Aunque los padres amen a sus hijos por igual, no siempre se comportan de la misma manera con cada uno de ellos. Esto puede ser debido a factores diversos, desde la experiencia que tuvieron al nacer cada uno, el carácter de cada hijo e incluso la compatibilidad de caracteres entre padres e hijos.
Aun no habiendo duda del amor maternal y paternal, las relaciones en familia no son iguales y ello puede generar celos entre hermanos, tantos que pueden llegar a ser grandes conflictos.
¿Qué son los celos?
Los celos son una combinación de emociones que se presentan cuando alguien teme perder la atención y afecto de un ser querido. Aparecen cuando algo o alguien, desde la perspectiva de quien los padece, amenaza los vínculos afectivos que se tienen con otra u otras personas.
Sentir celos, o este temor a perder el afecto de otro, nos impulsa a comportarnos de tal manera que podamos mantener la relación amorosa; a veces no importando que tan dañinas puedan ser nuestras acciones para los otros e, incluso para nosotros mismos.
Los niños establecen vínculos afectivos con los padres o cuidadores desde muy temprana edad; estos lazos le permiten adquirir seguridad y confianza, en sí mismos y el entorno. Por tanto, las relaciones afectivas así dadas son de gran importancia para el desarrollo del individuo, quien crece con una red de protección segura y cálida.
¿Por qué los niños sienten celos?
Pero si algo pone en riesgo estos vínculos afectivos con los padres, los niños se sentirán amenazadas con la pérdida del afecto de éstos y actuarán en consecuencia.
Lo más frecuente es que sean los hermanos quienes atenten con la seguridad del vínculo entre el niño y los padres o cuidadores (aunque también puede ser nueva pareja de alguno de los padres luego de un divorcio, la reincorporación de la madre a la vida laboral, incluso la presencia de amigos que “roben la atención de los hijos”). Por ello, los celos entre hermanos son comunes y, digamos, normales, forman también parte del desapego saludable, propio del crecimiento.
Ya sea que los celos se produzcan por la llegada de un hermano menor o de los hermanos menores hacia los mayores, los celos impulsarán a los niños a recuperar esa atención de sus padres que el otro les ha birlado.
En todo caso, corresponde a los padres gestionar los celos de sus hijos, tanto a nivel emocional como en el tema de la conducta indeseada que los celos pudieran motivar en el niño.
¿Cómo identificar si un niño siente celos?
Si alguna vez tú los has sentido podrás identificar de inmediato los celos en los niños: los celos los hacen sentir intranquilos, asustados, traicionados y enfadados. Esto los hace tener diversos comportamientos…
- Puede imitar al competidor.
- Intentan desprestigiar al adversario.
- Aprovechan toda oportunidad para mostrar sus propios méritos.
- Puede haber enfrentamientos verbales o físicos con el “competidor”.
- Buscará molestar al otro.
- Intentarán llamar la atención.
- Acusarán al otro en toda oportunidad.
- En algunos casos tendrá enuresis.
Asimismo, buscarán “recuperar” el afecto que creen perdido por la presencia del otro: harán uso del chantaje con expresiones como “si de verdad me quisieras”. Hará escenas dramáticas, berrinches o intentará expresar su enfado a través de insultos como: tonto, te odio, etc.
Un aspecto a considera es que, a diferencia de los celos entre adultos, la relación entre padres e hijos no se rompe; así que los celos no llevarán a la ruptura de la relación.
Por otro lado, entre adultos solemos sentir rencor contra el “competidor” provocador de nuestros celos; en cambio, entre hermanos eso no sucede.
Los niños aman a sus hermanos por mucho que sientan celos entre ellos. Aunque no es un amor a primera vista, pronto se establece entre ellos una relación profunda y muchas veces inquebrantable. Aunque se enfaden, se insulten o se peleen, se seguirán queriendo.
¿Cómo gestionar los celos entre hermanos?
Una vez que los padres identifican las manifestaciones de celos entre los hermanos, debe actuar en consecuencia:
- Entender que los celos son un proceso normal: no los juzgues ni los castigues por expresarlos; hay que ser respetuosos con lo que sienten y con el cómo se sienten.
- Da atención a cada uno: es necesario pasar tiempo a solas con cada uno de los hijos. Aunque sea un corto lapso, este tiempo debe ser dedica en exclusiva a cada niño, un momento de disfrute mutuo y juego libre para comunicarse y estrechar lazos.
- Prepara un sitio para cada uno: emparejado con el punto anterior da un espacio exclusivo a cada uno, un rincón especial que sea sólo de los padres y el niño. No importa si es una habitación o un trocito de la misma, pero que sientan que dentro de su hogar tienen su lugar.
- Trabaja con tus emociones adultas: es importante mirarse a uno mismo y reconocer lo que estamos sintiendo y por qué, así como respirar, reflexionar y siempre guiar las situaciones con el sentido común y el respeto, independientemente de lo que sientan nuestros hijos y los motivos que tengan.
- Ayuda a expresar sus emociones: déjalos que hablen, que tomen decisiones, se relacionen. En caso de conflicto, debemos escuchar todas las versiones entre los hijos, promover el diálogo, ofrecer apoyo a todos, ayudarles a encontrar soluciones y ponerse de acuerdo.
- Detén el comportamiento agresivo: hay que poner límites ante un comportamiento violento e impulsivo de un hijo hacia otro. No debe permitirse la violencia, sin embargo tampoco, como adultos, habremos de frenar el tema con más violencia (gritos, regaños, castigos).
Los padres deben ayudar a los niños a desarrollar sus habilidades emocionales, a ser asertivos y a gestionar sus propias emociones, especialmente brindando atención, siendo empáticos y dejando claros los límites con crianza positiva.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA FAMILIAR