Los recuerdos positivos pueden lidiar con nuestro desánimo; se ha comprobado que hacer memoria con momentos agradables genera recompensas para el cerebro y éste genera dopamina. Pero antes de entrar en el tema, no te pierdas qué es y para qué sirve la memoria, así como la manera en cómo influye en el sistema emocional.
¿Qué es la memoria?
La memoria es información de experiencias vividas que el cerebro seleccionó y almacenó para luego recuperar en forma de recuerdo. Este es un proceso neuronal relacionado, especialmente, con el aprendizaje; gracias a ello no tenemos que aprender todos los días a preparar un café, eso ya lo sabe nuestra memoria y lo recupera cada mañana en el desayuno, por ejemplo.
Pero esa información también está relacionada con la manera en que la vinculamos con lo que nos hace sentir, es decir las emociones que le imprimimos a los recuerdos según nuestro estado de ánimo.
De acuerdo con un estudio realizado en las Universidades de Lieja y de Ginebra, “las emociones se adhieren a los recuerdos”; los acontecimientos significativos para nosotros los “marcamos” con una emoción, en tanto que aquellos que no son relevantes no influyen y los olvidamos.
Memoria Emocional
La memoria emocional es esa capacidad de fijar en nuestra mente recuerdos a partir de emociones. “Las emociones están íntimamente vinculadas con la memoria y se considera que el contenido emocional de los eventos influye sobre el recuerdo posterior.
Los recuerdos sirven para estructurar una identidad y actuar conforme a ella, tomar decisiones y hacer planes hacia el futuro. Por ello, solemos recordar aquello que emocionalmente dan sentido a la existencia o, al menos, a las experiencias vividas. Igualmente, se relaciona con la identidad porque estructura nuestro recuerdo en función a la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Recordar es la forma en que vamos tramando una historia personal, un hilo conductor de nuestra propia vida y de nuestra relación con los demás; perder la memoria sería como no haber vivido, y de ahí que nos angustia tanto perder la memoria. ¿Recuerdas la historia de la película The Notebook? Los protagonistas tienen una libreta donde han escrito su historia de amor, para que ella la recuerde, pues padece la enfermedad de Alzhaimer.
La memoria alberga esas historias, buenas y no tanto, con sus alegrías y penas, encuentros y rupturas, grandes y pequeños recuerdos. Y para ello las emociones son fundamentales ya que pueden actuar como un acelerador o como un freno (como cuando un estudiante siente ansiedad frente a un examen, entonces tiende a olvidar las respuestas).
Los que recordamos mejor —sea agradable o no— es aquello que más nos ha conmovido y marcado. Lo que hace que recordemos mejor o peor un suceso no es tanto su relevancia en la historia personal como la intensidad de las emociones que experimentamos cuando ese momento tuvo lugar.
Factores que influyen en los recuerdos
Existen dos factores que determinan la manera de almacenar recuerdos emocionales:
- El grado de activación emocional asociada a un estímulo o situación, lo que hace que concentres tu atención sobre ello, de manera que sea más fácil recordarlo, sobre todo si nuestro estado emocional es similar al del contexto de aprendizaje.
- La llamada “valencia” es el otro factor que influye en los recuerdos. Esta se usa para designar la cualidad positiva o negativa. En general los recuerdos asociados a emociones agradables se recuerdan mejor y con más detalles que los negativos, en especial en edades avanzadas.
¿Cómo influye la memoria en la emoción?
Así como la emoción influye en la manera que construimos la memoria emocional, los recuerdos almacenados y recuperados influyen en nuestras emociones. Por ejemplo, al recordar un evento desagradable y/o traumático, experimentaríamos inmediatamente emociones asociadas al suceso, aun cuando haya pasado el trauma y estemos a salvo.
La memoria, en este caso puede provocar respuestas emocionales de la misma forma que experimentar emociones modifica la formación del recuerdo.
¿Para qué nos sirve la memoria emocional?
Cuando nos encontramos frente a un peligro reaccionamos con una respuesta emocional que permite una mayor activación tanto del estado psicológico como el estado físico del individuo. De esta forma la memoria emocional nos prepara para responder frente a una amenaza.
Cuando es mejor olvidar
Y aunque la memoria nos da identidad y sentido de vida, hay cosas que quisiéramos olvidar. Todos tenemos almacenados recuerdos profundos que tal vez nos incomodan o duelen; están en el fondo de un baúl oscuro que no deseamos abrir. El problema es que, a veces, el baúl se abre por sí mismo y los recuerdos salen a flote, y con ello reaparecen miedos, ansiedad, angustias y dolor que nos había hecho enterrar esos recuerdos. Esto puede suceder a cualquier edad con la misma intensidad y hacer mucho daño.
Por el contrario, investigadores sugiere que los eventos positivos se quedan más tiempo en la memoria, dejando olvidados a las malas experiencias; algo que ayuda a la raza humana a mantenerse alegre y resistente.
¿Recordar es volver a vivir?
Los buenos recuerdos nos hacen bien, no sólo porque mejoran nuestro estado de ánimo sino porque el cerebro lo identifica como una gratificación, provocando que se produzcan hormonas de bienestar como dopamina.
Un grupo de psicólogos de la Universidad de Rutgers realizó un estudio en el que se evidenció que revivir mentalmente los buenos momentos nos inunda de las emociones que entonces sentimos casi con la misma intensidad.
En el estudio publicado en la revista Neuron, se publicó que esas emociones son percibidas como una gratificación y ponen en marcha el sistema de recompensa del cerebro, de forma muy similar a cuando las experimentamos en la situación real. Con ello se libera dopamina, un neurotransmisor que nos proporciona una sensación de euforia, pero que también contribuye a aumentar la motivación.
Además, los investigadores descubrieron que los recuerdos agradables ayudan a automotivarse, sin depender para ello de recompensas externas. Mirar al pasado con un filtro positivo nos hace más felices y nos permite hacer frente con más éxito a las experiencias negativas, cuando éstas llegan. Algo así como una especie de vacuna contra el desánimo, o lo que es lo mismo la desmotivación.
Recordar buenos momentos de forma metódica y una visión positiva, podría ser una buena herramienta para tratar personas con depresión. Aunque a quienes padecen esta condición les cuesta más trabajo ver lo positivo y recuerdan más frecuentemente lo negativo. Recuerda que la depresión debe ser diagnosticada por un profesional de la salud mental.