Los pensamientos que nos pueden llevar a la depresión suelen ser alteraciones en el enfoque de nuestra mente sobre la realidad que vivimos en determinadas circunstancias. En términos psicológicos a esta clase de ideas se les llama distorsiones cognitivas; aunque lo importante no es cómo se llaman sino lo que pueden hacer con nuestra salud emocional, pues son como trampas que la mente nos pone y que terminan perturbándonos.
Estas formas de ver el mundo, y los pensamientos equívocos que nos producen, afectan negativamente las ideas que tenemos de nosotros mismos, del mundo e incluso del futuro; ello producirá alteración en los estados de ánimo, incluso a grados disfuncionales, pues van de las fobias, a la depresión, ansiedad, obsesividad o problemas de autoestima, entre otras cosas.
Los pensamientos de este tipo nos hacen percibir la vida de manera distorsionada, una realidad que no es tal como la pensamos y que puede ser angustiosa sin necesidad.
¿CÓMO SON LOS PENSAMIENTOS DISTORSIONADOS?
Los pensamientos distorsionados de los que hablamos son automáticos; es decir, las personas que los sufren no tienen control sobre ellos, sino que irrumpen en su mente de forma espontánea. Se introducen en la mente de golpe.
Son mensajes específicos que tienden a dramatizar la situación y, en el peor de los casos, a presentarla como una catástrofe para quien la vive. Asimismo, los pensamientos distorsionados son difíciles de desviar y quienes los padecen los creen de veras, aunque existan evidencias que lo contradigan. Esta clase de pensamientos son aprendidos.
Por los efectos que tienen en nuestra mente y en nuestras emociones esta clase de pensamientos pueden llegar a deprimirnos, especialmente porque se cree en su validez.
9 TIPOS DE PENSAMIENTOS QUE NOS DEPRIMEN
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Generalizaciones exageradas: todo, nadie, nunca son las palabras claves de esta clase de pensamientos. Expresamos ideas como “Nadie me quiere”.
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Etiquetas: utilizamos adjetivos peyorativos para calificarnos: “Qué estúpido soy…”
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Filtro negativo: nos enfocamos sólo en las cosas negativas, no importa si existen cosas positivas. “Siento que no puedo con esto, por tanto, no puedo”.
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Todo o nada: No hay puntos medios, ni matices; son pensamientos que van del negro al blanco sin escalas. “Todo está tan mal que no creo salir de esto”.
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Autoacusación: las cosas, especialmente malas, suceden por nuestra culpa. La frase recurrente es: “es mi culpa… que pase esto!
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Adivinar el futuro (negativamente): Al visualizar el futuro todo se ve oscuro, un desastre seguro. “Me va a ir mal en este examen”.
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Lectura del pensamiento: los pensamientos se inclinan a “adivinar” lo que los otros están pensando; tratan de descifrar los pensamientos ajenos, pero, además, desde una visión negativa. Estos pensamientos suelen comenzar con frases como: “Seguro está pensando que soy una mala persona”.
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Falacia de control: Sentimos una carga de responsabilidad de todo y con todos o, por el contrario, sentimos que no tenemos control de nada y estamos desamparados. “Es que ella me hace enojar, no lo puedo evitar”.
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Razonamiento emocional: se cree que las opiniones y pensamientos son correctos y válidos: si lo pienso así, así es. Además, se buscan evidencias que lo corroboren. “Si creo no tener amigos, seguro es que no tengo amigos”.
Como he dicho antes, estos pensamientos son automáticos, irrumpen sin aviso y de forma inconsciente; pero también es una cuestión aprendida y por ellos es importante identificarlos oportunamente y desaprender para conducir nuestros pensamientos hacia la objetividad, y que nos podamos liberar de estados anímicos distorsionados por estos pensamientos. Ello puede lograrse a través de la guía de un profesional de la salud emocional. JORGE DOMÍNGUEZ>>