¿Qué hacemos con la envidia? Quienes temen padecer la envidia ajena hacen uso de amuletos protectores; pero quienes sienten la envidia experimentan una emoción malsana que puede llevarlos a la amargura o a la violencia contra el objeto de su envidia.
La envidia es una de las emociones de las que no hablamos. Incluso si la sentimos, solemos ocultarla porque nos hace sentir malas personas. Envidiar es una pasión malsana, pero que existe, la sentimos y muchas veces no sabemos manejarla.
Envidiar viene del latín “in videre” una expresión relacionada con el verbo “ver”. Es ver en el otro lo que uno desea y no ha podido lograr, y sentir dolor por ello.
La cercanía de quien “vemos” con recelo es promotora de la envidia. Se envidia lo que está al alcance, lo que pudimos tener pero no conseguimos. Pensemos en Caín, que de tanto ver que Dios aceptaba mejor la ofrenda de Abel, su hermano (al menos esa era su percepción), se dejó llevar por la ira proveniente de la envidia y asesinó a su propio hermano.
Y es que la envidia aunque sea un sentimiento universal —que todos experimentamos alguna vez en la vida, aunque digamos “envidia de la buena”—, está ligada a impulsos agresivos y lo que llamamos impulsos tanáticos (de muerte) a los que todos estamos expuestos.
De acuerdo con Melanie Klein (1988), “la envidia es el sentimiento de enojo que se tiene cuando otra persona posee y disfruta algo deseable, siendo el impulso envidioso el de quitárselo o echárselo a perder”. De tal forma que la continuación de la envidia nos puede llevar a un nivel tan patológico que promueva la destrucción, de ahí el impulso tanático.
Hablamos de una emoción negativa que se matiza con furia, resentimiento, cólera, exasperación, indignación, fastigio, hostilidad, pesar, autocompasión o abatimiento; esta emoción se puede convertir en un sentimiento y luego en un pensamiento no placentero.
¿Por qué envidiamos?
Envidiamos porque
- nos comparamos con otros y no nos gusta lo que vemos en nosotros mismos,
- tenemos carencias que no hemos podido cubrir,
- tenemos una idea de que las cosas buenas pasan por “fortuna”, pero ésta no está de nuestro lado.
¿Cómo se caracteriza un episodio de envidia?
Todos hemos pasado en algún momento por el sentimiento de envidia, de ahí que podemos identificar aspectos comunes en quienes lo viven o han vivido. Al respecto, Parrot (1991) nos presenta una lista de características del episodio de envidia:
- Se desea lo que la otra persona tiene, pero es un deseo frustrado.
- Se siente tristeza de las propias carencias o de la inferioridad en relación con la persona envidiada.
- Hay angustia por el estatus propio; desesperación ante la posibilidad de no tener lo que la persona envidiada tiene.
- Resentimiento hacia una persona o un grupo específico, desagrado por su superioridad, enojo y odio hacia los que se suponen responsables.
- Resentimiento global ante la injusticia de las circunstancias o el destino.
- Culpa por sentir mala voluntad hacia el envidiado.
- Imitación del envidiado o identificación con el envidiado.
¿Cómo lidiar con la envidia?
Como con cualquier otra emoción, lidiar con la envidia nos debe llevar, de inicio, a reconocer que la sentimos por muy incómodos que esto nos parezca. Aceptar la envidia como algo universal y ante la que podemos ser vulnerables es un buen comienzo, especialmente si se reconoce como señal de un deseo insatisfecho.
Las sensaciones de envidia deben recordarnos que deseamos algo que aún no hemos logrado, y partir de ahí para trabajar en aquello que deseamos con una motivación hacia nuestro bienestar.
Por supuesto, si no lo hemos alcanzado —y otros sí— será por algo. Reflexionemos por qué razón no hemos logrado cumplir nuestros deseos para luego identificar de qué recursos carecemos para lograrlo. Así, más allá de la ceguera de la envidia, podremos tener luz hacia una posibilidad de mejorar nuestra situación, cualquiera que sea aquella que nos hace sentir incompletos o insatisfechos.
Pensemos que no porque alguien haya conseguido lo que nosotros deseábamos ya no lo conseguiremos nosotros, sólo es cuestión de trabajar por ello. Si alguien lo ha logrado, nosotros también podemos hacerlo, lo que no significa que seguramente lo lograremos.
Para trabajar positivamente la envidia:
- Aprende a vivir y disfrutar lo que quieres y tienes. No es fácil, pero ahora que eres consciente habrá una tarea constante en valor con lo que se cuenta.
- Trabajar con nuestras carencias a través del reforzamiento de la autoestima.
- Interpretar nuestro progreso personal mediante la comparación con nuestras competencias y habilidades, no con las de otros.
- Valorar correctamente nuestra capacidad, sin infravalorarnos ni sobrevalorarnos.
- Considerar que los demás no consiguen las cosas, que les envidamos, por mera fortuna sino que han trabajado por ello. Y sopesar si nosotros hemos hecho un esfuerzo suficiente para alcanzar lo que queremos
- Hacernos el hábito de concentrar nuestra mirada más en los aspectos positivos que en los negativos.
- Redimensionar nuestro concepto de éxito, propio y ajeno. Y no tomarlo tan en serio, pues finalmente la vida tiene mucho de volátil.
Habría que tener cuidado, finalmente, que la envidia no se convierta en amargura, en frustración o sentimientos empobrecedores, que nos lleven a acciones violentas, como se ve con frecuencia ante una envidia incontrolada.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA