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Aunque los padres y cuidadores podamos esforzarnos por inculcar a los niños la verdad y evitar que digan mentiras, los pequeños tienden a mentir por diversas razones que no tienen que ver con una valoración moral.  

Para los niños, decir la verdad o una mentira va más allá del bien y el mal, no ven la vida en blanco y negro; más bien son prácticos y se adaptan a las circunstancias. 

A medida que crecen los niños van distinguiendo la realidad de la fantasía y así también van diferenciando el uso de la mentira y la verdad, utilizándola dependiendo del daño o el beneficio que les provee. 

La posibilidad de que un niño comprenda las consecuencias de una mentira o manipulación y controlar una situación mediante una mentira, está ligada a la fase del desarrollo en la que se encuentre su cerebro.  

Y aunque tener la capacidad de elaborar mentiras y mentir son dos cosas distintas, es importante que los padres seamos conscientes de lo que la mente de un niño es capaz de hacer. Identificando las motivaciones se podrá determinar cuál debería ser la consecuencia frente a las mentiras de los niños.  

Entre la verdad y la mentira 

Por lo general los niños mienten para evitar un castigo, para sentirse a salvo o defenderse frente a la reprimenda cuando cometen un error. Sus mentiras no suelen ser con dolo, no pretenden lastimar a otros sino protegerse. 

En sentido contrario, los niños asumen la mentira como una traición, especialmente si la reciben de sus padres.  

La psicóloga Victoria Talwar, de la Univesidad McGill en Canadá, realizó el estudio de la moralidad de los niños, con una muestra de 100 individuos, de entre seis y 12 años.  

Uno de las primeras conclusiones es que los niños dicen mentiras por el ejemplo de sus padres. De acuerdo con ello, se considera que los niños reciben el mensaje de los padres sobre que no deben mentir y que la mentira es mala, pero son los adultos los que mienten aun con la intención de no lastimar. 

Este mensaje contradictorio suele ser confuso para los más pequeños, pero así se les enseña a decir mentiras de acuerdo a la conveniencia.  

Otra conclusión del estudio realizado por Talwar indica que no hay edad para diferenciar entre la verdad y la mentira, pero hay matices. Entre menos edad se tiene los niños juzgan con mayor polaridad. Por ejemplo, consideran la mentira como algo mala en cualquier circunstancia y la verdad como correcta sin importar consecuencias.  

Entre más grandes son los niños esta dicotomía se desvanece, son más conscientes de las consecuencias de sus acciones y de percibir las intenciones detrás de éstas.  

¿Por qué mienten los niños? 

De acuerdo con Alicia Banderas, autora de Pequeños Tiranos, los niños mienten, principalmente, para librarse de reprimendas y castigos. Mienten porque quieren conseguir una recompensa o placer que se les tiene negado o porque quieren esconder un error cometido sin intención.  

Los más pequeños suelen mentir también porque se sienten avergonzados y quieren evitar el ridículo.  

Por su parte, los adolescentes suelen mentir además para proteger a sus iguales.  

¿A qué edad comienzan a mentir? 

Aunque aún su mente tiene difuso el límite entre la realidad y la fantasía, los niños entre tres y cuatro años comienzan a manipular las decisiones de los padres con mentiras. Ello también es una señal del desapego natural, los padres dejan de tener el absoluto control de sus bebés.  

Estos pequeños pueden mentir por educación como una expresión de consideración y tacto hacia el otro; pero también mienten por presumir o proteger su intimidad.  

Con edades mayores (de los 5 a los 9 años), ya iniciando la etapa escolar, los niños faltan a la verdad alterando los hechos relacionados con determinado momento o incluyen un deseo como parte de la mentira.  

A medida que se hace más compleja su capacidad de razonamiento, en la pubertad o preadolescencia, los menores mientes centrándose en la modificación de los hechos o inventándolos para logar un cierto resultado. Mienten para conseguir algo que desean.  

En la plena adolescencia los jóvenes son capaces de procesar pensamientos abstractos y con ello concebir mentiras más complejas que resulten creíbles y con las que puedan engañar u ocultar realidades objetivas.  

Así, podemos ver que en cada etapa de la vida las mentiras van teniendo diferentes funciones, pero el denominador común es conseguir algo que se desea y evitar un castigo o mal rato.  

Los padres también mienten 

Normalmente los padres están acostumbrados a mentir para conseguir algo de sus hijos o para negociar su comportamiento. Suelen persuadirlos o amenazarlos con cosas que no son ciertas y no van a cumplir.  

“Si no te esfuerzas más en tus tareas te sacaré de la escuela y te pondré a trabajar”. Una expresión propia de los padres, la cual no piensan cumplir y sólo la usan para amenazar a los niños. Sin embargo, los niños aprenderán ese tipo de mentiras.  

El diálogo constante y asertivo entre padres e hijos sobre el tema de la verdad y la mentira, se vuelve fundamental para guiar a los niños. Se les debe instruir sobre los tipos de mentiras, cuándo sí y cuándo no mentir y las consecuencias que esto genera.  

JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA FAMILIAR 

 

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