La falta de educación emocional en la familia puede ser común, ya que las generaciones anteriores no siempre tuvieron la oportunidad de expresar libremente emociones que llevarán a mejorar sus relaciones afectivas tanto en el seno familiar como en los diversos círculos sociales donde sus miembros se desarrollaron.
La familia debería ser el origen de nuestra educación emocional. Nuestro primer contacto con el mundo está vinculado estrechamente en la manera cómo el grupo primario con el que crecimos nos permitió desarrollar (o no) destrezas y habilidades para entrar en contacto con la vida y pasar por ella más o menos bien librados.
Ser capaces de librar la adversidad (resiliencia), lidiar con la frustración y, sobre todo, establecer lazos emocionales con los otros, basadas en el respeto, la empatía y la libertad, son temas que deberíamos aprender en la infancia a través de la convivencia y los límites que se viven en familia.
Asimismo, en nuestro grupo familiar deberíamos aprender a identificar y expresar emociones, aunque todo ello no siempre es así. Existe la posibilidad de que nuestros antecesores, por una u otra razón, no hayan podido desarrollar esas competencias emocionales debido a la educación que tuvieron.
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Los padres y las madres quizá se vieron limitados para expresar emociones o quizá se sintieron heridos en algún momento y decidieron “protegerse” evitando demostrar sus emociones; al llegar a la vida adulta y formar su propia familia difícilmente podrán ayudar a sus hijos a crecer con bases elementales de inteligencia emocional que, a su vez, dificulten a sus hijos establecer relaciones saludables y vivir plenamente. Incluso ante la dificultad de expresar emociones, la familia puede verse limitada a crecer unida y con lazos afectivos sólidos.
No te preocupes de que tus hijos no te escuchen. ¡Te observan todo el día!
Las primeras “víctimas” de esta incapacidad de vincularnos por falta de habilidades en el manejo emocional son precisamente los miembros de la familia nuclear. No obstante, a veces no somos capaces de vislumbrar que carecemos de esas competencias emocionales, aunque los síntomas se manifiesten de manera constante.
Sintomatología de una familia sin suficiente educación emocional saludable:
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Uno o todos los miembros siempre están buscando tener la razón o la última decisión. La toma de decisiones, por ejemplo a dónde ir de vacaciones, se convierte en una discusión de consecuencias terribles
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Buscar y encontrar un culpable para todo. Es decir, los involucrados en conflicto son incapaces de asumir sus responsabilidades, les es mucho más fácil culpar a otros (ya sea dentro de la familia o fuera) o culparas a las “circunstancias”.
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Vivimos siendo víctimas. Algunos de los miembros de la familia, ya sea los más vulnerables o los que tienden más a la manipulación, se beneficiarán con el papel de víctimas, pues suelen eximirse de la responsabilidad, según el caso.
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Cuando los miembros de la familia, principalmente los padres, son incapaces de expresar afecto o tener contacto afectivo con sus hijos, éstos pueden presentar disminución de autoestima, bajos niveles de empatía e incluso expresiones de agresividad dentro o fuera del círculo familiar.
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Bajo estas circunstancias, los miembros de la familia pueden ser incapaces de detectar emociones ajenas y actuar en consecuencia; muy posiblemente hagan las cosas sin intención de lastimar, pero tampoco sin el deseo de no hacerlo.
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De igual forma, puede ser que sus miembros no se escuchen entre sí, y por tanto no presenten atención a las solicitudes del otro; y con ello se experimenten constantemente los pleitos y discusiones tirantes. La asertividad es prácticamente nula.
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Los miembros de una familia con deficiencias en educación emocional suelen ser pesimistas, intolerantes, se enojan con facilidad.
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Viven con desconfianza tanto de sí mismo como de los demás, así que sospechan complots por todos lados y suelen responder con agresión.
Si estos síntomas se perpetúan los conflictos familiares se extenderán incluso a la siguientes generaciones y sus miembros, de forma individual, muy seguramente tendrán una vida afectiva limitada, problemática o incluso llena de sufrimiento.
Una opción para resolver esto y adquirir herramientas que los beneficien a todos es la terapia familiar hecha para ayudar a los miembros de la familia a mejorar la comunicación y resolver los conflictos.
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