Quizá son más de seis los miedos que todos hemos tenido. Cada uno podemos no tener éstos específicamente, pero es muy probable que nuestros temores también estén vinculados a la necesidad de cumplir las expectativas ajenas.
Satisfacer las demandas sociales es una tarea ardua que nos autoimponemos. Nuestra necesidad de pertenecer a un grupo o contar con la aprobación de los demás, no sólo nos lleva a asumir ciertas conductas, sino a limitarnos para evitar algún desdén.
Pero al final, lo que hacemos por otros o lo que dejamos de hacer no nos satisface y, por el contrario, puede llenarnos de frustración, angustia y aflicción. Nos evita el propio disfrute de la vida.
1. El Cambio
No obstante que en la vida la única constante es el cambio, éste puede causarnos temor debido a la incertidumbre que le precede. El miedo al cambio es una especie de resistencia frente al devenir desconocido.
Lo conocido nos parece seguro y estable, lo desconocido que viene con el cambio es incierto, requiere un esfuerzo de nuestra parte; por ello preferimos quedarnos con lo de siempre, aunque ello implica una inconformidad o sufrimiento.
La consecuencia de este miedo es estacionarnos en una zona de confort que muy seguramente nos hará perder oportunidades, correr el riesgo de estancarnos y quedar atrapados, no sólo en la rutina, sino en una vida que no deseamos ni merecemos.
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2. La Soledad
El miedo a la soledad es un tema que no hace mucho traté en estas páginas. Por supuesto, es uno de los temores que más conductas erráticas pueden causarnos.
La soledad es difícil, el temor a ésta puede basarse en una sensación de abandono, rechazo y aislamiento. Además, puede haber una preocupación ante las posibles críticas y el qué dirán los demás porque estamos “solos”.
Temer a la soledad puede impulsarnos a tener malas relaciones, a establecer vínculos codependientes o desarrollar obsesiones. Por la necesidad de compañía tendemos incluso a renunciar a nuestras necesidades.
No obstante, debemos reconocer que es importante rodearse de personas sanas y tener interacciones sociales saludables, haciéndonos de herramientas de inteligencia emocional.
3. El Rechazo
El miedo al rechazo se encuentra estrechamente vinculado al miedo a la soledad. Contrario a una reacción obsesiva por establecer vínculos para no quedarnos solos, el miedo al rechazo puede provocarnos aislamiento.
Este temor nos lleva a evitar las relaciones con otras personas, a no conocer personas o entablar nuevas relaciones para, de esa forma, también ahorrarnos un posible rechazo. Incluso las personas casadas a veces evitan pedir cosas a su cónyuge, porque se imaginan que dirá que no.
También puede pasar que, si la relación se da, se procurará terminarla primero antes de que sea el otro quien la termine (aunque el otro o la otra no pretendiera hacerlo).
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4. Ser Juzgados
El miedo a ser juzgados es similar al del rechazo. En éste se amplía la gama de posibilidades porque no sólo implica que alguien nos diga “No”, sino que puedan calificarnos, etiquetarnos bajo ciertos prejuicios, etc.
Esten miedo nos inhibe a que seamos naturales y honestos frente a los demás; nos lleva a ocultar nuestro “verdadero yo”. Ante ello hay que recordar que no importa lo que hagamos, siempre habrá gente que intentará juzgarnos.
Depende de nosotros qué tanto valor damos a los que dicen otros, o qué tanto nos importa llevar una vida plena, donde podamos cumplir nuestras metas y anhelos.
5. Insuficiencia
Existen momentos en los que consideramos no estar a la altura de las circunstancias, que no tenemos la capacidad para enfrentarnos a determinadas situaciones o retos. En algunos casos, estaremos siendo capaces de reconocer nuestras limitaciones, pero en otras tal vez estemos atravesando por ataque se miedo.
Sentirse insuficientes para afrontar la vida es un temor real que sufrimos en algún momento, pero que puede hacerse permanente y provocar que renunciemos a intentos que valen la pena para conquistar nuestras metas.
Este temor nos puede conducirnos, ya sea a sentir que no eres capaz y renunciar a tus anhelos; o bien puede llevarnos a ser un perfeccionista neurótico u obsesivo, que exija demasiado de sí mismo y con nada esté satisfecho.
Frente a ambos casos podremos estar rindiendo ante el gozo de la vida, por debajo de nuestra capacidad y ello es dejar pasar el tiempo sin disfrutarla.
6. El Fracaso
Nos avergüenza fallar y nos coloca también en la idea de que no somos capaces, como el caso anterior. El fracaso en nuestra sociedad no es un signo de experiencia, esfuerzo o intento, es motivo de burla, menosprecio y señalamiento; por eso nos atemoriza.
Para enfrentarlo podríamos adentrarnos en una experiencia en la que el éxito no esté garantizado. De esta forma tendremos a nuestra disposición distintas lecciones y oportunidades que nos pueden ayudar a encontrar el éxito en sus distintas facetas.
Fracasar es señal de que se ha intentado, error es olvidar la experiencia y continuar haciendo lo mismo esperando resultados diferentes. ¡Qué locura!
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA