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Seguir estas claves para enfrentar el silencio incómodo te ayudará a tener mejores destrezas para socializar y tener una comunicación más asertiva.

El silencio comunica tanto o más que como lo hacen las palabras.  No sólo por aquello que no se dice, sino también por el lenguaje corporal que se encarga de expresar aquello que nosotros no decimos de manera oral, cualquiera que sea la razón.  

Cuando tenemos una conversación, la prolongación de una pausa más tiempo del convenido y la gestualidad que la acompaña suelen hacer del silencio una situación incómoda.  

Un silencio incómodo que, no siempre es igual para todos los participantes de una conversación, puede ser perceptible con malestar. Dependiendo del nivel de exigencia que cada interlocutor se imponga a la hora de hacer fluir una conversación, así será el malestar por el silencio. 

Esa clase de ausencia en el diálogo pueden producir nerviosismo que se buscará romper con palabras que podrían generar aún mayor tensión entre las personas, por la urgencia de llenar los huecos y evadir los motivos del silencio: vergüenza, expectativa, enojo o dolor.  

¿Por qué vivimos un silencio incómodo?

El silencio se vuelve incómodo porque de antemano se espera que exista una conversación o una comunicación en relación a algún tema y el silencio es un fallo en ese sentido, y por lo tanto tenemos necesidad de rellenarlo con cualquier tipo de sonido para evitar sentir el vacío. 

El malestar suele ser mayor cuanta menos confianza y mayor proximidad física existe entre las personas con las que se produce en silencio. El ascensor, una primera cita, reuniones de familia en las que hay poco trato… son, entre otras situaciones, donde se podría dar un silencio incómodo. 

Por el contrario, con las personas que conocemos más y les tenemos confianza, quedarse en silencio en general es una experiencia placentera, ya que el lenguaje no verbal se nos hace más fácil de interpretar y reconocer. 

¿Cómo salir bien librado de un silencio incómodo? 

  1. Antes de hacer cualquier cosa cuando nos sentimos incómodos por un silencio demasiado prolongado, debemos analizar si otros también se sienten igual que nosotros o sólo es nuestra percepción.  
  2. Hay que asumir que quedarse callado en determinadas situaciones no dice nada bueno ni malo de uno mismo, solo que no hay un tema común que nos resulte fácil de compartir. 
  3. La prisa no es buena consejera. Pensar aceleradamente sobre las maneras en que se puede romper el silencio lo antes posibles y precipitarse a decir algo puede resultar aún más incómodo. Nos podemos manifestar con torpeza, perder la lógica.  
  4. No hay que interpretar las largas pausas de la conversación. A veces el silencio es incómodo por como lo interpretamos y no porque realmente estemos ante una situación que lo sea.  
  5. Evitemos la autoexigencia. Intentar en todo momento ser divertidos o agradables puede incomodarnos aún más cuando no tenemos nada que decir. Esto nos pone en una situación peor. 
  6. Dejemos de creer que sólo nos pasa a nosotros. Los silencios incómodos son comunes, pasan con frecuencia a toda clase de personas. No es necesario enfadarse con uno mismo por pasar un momento de malestar o provocarlo.  
  7. Riámonos de la situación, encontremos frases para salir del paso y retomar la charla, o concluirla “elegantemente”. Incluso usemos frases como “ha pasado un ángel”.  
  8. Reconocer la incomodidad propia puede ayudar a renovar la chispa en la conversación. 

No permitas que el miedo al silencio te vaya aislando. La timidez y la introversión pueden ser compatibles con una buena charla enriquecedora cuyos beneficios para la salud están científicamente comprobados. 

Pero si tu ansiedad por evitar esa clase de silencios evitando la convivencia con otras personas es mayor y limita tu vida, tal vez es momento de pedir ayuda a un profesional de la salud emocional 

JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA 

De Frente a la Vida |CONTIGO

 

Curso impartido por Jorge Domínguez.

 

La comprensión de sí mismo es un acto obligado. Tal y como aprendimos a caminar, a hablar, a comprender el entorno y su funcionamiento, así mismo es necesario comprender nuestras herramientas tanto con las que hemos nacido como aquellas que con el tiempo se han desarrollado y adquirido.

 

Conocer quién eres y como funcionas, te abre a una riqueza inimaginable para mantener tu mente, tus emociones y tus actos en congruencia, en un estado de salud continuo tanto emocional, físico y psicológico. Te convierte en una mejor versión de ti mismo y es ahí que radica tu fuerza vital.

 

Basar tu experiencia de vida y tu bienestar en la ignorancia de ti mismo te condena a los peores males de tu existir.

 

Es importante comprender que vivimos en el sótano lúgubre de una maravillosa y resplandeciente mansión. A la cual pocas veces, o tal vez nunca, hemos podido conocer sus jardines y sus extraordinarias habitaciones. Para tener acceso permanente a toda nuestra mansión, es primordial conocer nuestra ubicación y la existencia de nuestras capacidades.

 

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