Estos hábitos que dañan la relación con uno mismo afecta la manera en que nos vinculamos con la vida de forma negativa.
De todas las relaciones que establecemos en la vida, la que llevamos con nosotros mismos es la más significativa, aunque no siempre es la que mejor resulta. Con frecuencia procuramos estar en buenos términos con los demás, les hacemos sentir bien y hasta les complacemos, lo que no hacemos con uno mismo.
Por el contrario, solemos tener una serie de actitudes y comportamientos que nos limitan y, casi siempre, resultan dolorosos. Nos enjuiciamos, condenamos y castigamos severamente, nos tratamos con rudeza. Incluso hay quienes tienen prácticas hacia sí mismos que no tendrían con otras personas, haciendo de ello un hábito.
Sin embargo, cómo podemos vincularnos con la vida, el entorno y los demás si la relación que tenemos con nosotros tiende a ser poco sana. Es necesario crear vínculos positivos hacia nuestro interior, para luego crear lazos de amor donde se manifieste el respeto y el reconocimiento mutuo de lo que valemos como individuos.
Para mejorar esta relación es importante reconocer que nos hemos habituado a comportamientos que la dañan. Habrá que identificar hábitos y costumbres negativas con el fin de sanar y mejorar nuestros lazos personales y con la vida.
5 Hábitos que dañan la relación con uno mismo
1. Crítica constante e ingratitud al cuerpo
Nos miramos al espejo y de inmediato comenzamos a criticarnos, especialmente en el aspecto físicos. Los estándares de belleza impuestos por la sociedad nos hacen sentir culpables de ser como somos y nos exigen piernas más largas, abdomen más plano, cabello más lizo, sonrisa más blanca.
Cánones inasibles, por los que nos reprochamos la figura que tenemos y muchas veces nos lleva al autoinsulto: qué gorga estoy, odio mis brazos, detesto mis estrías, soy una ballena, etc.
Hemos olvidado que, a cada segundo, nuestro cuerpo hace maravillas para mantenernos vivos y que es el vehículo con el que podemos experimentar grandes historias y sucesos. Agradecidos deberíamos estar con él.
2. Hostilidad constante
Pero nuestro cuerpo no es el único que recibe la hostilidad con la que nos tratamos. Con frecuencia también hacemos severas críticas a nuestra forma de ser en los más diversos ámbitos: qué tonta soy, que mal hago las cosas, nadie me quiere, no soy suficiente, etc.
Palabras que nos descalifican y minimizan nuestro potencial porque, aparentemente, no cumple con las expectativas que hemos adoptado como propias, pero que en realidad nos impone la cultura actual. En nuestra exigencia por cumplirlas no cuidamos adecuadamente de nosotros.
Nuestra dieta no es apropiada, no descansamos, evitamos tener tiempo para ocuparnos de nosotros. Sin embargo, entre más dediquemos atención a estos grandes detalles, mejor habremos de sentirnos, nuestra autoestima será más fuerte y tendremos una mejor relación interpersonal.
El autoconcepto que tenemos es mucho más exigente y perfeccionista, disminuyendo la posibilidad de reconocer que somos únicos y ese es nuestro poder.
3. Buscando la aceptación que no nos damos
La idea de que no somos suficientes ni perfectos, las inseguridades y miedos que están dentro de nosotros afectan nuestra autoestima de tal manera que buscamos que otros nos acepten y validen. Esto suele ser a través de complacerlos y colocarnos en una situación vulnerable frente a la manipulación.
Sin embargo, debemos recordar que a quien debemos gustarle es a uno mismo. Aunque existan cosas positivas y otras negativas que podemos mejorar, aceptarse es un trabajo de tiempo completo que nos lleva al crecimiento personal.
4. Aceptar relaciones tóxicas
Esta necesidad de buscar la aceptación fuera, nos lleva a relacionarnos con otros de una manera tóxica. Buscamos en los demás la satisfacción de carencias que nosotros omitimos llenar por estar esperanzados a que sea el trabajo de otros lo que nos llene.
Así somos capaces de aceptar relaciones destructivas, amistades tóxicas y vínculos malsanos, esperando que algún día cambien para hacernos felices. Esto nos lleva al siguiente hábito:
5. Buscar la felicidad fuera de nosotros
Debemos ser consciente que la felicidad surge de la forma en que percibimos la vida, los pensamientos que con ella vinculamos y cómo ejercemos la plenitud a través del autocuidado. La felicidad no viene de fuera, por más que otros se esfuercen por complacernos, somos nosotros los responsables de vivir en conciencia y gozo de la realidad.
Hay que dedicar el tiempo a cuidar de uno mismo, estar bien y alejarse de aquello que no perturba o desequilibra nuestro bienestar. Una relación saludable y equilibrada con nosotros mismos es tener la capacidad de valorarnos saludablemente como personas y aceptar tanto nuestras fortalezas como debilidades y gestionar asertivamente nuestras emociones.
JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA