La moda emocional: cuando parece que hay emociones que están de moda y otras que están mal vistas.
Nacimos para ser felices.
El que se enoja pierde.
Tú siempre puedes.
Empodérate.
Tengo ansiedad.
Hay frases que se repiten con frecuencia en las redes sociales y que parecerían el reflejo de una tendencia a considerar ciertas emociones como las apropiadas y otras no. A veces pareciera que hay estatus emocionales que están de moda, son bien vistos y lo demás está descalificado: como el enojo o la impotencia.
El espectro de las emociones es amplísimo. Cada una (miedo, enojo, alegría, tristeza) tiene sus matices, son más o menos intensas, y todas ellas tienen un mensaje de vida para nosotros. Ninguna es adecuada o errónea, positiva o negativa, sólo son emociones que responden a cada momento de la vida como un mecanismo de adaptación que la naturaleza nos dotó.
No obstante, en la actualidad el mensaje global pareciera que nos da permiso de sentir solo algunas y las otras hay que… ¿qué hay que hacer con ellas? ¿Evadirlas? ¿Esconderlas? ¿Es que ya no están de moda?
Las emociones han sido una guía para nuestros antepasados en su manera de responder a las exigencias del entorno. Y nosotros, tan civilizados, nos vemos desbordados en innumerables situaciones por nuestra incapacidad de gestionar esas emociones o por deber ocultarlas.
La moda emocional
Claro que señalar que ciertas emociones están de moda, y otras no, parece un absurdo; pero por absurdo me permite llamar la atención hacia esta imposición ajena de “estar bien siempre”. Aunque existen, son muy pocos los espacios en los que podemos afirmar que sentirnos mal es normal, que podemos darnos “permiso” para hacernos bolita en la cama y cubrirnos con la sábana un día que todo parece atroz.
Están los partidarios de la felicidad y el optimismo extremo, que pueden resultar tóxicos. Precisamente, la positividad tóxica se refiere a la imposición de un pensamiento positivo como la única forma de solución a los problemas, exhortando a que las personas eviten o nieguen pensamientos negativos y no expresen emociones incómodas.
Una exigencia que, sin duda, nos empujará a una falsa idea de felicidad y satisfacción, orillándonos a esconder nuestro real sentir por miedo a que otros nos censuren. Etiquetas como tóxico, estás vibrando bajo, mala onda, aguafiestas, etc., son la nueva letra escarlata que amenaza con aislarnos, porque nadie quiere a alguien que se queja o reclama un poco de atención emocional.
Intentar experimentar sólo felicidad a toda costa termina siendo, no sólo difícil, sino doloroso y extenuante. Y aunque la psicología positiva nos ha señalado que tener esta actitud nos reporta beneficios tanto para la salud física como mental, también implica un cambio de consciencia y de nuestra forma en que abordamos cada momento de la vida.
Aunque resulta tentador pensar que podemos elegir qué emoción sentir, lo cierto es que no funciona así.
Una actitud positiva frente a la vida conlleva un compromiso con nosotros mismos, orientado a alcanzar nuestro bienestar emocional, y no a satisfacer las demandas de la sociedad actual.
¡Ve a terapia!
¡Ve a terapia! Es otra frase que, por cierta, no la hace más amable. Para asistir a una sesión de psicoterapia se requiere que confluyan ciertos aspectos para tener resultados positivos. La sentencia de mandar a alguien a terapia que no está preparada para ello no es útil, es estigmatizante e incluso puede ser ofensiva si la contraparte no tiene claridad de lo que trata.
Pero parece que las terapias —de múltiples corrientes— también están de moda. Sí, es importante atender nuestras necesidades emocionales, pero ello no obliga a nadie. La superioridad moral con la que el que “está bien” manda a terapia al que no está tan bien es un agravante para el malestar del segundo y no soluciona nada.
Hablar de salud mental está de moda.
Sin embargo, el tema continúa rodeado de cierta estigmatización porque aún no hemos aprendido a hablar abiertamente y procurarnos apoyo.
Ir a terapia no está de moda, es necesario hacerlo, aunque cada uno lo debe hacer en su momento. Porque reprimir las emociones para ocultar las “negativas” no favorece la salud mental de nadie; a lo que hay que recurrir es a la gestión de las emociones de la mejor manera posible.
Acudir al profesional que nos guíe no debe ser visto como el recurso emergente, sino como un proceso de sanación al que nos encaminamos cuando las emociones nos superan o nos desbordan. Un camino que hay que andar de manera voluntaria y consciente, con un objetivo definido; hallando en el psicoterapeuta una herramienta hacia la meta, no sólo un confesor.
Durante el primer año de la pandemia de Covid 19 se habló mucho sobre la salud mental, especialmente por los cuadros de ansiedad que el confinamiento y el miedo causó en mucha de la población, pero hoy hemos recobrado el equilibrio de la conversación al respecto y te puedo decir que a terapia va el que lo siente necesario y lo quiere hacer, ello para que sea un proceso efectivo.
Mientras que las emociones no están de moda, sólo es que nos cuesta lidiar con ellas.
JORGE DOMINGUEZ | PSICOTERAPIA