La relación entre hermanos establece el primer vínculo entre iguales, nos enseña a compartir, a hacer alianzas; con los hermanos se viven momentos de solidaridad y empatía, así como se desarrolla el amor por los iguales.
Tener hermanos enseña a que no eres el centro del universo, a la vez que se aprende sobre la rivalidad fraterna. Gracias a esta relación, aprendemos sobre justicia, cooperación, amabilidad y cuidado.
El amor entre hermanos suele ser uno de los más profundos que sentiremos a lo largo de nuestra vida, aunque mucho depende de que este vínculo se fomente desde la infancia.
¿Cómo fomentar el vínculo entre hermanos?
Los padres y cuidadores son encargados de la construcción de los vínculos entre los hermanos. Desde temprana edad deben establecer las bases de una buena relación, equitativa, justa, de respeto y cariño. Esta relación, no obstante, debe partir del ejemplo que los padres den y cómo ellos mismos se vinculan con los hijos.
Algunas claves para guiar a los hijos en tener buenas relaciones entre ellos son:
Evitar las comparaciones
Valora a cada uno de los hijos por sus cualidades individuales, acepta la personalidad de cada uno y no hagas juicios de valor que lleven implícita una comparación entre ellos. De esta manera no sentirán recelo ni envidias entre ellos.
Hacer equipo
Esto puede ser una excelente forma de generar un clima de colaboración en la que, aun teniendo metas diferentes, los hermanos trabaje en conjunto apoyándose mutuamente.
Equilibrar la convivencia con los padres
Los padres deben procurar dedicar tiempo y convivencia de manera equitativa en tiempo y calidad a todos los hijos por igual (juntos y por separado). Igualmente se debe respetar el tiempo de cada uno, y hacerles respetar ese tiempo.
Si uno de ellos pide atención cuando los padres atienden a otro, es recomendable que se dejen claro que él tendrá su propio tiempo y debe respetar el de su hermano.
Tener un espacio propio
Aunque tengas una casa pequeña, brinda a cada hijo un espacio donde puedan expresarse de manera individual y otro para que puedan convivir todos juntos. Esto fomentará una individualidad lejos de las dependencias emocionales, pero también tendrán oportunidad de compartir.
De igual manera, los hermanos requieren convivencia entre ellos sin la presencia de los adultos, así se fomenta la complicidad y el cuidado que consolida los vínculos fraternos. Además de que se disuelven las posibles rivalidades.
Fomentar la comunicación asertiva
En la convivencia familiar será normal que los niños hablen queriendo llamar la atención de los padres. Sin embargo, hay que hacerles ver que es importante aprender a escuchar, respetar el tiempo de comunicación de los otros, respetar los turnos y no interrumpir.
Vivir sin secretos
Es importante hacer que los hijos sean partícipes tanto de los problemas como de las alegrías y demás vivencias de cada uno de ellos. Evitemos vivir ocultando información o guardando secretos que tarde o temprano podrían salir a la luz y causar conflicto.
No evitar el conflicto
Es normal que los hermanos peleen, los padres no deben regañarlos por ello. Es importante que los conflictos fluyan y que los padres ayuden a gestionar los pleitos entre los hermanos: encontrar soluciones conjuntas y practicar la comunicación asertiva.
El papel de los padres es de mediador, escuchando la versión de cada hermano y haciendo que se sientan comprendidos.
Reconocer sus emociones
Los adultos solemos minimizar aquellas cosas que aquejan a los niños o los motivos que los llevan a discutir. Lo ideal es que tomemos en serio lo que siente, las diferencias, los conflictos y frustraciones por las que pasan los hermanos y, de igual forma, ayudarlos a gestionar lo que sienten desarrollando inteligencia emocional.
Cuando las relaciones entre hermanos han rebasado límites y los conflictos pueden llevar a un estado extremo, es oportuno acudir con un profesional que les guíe en el proceso de la reconciliación.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA FAMILIAR