Quien padece el síndrome de Penélope enfrente, la eterna espera es aquella que metafóricamente enfrentó Penélope, la esposa de Odiseo en la antigua Grecia; y que hoy fundamenta la teoría del Síndrome de Penélope.  

El fenómeno migratorio es quizás uno de los factores más importantes que afecta el bienestar psicológico y emocional de cientos de familias, especialmente aquellos que sufren la partida de un ser amado que debe salir de su patria en busca de otra historia.

En el libro de la Odisea, Penélope esperaba el regreso de su marido luego de la Guerra de Troya, pero Odiseo, su esposo, no volvía. Algunos lo dieron por muerto y, aprovechando la ausencia muchos hombres la pretendían e incluso proponían matrimonio, pero Penélope resistió. Para mantener su castidad, en espera del regreso de su marido, la mujer dijo que aceptaría contraer matrimonio cuando terminara el tejido que estaba haciendo. Pero hacía trampa, pues intentando prolongar dicha espera de día tejía y de noche destejía, con el fin de esperar fielmente a su marido que volvió después de 20 años.

Ésta es una historia mitológica, de la antigua Grecia, pero en la actualidad existen muchas Penélopes en “eterna espera” de reencontrarse con sus seres queridos que migraron, no a una guerra sino a buscarse un futuro diferente en otro país. Ya sea mujeres que esperan el regreso de sus maridos, o quienes aguardan por la oportunidad de ir al encuentro de su familia.

Quienes tienen que vivir la migración, que implica la separación entre seres que se aman, también experimentarán cierta afectación de su salud emocional, con síntomas que en conjunto han sido denominados “Síndrome de Penélope”. El dolor psicológico ocasionado por la separación genera un trauma de disociación cuyas consecuencias a largo plazo implica efectos profundos y duraderos provocando estrés, ansiedad, depresión, cansancio crónico e hipertensión. Este Síndrome generalmente lo padecen las mujeres que en la ausencia del marido tienen que fungir como cabezas de familia en solitario, y a la ausencia del ser querido se le suma la responsabilidad de cuidar del hogar.

Los que se quedan se convierten en autoridad ante los hijos, se responsabilizan de la educación de éstos y adquieren nuevos roles laborales, incluso de administración de los bienes y economía familiar. Esto representa una carga social  que ejerce una afectación emocional muy grande a partir del gran estrés que significa y luego va somatizándose en padecimientos físicos diversos.

Sin embargo, aun con los cambios de roles y nuevas responsabilidades quien se queda vive en a la espera, no sólo del ser amado que migró sino de restablecer el orden de su estructura familiar y su estilo de vida original; desembarazarse de alguna manera de esta carga social que implica ser el que “se queda”.

El síndrome de Penélope es, en Psicología, aquel complejo en que la espera se transforma en una constante existencial en la vida de las mujeres.

Además, las mujeres tienen que lidiar también con la cuestión del asedio de otros varones y guardar el “lugar” del marido ausente, lo que acentúa su sentimiento de soledad; e implica un sobre esfuerzo para evitar “malas interpretaciones” teniendo que minimizar su contacto con otros hombres, lo que incluso puede minar su autoestima.

Los caminos que las mujeres, especialmente, que han visto marchar a sus parejas a otro lugar pueden ser, de alguna manera, terapéuticos como el disminuir los niveles de estrés a través del ejercicio, de reunirse con otras mujeres en la misma situación o realizar actividades colectivas con su comunidad; pero también hay quienes la presión es tanta y su autoestima se puede encontrar tan lastimada que tienden al consumo de alcohol, lo cual pone en riesgo su salud.

Para quienes padecen esta serie de síntomas que describen el síndrome de Penélope, lo ideal es encontrar no sólo técnicas de control de estrés sino métodos para trabajar las múltiples emociones que la migración  genera. Una alternativa por supuesto es la psicoterapia.