Este es un buen momento para honrar a nuestros muertos para sanar y dejar de seguir patrones de un destino que no nos corresponde.
Estamos por celebrar el Día de Muertos, una tradición mexicana que cada vez se extiende gracias a la presencia de connacionales en todo el mundo. Su empeño en preparar un altar de muertos, decorar la casa con calaveras o visitar los panteones donde han enterrado a sus seres queridos, es un legado indeleble ya muy conocido.
Con las llamadas “ofrendas”, en las que se colocan los platillos y postres preferidos del difunto, así como una bebida, pan de muerto, velas, flores y demás símbolos ancestrales, honramos a nuestros muertos y les esperamos de vuelta, al menos por una noche. Una manera de mantenerlos vivos en el recuerdo.
Pero más allá de colocar un altar y una ofrenda, el Día de Muertos nos da oportunidad de tomar a nuestros ancestros, honrar su vida y asumir nuestra herencia.
Herencia familiar
Nuestro sistema familiar es una historia de herencias, no solo genéticas, de rasgos físicos o de bienes materiales; de quienes nos antecedenten, incluso que han muerto hace tiempo, recibimos por herencia manías, miedos, proyectos inconclusos, impulsos inconscientes, etc. Es el legado emocional que nos han dejado los ancestros.
Cuando analizamos nuestro árbol genealógico, comprendemos que aquellos que nos antecedieron, tuvieron una historia que dejó huellas en el camino y quienes les sucedemos vamos siguiendo esas huellas, a veces de forma inconsciente, hacia el mismo destino. De ahí tan importante cuestionarnos al respecto.
Preguntemos a la historia de familia respecto a “nuestros muertos”:
- ¿Qué caminos construyeron y qué otros destruyeron nuestros ancestros?
- ¿Qué decisiones positivas o negativas tomaron?
- ¿Llevaron a cabo sus talentos?
- ¿Honraron a sus padres?
- ¿Fueron excluidos por ser diferentes? ¿Se les aceptó fácilmente en la familia?
- ¿Resolvieron todos sus conflictos en vida o los complicaron más?
- ¿A quién de la familia se parece más en temperamento, acciones y actitudes?
Al respecto, también preguntémonos: ¿estamos repitiendo los mismos patrones que quienes ya no están en vida?
Honrar a nuestros muertos para sanar
Una vez conscientes de quién es quién en nuestro árbol genealógico, podremos asumir la historia, develar sus secretos, identificar patrones que se repiten de generación en generación y, luego, sanar todas esas heridas sistémicas.
Este tiempo es una oportunidad para observar, con amor y respeto, nuestro linaje. Entender lo que nos antecede, de dónde venimos, quiénes estuvieron antes, qué hicieron con los recursos que tenían.
Reconocer su historia, que es parte de la nuestra es el siguiente camino. Tomarlos como parte nuestro, con respeto, sabiendo que hicieron lo mejor que pudieron con los recursos que tenían en el momento: sin juzgarlos.
Este es un proceso sagrado e importante para no repetirnos y a la vez honrar a nuestros antepasados. Al reconocer su historia, podemos honrar su vida, al nosotros decidir hacerlo diferente o de una mejor manera.
“A quienes mueren se les lleva en el corazón. Se les ama, se les agradece y se les honra”, dice Bert Hellinger, padre de las Constelaciones Familiares.
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