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Siempre podemos encontrar lo bueno y lo malo de la lealtad familiar de acuerdo a cómo nos afecta para el cumplimiento de nuestros planes de vida.

De alguna manera la lealtad es un lazo que nos mantiene dentro del orden familiar, nos genera la sensación de seguridad, de que pertenecemos a un grupo que nos respalda si así lo necesitamos. No obstante, así como la lealtad puede significar un apoyo de nuestro núcleo afectivo, también puede significar una atadura ciega que nos somete a un destino que no elegimos.  

La lealtad en la familia tiene un aspecto positivo, pero también puede tener un lado negativo. 

¿Qué es la lealtad? 

Si recurres a un diccionario encontrarás una definición común: “La lealtad es el cumplimiento de aquello que exigen las leyes de la fidelidad y el honor. Es una virtud que se desarrolla en la conciencia y que implica cumplir con un compromiso aun frente a circunstancias cambiantes o adversas. Se trata de una obligación que uno tiene para con el prójimo”. 

Así entendida, parecería que la lealtad es sometimiento a la voluntad ajena. Pero desde el punto de vista psicológico, la lealtad es un concepto que nos ayuda a profundizar en las relaciones personales; es ser honestos con los demás y con nosotros mismos.  

Las personas leales se rigen por un código siempre en sintonía con sus valores, pero también a partir de un compromiso de respeto hacia el otro, sin mentiras ni actitudes interesadas. Ser leal es ser congruente; así como sentir cercanía y seguridad. 

Igualmente, dice el diccionario: lo contrario a la lealtad es la traición.  

Lealtad en la familia 

Pertenecer a una la familia nos hace sentir protegidos, apoyados y seguros en el entorno que vivimos. Necesitamos sabernos dentro de un grupo que nos dará la fuerza para enfrentarnos a la vida, sabiendo que nos van a responder si así lo necesitamos. La lealtad es ese vínculo que tejemos en la familia para afianzar los lazos de pertenencia y sostén.  

Lealtad es ese vínculo que nos une a la familia, especialmente con nuestros antecesores (padres y abuelos), los lazos que tejemos con ellos se consolidan con la fidelidad, el honor, la gratitud y el cuidado.  

La lealtad de una familia descansa sobre la confianza, el mérito, el compromiso y la acción. 

Nuestras familias se asientan, justamente, en la lealtad; entendida también como una serie de valores comunes —que hemos heredado generacionalmente— que definen las conductas que se esperan de nosotros. Valores que se han incorporado en la conciencia familiar.  

Este es el lado negativo de la lealtad en la familia: el compromiso que debemos cumplir con ésta, aun cuando no sea coherente con nuestros deseos y aspiraciones; pero que es vista como una obligación.  

Lo bueno y lo malo de la lealtad familiar 

Como hemos visto antes, la lealtad familiar es positiva cuando nos permite tejer lazos de confianza con los demás miembros de la familia, pero también tiene su lado negativo o restrictivo, cuando se trata de cumplir expectativas de otras personas.  

No cumplir con los mandatos familiares, obligaciones o compromisos, implica no conseguir la aprobación y apoyo de nuestros seres queridos. Éstos podrían interpretarlo como una traición y hasta podrían generar nuestra exclusión del sistema. Pero esto deja claro que la relación con la familia podría tornarse tóxica.

Ante el reclamo de deslealtad del sistema familiar, es muy probable que aparezca la culpa. La culpa es el mecanismo por excelencia por el cual se mantienen los lazos desde la obligación; es el motivo por el cual no nos liberamos del destino familiar: nos sentimos culpables de dejar al clan, especialmente porque fue éste quien nos acogió y dio apoyo.  

Esta lealtad familiar invisible puede convertirnos en seres vulnerables al chantaje y manipulación si hay intereses de por medio de parte de un miembro de la familia. Sin embargo, una lealtad que implique un compromiso puede también generar frustración pues limita el desarrollo individual.  

Algunas de las consecuencias de una lealtad no saludable pueden ser:  

  • Asumir el rol de padre o madre de nuestros padres 
  • Dejar nuestra vida para cuidar de los otros. 
  • Cubrir las necesidades que nuestros abuelos no cubrieron con nuestros padres. 
  • Asistir a reuniones familiares, aunque no queramos. 
  • Trabajar en la empresa familiar para mantener el legado. 
  • No conseguir éxito profesional porque hay grandes fracasos económico en la familia. 
  • No conseguir relaciones de pareja por no traicionar a la familia. 

Estamos frente a situaciones de lealtad insana cuando:  

  • No podemos salir de cierta situación. 
  • No sabemos para qué hacemos las cosas. 
  • Repetimos historias y patrones sin motivo.  
  • Hacemos cosas desde el compromiso y no la libertad.  
  • Vivimos desde la culpabilidad 

Ser leales con nosotros mismos 

Consideremos que no por tratarse del orden familiar quiere decir que la relación sea sana. Hay que trabajar en ella para sanar ese vínculo y, a la postre, ser leales con nosotros mismos. Pero, cuando la lealtad hacia el otro se pone en primer lugar, lo que hacemos es ir en contra de nuestra propia lealtad y congruencia interna. 

No ser leales con nosotros mismos implica renunciar a lo que somos, a nuestros anhelos y plan de vida. Por el contrario, cuando nos brindamos lealtad somos plenos y más seguros, pues estamos coincidiendo con lo que somos y queremos ser.  

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