o sofocos.
Las personas que sufren ataques de pánico muy frecuentemente desarrollan ansiedad anticipatoria ante la posibilidad de tener nuevos ataques de pánico. Esto es, tienden a desarrollar “miedo al miedo”.
Esto trastoca la vida de las personas, las limita a hacer actividades que previamente disfrutaban, tienden a permanecer en sus casas y desarrollar agorafobia (miedo a los espacios abiertos), e incluso puede estar vinculado con la depresión.
Por ello es tan importante que quien padece ataques de pánico acuda con los profesionales de la salud, que podrán realizar un diagnóstico preciso y encausar un tratamiento adecuado según las necesidades de cada persona.
Sigamos con la historia de Octavio
Ciertamente la vida de Octavio parecía perfecta, todas las áreas estaban cubiertas: familia, negocios, gimnasio, hasta lo espiritual parecían marchar bien. Y quizá ese era el punto, Octavio estaban tan ocupado en cubrir todos los aspectos de la lista de una “vida perfecta” que la exigencia que eso representaba le estaba generando ansiedad.
Se dio cuenta que aun cuando todo parecía ir muy bien, no tenía tiempo suficiente para disfrutar de la vida. Que el tiempo se le iba en conquistar metas, pero no siempre se daba a la tarea de gozar y compartir con los demás; que más bien siempre estaba de prisa y estresado. Este fue el comienzo que lo llevó a sufrir los ataques de pánico.
Encontrar una solución a los ataques de pánico es un proceso individual que requiere de una guía profesional que permite a las personas con trastorno de ansiedad tener una educación respecto a su problema y desarrollo de habilidades para afrontar situaciones generadoras de ansiedad y los consecuentes ataques de pánico.
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JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA