Estas 9 cosas que los hijos odian de sus padres las cometemos de forma común y pueden provocar distanciamiento.
Por más saludable que sea la relación entre padres e hijos, hay momentos en que los adultos asumimos frente a ellos actitudes y comportamientos que les disgustan, avergüenzan o lastiman. Claro que en muchas ocasiones no somos consciente de lo que estamos haciendo ni lo hacemos con el propósito de incomodarlos, pues como padres sólo deseamos lo mejor para ellos.
Según la edad que tengan, el escenario donde se da un determinado comportamiento (como la escuela o delante de sus amigos), así como la gravedad de nuestros actos, los hijos se verán más o menos afectados y odiarán que nuestros comportamientos se vuelvan un hábito.
Por ello toma nota de las cosas que hacemos y a ellos suelen molestarles y, si es el caso, trata de encontrar mejores formas de vincularte con ellos y guiar su educación.
1. Los niños odian ser ignorados
Por muy pequeños que sean, nuestros hijos odian ser ignorados. Que no se les tome en cuenta para tomar decisiones ya sea de asuntos que tienen que ver directamente con ellos: la ropa que se les compra, la escuela a la que deben ir, o temas de familia como las vacaciones.
Que se les silencie, se les interrumpa o no se tenga consideración con ellos respecto a lo que nos cuentan o lo que requieren, no sólo es un asunto molesto. La falta de una escucha activa merma su autoconfianza y autoestima, los puede llevar a ser apocados y vulnerables ante la convivencia social.
2. La violación de su privacidad
Los niños tienen derecho a cierto grado de privacidad. Con la reserva de salvaguardar su integridad, los padres debemos evitar revisar sus pertenencias sin su autorización, entrar a su habitación sin tocar la puerta, revisar su correspondencia arbitrariamente, etc.
Siempre y cuando no implique un riesgo, nuestros hijos también tienen derecho a guardar secretos y preservar temas de índole absolutamente personal.
Por supuesto, a los padres puede causarnos inquietud que nuestros hijos no nos digan las cosas, pero para ello debemos entablar una relación de confianza y respeto, no una relación que se vuelva intrusiva y agobiante.
3. Evidenciarlos delante de terceros
Vinculado al punto anterior, entre las cosas que los hijos odian de sus padres es que evidenciemos su intimidad o los abochornemos delante de terceros, ya sea con otros adultos o con sus amigos.
Aunque hay situaciones que a nosotros nos puedan parecer graciosas o memorables, como mostrar ciertas fotografías o contar ciertas anécdotas de la infancia, a nuestros hijos les molesta sentirse exhibidos frente a los demás.
4. Regaños en público
Es el mismo caso están los regaños y discusiones. Por ningún motivo debemos llamar la atención o regañar a una persona delante de terceros. Ya dice la frase: “se felicita en público y se regaña en privado”.
Cuando regañamos en público a los hijos estamos haciendo un mayor daño, pues esto los hace sentir avergonzados, ridiculizados. Pierden la confianza en sí mismos y en los propios padres.
5. Las comparaciones
Generalmente tras de un regaño o una llamada de atención suele estar un “deberías ser como tu hermano”, “por qué no eres como Jorgito…”, “¿ya viste a tu compañero que sí puede hacerlo?”, etc. Frases que los ponen siempre en desventaja frente a otros y que invisibilizan sus capacidades reales.
Tal vez nuestros hijos jamás puedan hacer lo que hace el hijo del vecino o compañero de la escuela, pero podrá hacer cosas únicas y ese es el valor que debemos afianzar en su mente. Si queremos que mejore en algo lo mejor es siempre intentar motivarle a través de refuerzo positivo para que dé la mejor versión de sí mismo.
6. La crítica constante
Pero mira cómo te vistes, pero qué música tan mala estás escuchando, pero cómo vas a ir así peinado, pero… Las quejas y las críticas directas hacia sus gustos y forma de ser son un atentado a su individualidad. Ellos están comenzando a desarrollar su identidad y la van a defender incluso de ti, así sean cosas tan simples como música.
Criticarlos sólo va a causar pleitos y frustración. Recuerda que incluso es importante que tomen malas decisiones y, con tu guía, aprendan las lecciones que eso implica. Déjalos elegir, aunque se distancien de tus propios gustos, de eso se trata crecer.
7. Que sólo importe el rendimiento académico
He escuchado a padres que dicen “lo único que tienes que hacer es sacar buenas notas”. Y en realidad, como todas las personas, venimos a este mundo a algo más que a trabajar y obtener un diez en matemáticas. Una más de las cosa que los hijos odian de sus padres.
Los niños tienen muchas inquietudes, sueños y creatividad no siempre relacionados con la escuela. Les gustarán los animales, los juegos, la música, la ciencia, la cocina… Es un error pensar que lo único que tienen que hacer es dedicarse a la escuela.
Igualmente, erramos si valoramos a nuestros hijos por el desempeño académico que logran o las calificaciones que obtengan cada mes como si fuese lo más importante en la vida.
Aunque los adultos consideremos este tema como base de su éxito futuro, no olvidemos que el éxito en la vida adulta depende 77% de las facultades emocionales y un 235 de las facultades cognitivas*.
8. Negar sus emociones
Solemos minimizar el miedo o la tristeza de los niños. A veces les decimos ¡cómo vas a estar triste por eso sin importancia! Es una forma de negar lo que sientes y que los orilla a guardar o reprimir sus emociones causando daños a futuro.
La correcta gestión de emociones, por mínimas que nos parezcan, es fundamental en la crianza positiva de nuestros hijos. Un tema que requiere de todo nuestro empeño enfocado al desarrollo de la inteligencia emocional. No es apropiado negar ni ridiculizar lo que sienten.
9. Comenzar frases con “en mis tiempos…”
Las brechas generaciones son obvias y lo único que expresan es el natural paso del tiempo y, con éste, los cambios de la vida. Comparar lo que nuestros hijos hacen con lo que nosotros hacíamos, o no hacíamos, es aburrido y cae mal.
Esta es una expresión crítica y, como hemos hablado antes, criticarlos no sirve más que para distanciarlos y hacer que cada vez menos quieran compartir con nosotros.
Los vínculos perfectos prácticamente no existen, pero la crianza positiva resulta una excelente herramienta para fortalecer nuestra relación con los hijos. Una crianza que se fundamenta en la confianza y el respeto, valores que impedirían que nuestros hijos renieguen de nosotros.
Aunque difícilmente podremos ser agradables para ellos todo el tiempo, porque crecer implica también deslindarse de los padres, detestarlos un poco y volvernos a cercar, según la etapa de vida que atraviesen.
*Datos del Consorcio Internacional de Inteligencia Emocional.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA