Hay que tener ciertas claves para el manejo del estrés que causa la maternidad a las mujeres contemporáneas, no sólo por la avidez de optimizar la crianza de sus hijos sino por muchas otras exigencias que se imponen.
El estrés en la maternidad es un estado frecuente y, a veces, permanente. Desde el momento de la concepción —incluso antes, en el intento de quedar embarazadas—, las mujeres se ven sometidas a tantas tareas que implica la maternidad que corren el riesgo de padecer una crisis severa frente al estrés.
La maternidad, aunado a otras responsabilidades como el trabajo, ejercen fuertes demandas en la vida diaria de las mujeres. Desde la alimentación, hasta los cuidados en caso de enfermedades, la madre suele ser la que se preocupa de todas las tareas esenciales referentes a la crianza de los hijos. Aun cuando comparta dichas responsabilidades con el padre, sentir el agobio por ello parece ser intrínseco de la mamá.
Asimismo, en la actualidad algunas mujeres se han puesto altos estándares que las impulsan a intentar satisfacer todas las necesidades de la familia y, al mismo tiempo, cumplir sus expectativas de vida social y profesional con la más alta «perfección». Lo que, en más de las veces, será imposible, trayendo consigo frustración, angustia y aún más estrés.
Igualmente, por tratar de cumplir estas expectativas las mujeres suelen descuidarse a sí mismas; dejan de comer, duermen menos, no atienden sus consultas con el médico, etc.
Consecuencias del estrés maternal
Mujeres que ejercen la maternidad tienen que afrontar desde las consecuencias físicas que genera el estrés por esta cauda de exigencias y tareas cotidianas, hasta los costos psicológicos que conlleva, así como la influencia de su estado de ánimo en sus hijos.
Como en cualquier otro caso, un cuerpo sometido a estrés constante genera que el organismo se vea afectado por los altos niveles de hormonas, como el cortisol, generando dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, presión alta y riesgos cardíacos, entre otros factores que también influyen en el estado de ánimo.
En el aspecto psicológico las consecuencias de estrés crónico están relacionados con angustia, crisis de ansiedad, irritabilidad, fatiga emocional, aumento en los casos de depresión y frustración.
Una madre estresada siente ansiedad, tensión, nerviosismo, preocupación excesiva, temores; es incapaz de relajarse. Asimismo, proyectará en sus hijos sus emociones con intolerancia, apatía, culpa excesiva e incapacidad de disfrutar el momento. Se sentirá enojada constantemente.
Por supuesto estos cambios en el ámbito emocional afectarán directamente a la familia, especialmente a los hijos quienes aprenden a lidiar con el estrés a través del ejemplo de los adultos. Y si la madre descarga sus emociones en el ámbito familiar, posiblemente tienda a regañar demás a los hijos cuando se sienta irritable o enojada; los puede ignorar o, por el contrario, tender a la sobreprotección; incluso podría golpear a los niños en los casos más graves.
Estas manifestaciones de estrés crónico de la madre, pueden tener algunas de estas consecuencias: daños en la autoestima de los niños (debidas a gritos, indiferencia o sobreprotección); los niños pueden sentirse vulnerables y perder su autoconfianza al grado de adoptar los mismos estados de ánimo que su madre.
Estudios realizados en Estados Unidos han evidenciado la relación que tiene la convivencia del niño con una madre estresada y la obesidad. Con frecuencia los niños con obesidad en estas condiciones comienzan a comer más de la cuenta para paliar su propio estrés.
Luego de situaciones complejas como estas, la madre tiende a sentirse culpable; pero ello sólo vuelve un ciclo la condición de estrés. Por ello, lo ideal será poseer estrategias de manejo del estrés.
Manejo del estrés durante la maternidad
- Antes que nada, come y duerme bien: para darle lo mejor a tu familia tú debes estar en buenas condiciones, por ello es importante que cuides tu salud llevando una dieta balanceada, un buen descanso, dedícate unos minutos a ti misma y atiende tu salud.
- Aprender a manejar las expectativas y las exigencias. Hay que trabajar con los paradigmas creados en torno a la maternidad perfecta.
- Enfócate en el presente: vive un día a la vez eligiendo aquello que vale la pena afanarte.
- Trabaja con la tolerancia a la frustración: debemos aceptar que hay cosas que no puedes controlar y cosas que no puedes cambiar. Mucho de nuestro esfuerzo suele irse en estas cuestiones que están más allá de nuestro esfuerzo.
- Distingue entre lo que necesitas y lo que deseas: maneja el ritmo de tus pensamientos en esta área. Sé realista y disminuye la cantidad de tareas que te autoimpones.
- Considera que esto no será para siempre que, a la medida que los bebés crecen, el ritmo de la vida va siendo menos exigente. Trabaja con la paciencia.
- Aprende a delegar: no tienes que hacerlo todo tu sola, si tienes hijos mayores pídeles que te ayuden con pequeñas tareas y hagan un equipo.
- No dejes tu vida social: es importante que tengas una red de apoyo emocional con tu familia y amigos. Evita que las tareas maternas vayan minando tu vida social.
- Cuando sientas que fallaste perdónate: recuerda que eres tú la que ha puesto ciertos estándares, puede aprender de tus errores y corregir, ten paciencia para ti misma y corrige el rumbo.
- Trátate bien, evita los pensamientos negativos: frases como «lo estoy haciendo mal», «soy de lo peor», «soy una mala madre» no te llevan a ningún lado, sólo profundizan tus niveles de estrés. Procúrate pensamientos positivos, que te motiven y alienten.
- Comparte tus emociones con otros: no dejes que te agobie este sentimiento de que todo está mal. Si la situación te supera y comienzas a ver estragos de tu estrés en la conducta y ánimo de tus hijos, será muy importante que pidas ayuda de inmediato, incluso con un profesional.
- Date el tiempo para hacer cosas que te gustan, te distraen y, por supuesto, para pasar un buen rato con tu pareja.