Las consecuencias de una autoestima baja o debilitada pueden afectar la vida de las personas e incluso ponerla en riesgo de maneras definitivas. En este artículo reflexionamos al respecto, para con ello estar atento a los signos y poder resolverlo antes de que se sufra demasiado.

La autoestima se teje desde la infancia. Poco a poco y de acuerdo a las experiencias que los niños van teniendo desde temprano en su círculo familiar, social y escolar se va fraguando la concepción que el individuo tiene de sí mismo. La forma en que cada uno asume las señales del entorno determina el autoconcepto que tenemos de nosotros mismos; ya sea positivo (cuando la persona se considera digna de respeto y amor, autosuficiente y valioso) o lo negativo, creyéndose incapaz o no merecedor de éxito o cosas buenas en la vida. Esto de manera sucinta.

Aunque la etapa infantil es fundamental para el desarrollo de la autoestima saludable, no es el único momento en que ésta se fortifica o, por el contrario, se debilita o se pierde. El ser humano constantemente pasa por momentos en que la concepción de sí mismo se ve ensombrecida o vivificada, de acuerdo a las circunstancias que se vivan.

Al final, la autoestima es una creencia en nuestra cabeza: “creo que merezco” o “creo que no merezco”.

De tal modo, puede cambiar, puede transformarse si nosotros aprendemos a percibir de diferente manera las señales que recibimos, puesto que la imagen que generamos de nosotros mismos, a la postre no debe depender de los demás, sino estar en nosotros mismos.

¿Qué pasa cuando mi autoestima se debilita o se llena de pensamientos negativos?

Cuando la autoestima está debilitada las consecuencias pueden ser desde sentimientos de culpa o depresión, hasta una verdadera incapacidad de vivir plenamente cada día, pues todas las áreas de la existencia quedan afectadas cuando la persona se siente mal consigo misma.

De igual manera, una baja autoestima pone en riesgo a las personas, pues la falta de afecto les lleva a situaciones de dependencia; es decir, si ellas no pueden darse amor a sí mismas, buscarán que esa aceptación venga de fuera y, si consiguen aprobación y estima de otros, intentarán no perder ese estado de aparente bienestar emocional, generando un apego insano a quien le hace sentir valorada.

Las personas con baja autoestima corren el riesgo de involucrarse con gente tóxica o destructiva, sobre todo cuando consideran que no merecen algo “mejor”, además que son vulnerables a la manipulación.

El aislamiento social puede ser otra de las consecuencias de una autoestima debilitada; la persona sin amor propio se siente incapaz de someterse al posible juicio de otros por miedo a fracasar en semejante “prueba”. Así optarán por mantenerse lejos de quienes puedan herirle, salir poco a la calle, y en ello sus redes sociales de soporte emocional se verán reducidas.

Tener baja autoestima puede limitar al individuo incluso en el área laboral, estrechando su campo de acción al considerarse incapaz de tener éxito en lo que se proponga al considerarse poco suficiente ante lo que se proponga.

Por otra parte, una autoestima debilitada puede llevar a conductas riesgosas y comportamientos negativos como el consumo de drogas o el alcoholismo u otras acciones compulsivas. En ocasiones también pueden darse actitudes violentas que mantienen a raya las posibles ofensas o heridas que el individuo pueda tener, a la manera “la mejor defensa es el ataque”. Quien no se ama corre riesgo del automaltrato.

Así, entre otras cosas, se pueden desencadenar sentimientos de culpa, cambios repentinos de humor, crisis de ansiedad, miedos, hipersensibilidad, pesimismo…

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