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¿Por qué nos gustan las películas de terror? El terror es un tema al que recurrimos cada año, en esta temporada, y que de alguna manera causa una doble sensación en nosotros tanto por motivos emocionales como por motivos fisiológicos y la manera en que actúa nuestro cuerpo frente al miedo.

Llega el tiempo de Halloween y Día de Muertos, época en que los canales de televisión programan las más aterradoras historias de asesinos y demonios; es la temporada en que se dan los estrenos cinematográficos con temas paranormales y muertos caminantes, e incluso los sistemas de televisión a demanda ya tienen preparados listas de reproducción con los mejores títulos de películas de terror.

Ante semejantes historias nos mantenemos atentos y listos, con todo y palomitas, para ¿disfrutar? de las historias por demás terroríficas. ¿Por qué nos gustan las películas de terror si nos presentan historias que nos mantienen en la orilla del asiento sufriendo taquicardia?

¿Qué es el miedo?

Ciertamente al enfrentarnos a las películas de este género, hacemos frente a emociones como el miedo y la repulsión, respuestas naturales ante el peligro, que le indican al cuerpo hacer todo lo necesario para huir. Así que es una emoción dispuesta para la supervivencia en un entorno hostil, que es obvia en una historia de terror a la cual nos exponemos, especialmente, cada año en estas fechas.

¿Empatía o Sadismo?

Cada año vemos películas que implican que los protagonistas se encuentran en peligro y expuestos a situaciones de muerte extremas. Ello nos podría decir que tenemos algo de sádicos o, por el contrario, masoquistas con perversos gustos por el terror. Ser espectadores de semejantes condiciones y propuestas fílmicas podría ponernos en serios cuestionamientos respecto a nuestra salud mental, pero en realidad el gusto por películas de terror es más normal y común de lo que creemos.

Incluso este tema ha sido explorado por diversos científicos que han planteado diversas teorías que hablan sobre por qué razón nos atrae un género que hace uso del sufrimiento ajeno puede llegar a gustar.

Una teoría parte de la empatía, esa facultad que tenemos para colocarnos en el papel de otros y compaginar emociones respecto a la situación que otros viven: como la compasión, la solidaridad, etc.

Los guiones cinematográficos, por su parte, tienen por objeto ponernos en el lugar de los protagonistas y compartir con ellos emociones y experiencias a través de la historia. Pero ello lo haremos a partir de un juicio moral previo, desde los primeros momentos decidimos quién es el bueno y quién es el malo, y empatizamos con aquel que consideremos coincide con nuestros propios valores éticos.

Los personajes valorados positivamente vivirán desgracias (al bueno siempre le pasan las peores cosas), ello nos provoca compasión y ganan nuestra empatía e identificación. Así vamos deseando lo mejor a los personajes buenos y, por supuesto, las cosas malas las deseamos a los peores personajes.

Vamos acomodando la historia acorde a nuestro valor respecto a lo bueno o lo malo, esperando que el malo pague justamente por su maldad y el bueno sea rescatado. Al final una moraleja también es determinante para lograr que la historia tenga sentido, especialmente porque el final casi siempre logra satisfacer la angustia generada por las expectativas al cumplirse aquello que esperábamos.

Por otro lado, las historias de terror que concluyen con este final que esperamos nos alientan ante la vida que, con frecuencia, no siempre tiene el final anhelado. El cine suele tener un final feliz, no siempre así la vida; los malos reciben castigo, lo que no siempre pasa en la realidad…

¿Una adicción?

El miedo que nos causa este tipo de películas, no olvidemos, también está vinculado a nuestra reacción cerebral propia del cuerpo frente al pánico. En una situación de terror se activan las glándulas suprarrenales, causantes de la producción de adrenalina que llena de una energía especial al organismo y puede llegar a ser adictiva.

Esto produce ciertos efectos a nivel cerebral y cognitivo que lleva al espectador a transitar emociones de diversa índole, en algunos casos, volviéndose algo muy intenso, como si de una droga se tratase, sensaciones y experiencias que están en la frontera agradable/desagradable y que se quiere volver a experimentar, aunque se tengan sentimientos encontrados.

De Frente a la Vida |CONTIGO

 

Curso impartido por Jorge Domínguez.

 

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