En este Día Mundial de la Libertad te cuento cómo lograr la libertad emocional y asumir el control de lo que sientes sin imposiciones ajenas.
Este 23 de enero se celebra el Día Mundial de la Libertad, un tema complejo que puede hacernos debatir si realmente existe la plena autonomía de las personas o estamos determinados por nuestras circunstancias.
Especialmente causa controversia cuando hablamos del área emocional, pues lo que sentimos muchas veces está enmarcado por las experiencias, las creencias limitantes, los mecanismos de defensa y todo el bagaje sentimental que hemos acumulado desde la infancia.
Aunque esta conmemoración tiene origen en un tema político vinculado a la esclavitud, los prisioneros de guerra y el control del Estado sobre los individuos. No hay peor control individual que la falta de libertad emocional. Es por ello que aprovecho este día para hablarte al respecto.
¿Qué es la libertad emocional?
Generalmente, cuando hablamos de libertad consideramos que se trata de hacer lo que nos venga en gana. Y no es, pues ésta siempre sujeta a los derechos de terceros. Como señala la sabiduría popular: tú libertad termina donde comienza la mía.
En el terreno de lo emocional, es un concepto estrechamente vinculado al crecimiento personal, e implica, por encima de todo, desarrollar competencias en materia de inteligencia emocional. Esto significa saber gestionar nuestros sentires y defendernos, sin lastimar a los demás en el camino.
Ser libres emocionalmente implica, de igual forma, no temer ser nosotros mismos, expresarnos y cuestionar aquello que nos daña; esta condición debe llevarnos a la autodeterminación y la plenitud.
Cómo lograr la libertad emocional
Por supuesto que se dice fácil, pero en un mundo en el que nos vemos sometidos a prejuicios, exigencias sociales y complejas formas de vincularnos afectivamente, adquirir libertad emocional suele ser complejo, pero no imposible.
Aquí algunas claves para lograrlo:
1. Reconócete un ser emocional
Una de las grandes dificultades para vivir sanamente nuestra emocionalidad es reconocer que sentir está bien y es correcto. No importa el tipo de emociones que sientas (recuerda que no hay clasificación negativa o positiva). Date la oportunidad de sentir: lo mismo las sensaciones corporales como el estado de ánimo.
2. Deja de reprimir tus emociones
Somos seres emocionales, el paquete de nuestra humanidad viene con todo tipo de emociones incluidas. Por lo tanto, la siguiente clave para la libertad es no reprimir lo que sientes. ¡Qué más libertad que dejarte sentir!
Claro que se trata de que las emociones fluyan, pero no sean un obstáculo para la vida ni para tus relaciones. Se trata más bien de practicar una adecuada madurez en la que no tengamos que callar lo que necesitamos y merecemos.
De la mano a ello está el entender el origen de tus emociones y gestionarlas prudentemente.
3. Habla en primera persona
Al hablar de emociones, no se puede hablar de otra manera que desde el YO. Yo siento, a mí me pasa, yo tengo esta sensación. Ello nos desvincula de responsabilizar a otros de nuestras emociones.
Dejemos de decir “me hiciste sentir” y digamos “yo siento”. Aunque es muy tentador hacer responsable a los demás de lo que estamos sintiendo, no sólo nos resta responsabilidad afectiva sino también nos impide la libertad, pues nos hace dependientes de otros.
Igualmente, hablar en primera persona nos valida, nos recoloca frente al otro y nos da poder. ¡Inténtalo cada vez que quieras expresar lo que sientes!
4. Pon límites
La libertad emocional requiere que sepamos poner límites, pues estos son la barrera esencial para impedir que los demás sobrepongan su voluntad a la tuya. Qué mayor libertad que poder decir NO sin sentir culpa.
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Poner límites es expresar claramente a los demás qué necesitamos, qué queremos y también aquello que no estamos dispuestos a tolerar. Es marcar fronteras que no queremos que sean cruzadas por los demás porque (muy importante) es una barrera de autoprotección.
Los límites nos permiten ponernos a salvo de abusos y chantajes. Así que está bien poner límites, porque estos no son egoísmo (como quienes se benefician de nuestra falta de límites creen), los límites son autocuidado.
5. Toma decisiones
¿Para qué se quiere ser libre si no es para tomar decisiones? Tomar decisiones es una manera de ser libre, pues plantea que se tienen opciones, que se puede determinar el rumbo de nuestra vida y encaminarse a las metas deseadas.
Quien no toma decisiones no avanza. Y está bien ser indecisos o tener un poco de miedo en ciertos momentos, pero no podemos quedarnos toda la vida en el mismo sitio, porque la inmovilidad es igual a falta de crecimiento.
Tomar decisiones asusta porque implica renunciar a otras cosas, porque tarde o temprano nos daremos cuenta si nos equivocamos o no. La incertidumbre nos causa terror, pero no decidir tampoco nos lleva a ningún lado y nos ata.
Si te sientes incómoda en el trabajo y ya no eres feliz, haz un plan para cambiar de trabajo; te gusta ese muchacho, díselo (lo más que puede pasar es que te diga que no, pero también te puede decir que sí). Quieres hacer un viaje en solitario, planea la ruta y evalúa tus opciones. Si ya no quieres estar casada, gestiona esas emociones, analiza tus motivos y actúa en consecuencia (puedes acudir a terapia de pareja, incluso para concluir sanamente la relación).
Te superan las emociones, tienes heridas profundas: decídete a sanar y no esclavizarte al dolor.
Tú eres responsable de tu vida y de tus emociones. tú decides cómo sentirte.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA