El apego es el vínculo afectivo, especial y duradero, de un individuo experimenta ante aquello que le hace sentir confortado y protegido; que le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo. Generalmente nuestros primeros vínculos afectivos que motivan nuestros apegos son con los padres o cuidadores, con aquellos seres que nos hicieron sentir bienestar en las primeras etapas de la vida.
Este proceso es paulatino, vamos tejiendo vínculos a través del tiempo y debido a la experiencia que ello nos provoca aprendemos a relacionarnos con los demás. Es entonces cuándo aprendemos a crear vínculos afectivos sólidos con personas que cubren necesidades emocionales, que nos hacen sentir aceptados y protegidos. Y este proceso hasta cierto punto es normal, pues todos necesitamos estas redes afectivas que nos soporten.
Sin embargo, cuando estos lazos más que hacernos sentir bien son llevados al extremo y con ello generan, a largo plazo, una incomodidad, el apego resulta ser negativo o perjudicial.
Por lo general, las emociones llamadas negativas, como el enojo, la tristeza o la ansiedad, están asociadas con nuestra relación con los otros y la frustración que ello nos genera al no ver cumplidas nuestras expectativas. De tal forma nuestras emociones comienzan a depender de factores externos; es decir proyectamos nuestras necesidades hacia el exterior y buscamos fuera aquello que necesitamos para nuestro bienestar.
Al volcar nuestras necesidades hacia el exterior y depositar en otros aquellas cosas que aparentemente nos van a satisfacer, olvidamos que es dentro de nosotros donde nace el bienestar, a partir de nuestra interpretación positiva de lo que nos sucede (o de lo contrario, nos hacemos sufrir al interpretar negativamente lo que nos pasa).
¿Cuándo el apego comienza a ser negativo?
Cuando nos creemos que son los otros, u otras cosas las que nos brindarán bienestar, nos aferramos a ello; comenzamos una relación de dependencia que, seguramente, no nos dará paz ni bienestar.
El apego que nos causa ansiedad, desasosiego, malestar, nos deja vulnerables al cambio exterior. Es decir, lo exterior tiende al cambio constante y difícilmente nos permitirá tener la estabilidad que el apego debería brindarnos. Comenzamos un círculo vicioso: nos vinculamos con algo o alguien, nos apegamos, disfrutamos el confort de su presencia en nuestra vida, generamos expectativas, nos decepcionamos cuando la situación cambia o no se cumplen nuestras expectativas. Ello nos lleva al sufrimiento emocional, y por ende a buscar otra cosa que nos brinde confort, pero en el exterior de nosotros.
El problema surge cuando olvidamos que el origen de esas cualidades están en realidad en nosotros mismos, no en las cosas o personas de las que nos hemos aferrado. Comenzamos a experimentar cierta dependencia, y no logramos hallar la paz cuando nuestros objetos de apego están ausentes. Nos hemos situado en un lugar de completa vulnerabilidad, ya que todo lo externo tiende al cambio constante.
Entramos en un ciclo interminable: primero nos identificamos con una situación o persona, nos apegamos, disfrutamos en su compañía, y luego indefectiblemente nos decepcionamos ya que la situación cambió, o la persona no nos dio lo que esperábamos.
El apego negativo trae consigo sentimientos de inferioridad, abatimiento y frustración.
¿Cuáles son los signos de un apego negativo?
- El individuo que sufre el apego siente la necesidad imperiosa de estar con el objeto de su apego durante la mayor parte del tiempo y entonces establece mecanismos de control sobre éste.
- Un apego negativo, que no satisface nuestras expectativas, genera tristeza, frustración, ira y agresividad cuando el objeto del apego no es recíproco frente a las exigencias de uno.
- Si la felicidad se fundamenta en el otro, si para ser feliz se cree que es imprescindible la presencia de otro en nuestra vida diaria y sin éste no se puede vivir, entonces el apego se convierte en dependencia.
- Cuando la rutina y la vida cotidiana cambia en función del objeto del apego y se deja de ser funcional en el cotidiano el apego está dañando tu existencia.
- Las decisiones giran en torno al sujeto/objeto de tu apego y dejamos en manos de otros nuestra capacidad de actuar.
El que se apega además de todo tiene una “ganancia” emocional, que es la posibilidad de atribuir a otros su propio destino, deslindándose de toda responsabilidad de sí mismo. Pero al final, todo apego mal sano nos impide avanzar.
Por el contrario al apego, podemos tener una relación (de pareja) saludable. Si quieres conocer al respecto, no te pierdas este artículo ¿Tengo una relación de pareja saludable?
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