Tú como Sarah, la protagonista de nuestra historia, podrías preguntarte “por qué estoy preocupada todo el tiempo”. Aquí te doy una razón y te digo cómo salir de esta condición.
No pasaba una hora de que el marido saliera rumbo al trabajo cuando Sarah ya estaba llamándole por teléfono. Lo mismo sucedía con los hijos cada mañana. ¡Hasta al perro tenía que revisar constantemente para asegurarse de que se encontraba bien!
Que la comida estuviera a tiempo, que la cuenta de banco no fuera vaciada por un hacker cibernético, que la madre no enfermara, que la fruta no se pudriera prematuramente, que su marido no perdiera el trabajo, que el cartero no se robara la correspondencia, que el auto no se quedar sin frenos, que el hijo no enfermara, que la hija no se extraviara por “un mal camino”. Que las amigas no se enfadaran, que el primer ministro no incrementara los impuestos… que la ropa estuviera bien lavada y que su peinado nunca fallara.
Sarah llevaba a cuestas una larga lista de preocupaciones, muchas de ellas totalmente infundadas y fuera de la realidad. Pero para ella eran una realidad posible, que le impedía dormir y le quitaba el apetito.
Había llegado a un momento que requería atención de un profesional, pues padecía preocupación patológica.
Por qué estoy preocupada todo el tiempo
La preocupación es una condición natural que produce desasosiego, inquietud o temor, y que se produce ante una situación difícil o se busca resolver un problema que nos hace sentir amenazados. Sin embargo, cuando esta sale de control puede considerarse patológica, especialmente cuando la preocupación es por sucesos de baja probabilidad o damos vueltas a problemas sin resolver nunca.
Preocuparse en demasía llega a ser un componente más de la ansiedad y se le considera un signo característico para el diagnóstico del trastorno de ansiedad generalizada, que conduce al bloqueo momentáneo de la conducta, o impulsa conductas de evitación o huida anticipadas.
Mecanismo de evasión
Y es que la preocupación también puede ser un mecanismo de evasión. Al preocuparnos buscamos evitar acontecimientos negativos y prepararnos para lo peor frente un problema. Pero en muchas ocasiones, la preocupación se vuelve una obstinación para evitar cualquier obstáculo o dificultad, un método para evitar experimentar emociones desagradables, desafía la lógica de la regulación emocional efectiva y del bienestar psicológico.
Igualmente, la preocupación excesiva es producto de nuestra incapacidad de tolerar la incertidumbre.
Aquí encontramos una confrontación entre la preocupación adaptativa, que busca y pone en práctica soluciones, y la preocupación desadaptativa que no se enfoca en la solución sino en la propia preocupación.
¿Para qué utilizamos la preocupación?
Si te preocupas por qué estoy preocupada todo el tiempo, comienza analizar para qué te sirve esta mortificación, qué ventaja pudiera darte.
Para muchos, existen una clara posición sobre lo inútil que es preocuparse, que lo importante es ocuparse del problema y solucionarlo. Sin embargo, cuando se trata de la preocupación patológica como un mecanismo de evasión, se puede considerar que podemos sacarle provecho pues la utilizamos como:
- Distracción de otros problemas en los que no se quiere pensar.
- La preocupación como método de auto-perfeccionamiento.
- Pretender encontrar una mejor forma de hacer las cosas.
- Intentar tener mayor control sobre las cosas y la propia vida.
- Prepararse por si ocurre y prepararse para lo peor.
- Evitar disgusto, sentimientos de culpabilidad.
- Impedir que ocurran cosas negativas.
Las ideas cíclicas de la preocupación
Una preocupación patológica puede generar círculos viciosos, pues sentirnos de tal forma es visto, la mayor de las veces, como algo negativo. Se cree, por ejemplo, que la preocupación es incontrolable “no puedo dejar de preocuparme”, lo que tiene que ver con la relevancia de aquello por lo que nos preocupamos y el lugar que ocupa en nuestra vida.
La preocupación también se percibe como algo peligroso: nos enferma, nos vuelve locos… Igualmente, se teme perder el control sobre las preocupaciones. La preocupación excesiva se ve reforzada por creencias erróneas, positivas y negativas. Se vuelve cíclica a causa de ello.
¿Cómo identificar si la preocupación es patológica?
- La preocupación patológica se caracteriza por ser subjetiva, incontrolable y constante.
- Dificulta establecer prioridades en nuestra atención. Nos complica definir sobre qué problemas tienen prioridad inmediata y cuáles no.
- Impide la conciencia y vivencia emocional de potenciales amenazas aún por resolver y en preparación.
- Disminuye la motivación para hacer frente a las dificultades.
- Hace sentir ansiedad y miedo.
¿Qué hacer con la preocupación excesiva?
Algunas claves básicas para preocuparse menos son:
- Centrarse en solucionar lo que esté en las manos.
- No evitar las reacciones emocionales. Las anticipaciones, como producto de las preocupaciones excesivas, generalmente superan en gravedad y amenaza a lo que serían en realidad.
- Enfrentar las emociones desagradables, aunque sean tan incómodas. Una vez superadas y solucionadas las situaciones que las evocan, nos dan mayor confianza personal y satisfacción.
- Pensar lo peor de una situación es sólo una opción. No te quedes ahí, contempla más enfoques y perspectivas posibles.
Deja de preguntarte por qué estoy preocupada todo el tiempo y ponte en acción para vivir con mayor libertad.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA