Los signos de autoestima se forjan a través de nuestra historia; a veces la infancia nos predispone a ciertas percepciones sobre nosotros mismos, así como lo hacen aquellos momentos decisivos de nuestra existencia cuando nos ponen a prueba.
Autoestima es la forma en que nos valoramos, el aprecio que tenemos por nosotros mismos, mismas; que abarca tanto la buena percepción que tenemos sobre nuestro cuerpo como de nuestra mente y nuestro corazón.
El hombre que no se valora a sí mismo, no puede valorar cualquier cosa o cualquier persona: Ayn Rand.
Lo ideal sería que nuestra autoestima se encuentre en un punto de equilibrio que nos permita vivir en armonía con nosotros mismos y, de igual forma, con nuestro entorno. Pero no siempre es así, hay quienes tienen autoestima “de sobra” y pueden llegar a ser hasta narcisistas: amarse tanto a sí mismos, a sí mismas, que se olvidan de las necesidades de los demás.
Por el contrario, podemos encontrar personas cuya autoestima está tan debilitada, que suelen depender de otros para sentirse valorados; incluso quien tiene una baja autoestima difícilmente se atreve a vivir porque desconfía de que pueda lograr cualquier cosa, por ejemplo.
Entonces ¿quién tiene una autoestima saludable?
Poseer una autoestima saludable tiene un impacto positivo en la vida y en las decisiones que tomamos, y ello se verá reflejado en el bienestar con que gozamos la vida cotidiana. Signos de una autoestima saludable son, por ejemplo:
- Creo que soy digno, digna, de felicidad y de respeto: Me merezco que me pasen cosas buenas.
- Soy capaz de pedir respeto a los otros de forma asertiva. No dejo que pasen sobre mis deseos o decisiones.
- Reconozco mis emociones, y puedo trasmitirlas sin temor; pero también sé ser empático/a con las emociones de otros.
- Creo en mí mismo, en mí misma.
- Si me equivoco, suelo perdonar mis faltas y continuar la vida sin resentimientos.
- No me comparo con los demás, acepto que hay otros mejores que yo, o no, pero nadie es como yo.
- Siento que mi vida tiene sentido y dirección. Tengo en mis manos el control de mi existencia.
- No dependo de la opinión o voluntad de otros para tomar decisiones.
- Soy capaz de asumir la responsabilidad de mis actos y las consecuencias de ellos.
- Me atrevo a tomar nuevos desafíos, me aventuro a hacer nuevas cosas.
- Si alguien me critica, busco aprender; pero no me siento herido, herida.
- Me doy un tiempo para mí mismo, para mí misma; cuido de mi físico, mis pensamientos y mi vida emocional.
- Evito a las personas tóxicas y no dejo que siembren en mi vida su toxicidad.
- Nunca utilizo palabras hirientes o negativas para describirme, ni las utilizo para los demás.
- No generalizo con frases como a mí “nunca”, a mí “siempre”, a mí “todos”, a mi “nadie”…
- Asumo quien soy y hago planes para el futuro sin temor.
Considera que la autoestima no es una forma de egoísmo, ni de ponderar tu vida como si valiera más que los demás. Tener una autoestima sana es vivir bien contigo mismo, contigo misma, lo que hace que vivas bien con los demás.
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