Lo que pasa cuando los niños perciben una madre ausente se manifiesta en un síndrome en el que el pequeño perderá su autoconfianza.
Las neurociencias nos advierten que si el cerebro humano pierde contacto con la madre durante los primeros años de vida se reduce la capacidad de llorar en la adultez, lo que merma la capacidad de expresar emociones en las personas.
Sin embargo, esta afectación no es la única cuando el vínculo de madre y bebé se diluye de forma temprana. Este lazo depende de un instinto biológico que se da en luego del nacimiento y garantiza la supervivencia del recién nacido.
Aunque no sólo se trata de los primeros meses de vida, la presencia de la madre en toda la infancia es fundamental para proveer al individuo de cierta estabilidad afectiva social. Y aquí hablemos tanto de la presencia física como de la emocional.
El apego positivo
La psicología nos habla de lo fundamental que es el apego en el desarrollo emocional del niño. Un vínculo afectivo que el niño establece con un núcleo pequeño de personas con las que busca proximidad y contacto con el fin de sentirse seguro.
Por lo común, el principal apego del niño es con la madre, surgido desde el momento del parto. Conexión que se trama a partir de los cuidados que la madre brinda al pequeño y que van a propiciar, desde un punto de vista emocional adecuado, el aprendizaje progresivo de conductas autónomas.
Apegos similares se generarán con el padre, los cuidadores e incluso profesores durante la etapa escolar inicial. Estas figuras presentes en la vida emocional del niño le permiten contar con un ambiente de adaptación propicio para su correcto desarrollo afectivo. Esta red de vínculos le permite mantener seguro incluso en caso de que la madre se ausente.
La ausencia de la madre
Hoy en día, que el niño cuente con una red de apoyo emocional se hace vital, pues la incorporación de la madre a la vida laboral, los horarios de trabajo y demás responsabilidades fuera de casa, dificultan fortalecer de forma sana la relación afectiva del niño.
La ausencia física de la madre puede paliarse con la compañía de otros adultos, pero también hay que tomar en cuenta que la ausencia emocional afecta el apego positivo, especialmente porque la madre no puede conectar con los hijos.
De tal forma, cuando falta atención y dedicación de la madre hacia el hijo es carente de emotividad al faltar la atención, el tiempo de calidad, la aceptación, la confianza y las palabras de estima que deben brindar los padres.
Qué pasa cuando los niños perciben una madre ausente
Cuando el niño percibe a su madre distante emocionalmente e incluso de una forma negativa, distante e inaccesible, se genera el síndrome de la madre ausente. Frecuente cuando no se pasa tiempo suficiente con ellos o se deja su cuidado a otra persona, aun cuando la madre esté presente.
El vínculo entre la madre y el hijo se rompe y surge una relación distante, fría que provoca en el niño profundas secuelas emocionales, como las siguientes:
- Sentimiento de rechazo. El niño considera que no recibe lo que necesita por parte de la figura de apego y se siente enfadado, traicionado, defraudado y solo.
- Problemas de nutrición. El niño suele expresar su sentimiento dejando de comer, si esto se prolonga el pequeño verá mermada su salud física por falta de nutrientes.
- Problemas de salud. Hay estudios que demuestran que los niños con carencias emocionales se enferman de manera habitual.
- Conductas de riesgo con las que el niño consciente o inconscientemente pretende llamar la atención.
- Falta de motivación, por lo que el niño deja de interesarse en actividades varias, desde el aprendizaje hasta la participación en el juego.
- Dependencia afectiva. Ante la ausencia de la madre, el niño no ha aprendido las habilidades sociales necesarias para poder solucionar sus problemas.
- Baja autoestima. Al sentirse rechazado por la madre el niño tendrá un bajo autoconcepto y ello provocará una autoimagen negativa que afectar su autoestima.
- Deficiencia en la comunicación. El niño llora y usa las rabietas continuamente para pedir lo que cree que necesita.
Estos problemas se reflejan en la infancia, pero pueden durar hasta la edad adulta. Si ocurre esto y resulta problemático para llevar una vida con normalidad es indispensable que se consulte con especialistas para buscar ayuda.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA