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Estas 4 falsas ideas sobre la zona de confort nos producen remordimientos y culpa por estar donde estamos.  

Es media tarde, los vientos del otoño ya han bajado la temperatura, tomo un café mientras miro por la ventana. En realidad, no hago nada, solo dejo que mi mente divague sin exigirle esfuerzo alguno.  

Hace 8 años que trabajo desde casa, tengo ingresos suficientes para vivir y, especialmente, estabilidad. Mi familia no tiene que “tolerar” mi irritabilidad por estrés, mi mujer puede salir a desarrollarse en su profesión porque confía en que estaré atendiendo la casa cuando haga falta, mis hijos saben que pueden confiar en mí y que siempre estoy para escucharlos.  

Han pasado años de que me olvidé de competir por un puesto laboral corporativo con mayor sueldo, más responsabilidades, mayor prestigio. Para mí está bien, pero eso no me lo perdonan mis conocidos, me dicen que me estanqué, que estoy en mi zona de confort; que debería de salir de ella. 

Por el contrario, creo que estoy en mi mejor momento: tengo estabilidad y la zona de confort no es tan mala como lo han hecho creer.  

Gracias a la historia de Alberto, hablemos hoy de las falsas ideas sobre la zona de confort.  

4 Falsas ideas sobre la zona de confort   

La llamada zona de confort está llena de mitos, realidades e ideas que los otros imponen sobre los demás. Lo vemos en la historia de Alberto, él se encuentra satisfecho con su vida, los demás le “reclaman” estar estancado. ¿Será que las metas siempre deben ser más y más grandes, diferentes a lo que ya se tiene?  

Las presiones, las exigencias externas de lo que deberíamos hacer o ser son muy altas y muchas veces entran en conflicto con nuestra realidad. Incluso, con frecuencia nos producen ansiedad o inquietud, ¿beberíamos estar esforzándonos más de lo que ya hacemos? 

1. Si no vas por todo, a qué vas 

He visto muchos mensajes en las redes sociales que aplauden esta frase: “si no vas por todo, a qué vas”. En la mayoría de las veces no esclarecen qué es “ir por todo”, pero me parece que es una exigencia extrema, que involucra incluso a quienes lo publican.  

Alberto ha apostado por la estabilidad y la familia. Está para sus hijos y para su esposa, así como está para sí mismo, ¿eso significa que no está yendo por todo? 

Como ya en múltiples ocasiones he escrito, tenemos una falsa idea de productividad, de progreso, del esfuerzo. La sociedad nos ha impuesto, a hombres de una manera, a mujeres de otra, que debemos cumplir ciertas expectativas: laborales, sociales, físicas, románticas, familiares, etc.  

Hay que dejar la vida, para ganarnos la vida. Quien opta por no ir por todo y elegir sus batallas no está haciendo lo suficiente, parece que nos dicen. Priorizar la paz mental y la estabilidad no es mantenerse en un lugar cómodo, puesto que requieren mucho trabajo interior y estar en constante gestión de lo que sentimos. Se suma a ello enfrentar, como Alberto, los prejuicios y críticas.  

2. Tenerlo todo es imposible  

Ciertamente, sabemos que no podemos tenerlo todo, al menos no al mismo tiempo. Alberto ha decidido tener estabilidad, tal vez en otro momento decidió tener un trabajo demandante y en el futuro su deseo sea otro. Lo sabe: elegir tus batallas (algo de lo que también se habla mucho en las redes) implica renunciar a otras.  

Si las personas renunciamos a ciertas metas, por disfrutar lo conquistado en determinado momento, no quiere decir que nos hayamos estancado y mucho menos que estemos en la falsa zona de confort. Incluso si lo estuviéramos, ¿qué de malo hay en estar cómodos en la vida?  

A veces avanzar en un área de la vida y detener o posponer otras es la prioridad y está bien si lo disfrutas, si lo vives con consciencia, si lo has elegido.  

3. Renovarse o morir 

Otra falsa idea que implica la zona de confort —tan desprestigiada ésta— es que las personas debemos estar en constante renovación, buscando otras cosas, en el constante cambio.   

Ciertamente, la naturaleza de las cosas es el constante cambio, pero este puede ser lento, paulatino, consciente. No es necesario acelerar los procesos de transformación ni hacerlos grandilocuentes, tampoco precipitarse al cambio solo porque con ello parecería que nos movemos y que avanzamos. El cambio no siempre es evolutivo ni positivamente transformador.  

Alberto tal vez esté haciendo el mismo trabajo desde hace 8 años, pero podemos apostar que no lo hace de la misma manera. Porque el mercado, la vida y uno mismo cambian, las perspectivas se renuevan y la misma estabilidad puede dar lugar a la creatividad.  

El cerebro, recordemos, también requiere del ocio, de dejar la mente divagar sin exigirle nada, no solo para descansar, sino para generar nuevas ideas.  

4. La zona de confort es mala per se 

Hay la falsa idea de que, por sí misma, la zona de confort es mala. ¿Quién lo dijo o cuándo se dio el decreto? Apuesto que nadie lo sabe. Un día nos compramos la idea de que sentirnos cómodos nos hace estancarnos y ¡nada peor que eso! 

El confort es un logro de la humanidad; desde el más tribal de los seres, siempre hemos buscado estar cómodos en este mundo agreste. Desde el colchón hasta todos esos artilugios en las cocinas coreanas que hoy vemos en Tik Tok, hemos inventado cosas para facilitarnos la vida, pero cuando se trata de nosotros mismos, el tema se vuelve criticable.  

Por sí misma, la zona de confort no es mala, es solo un estadio de la mente en la que hemos decidido permanecer porque nos satisface ciertas necesidades. Muchas veces, ni siquiera estamos en la “zona de confort” sino que hemos tomado una decisión de vivir de la manera en que lo consideramos apropiado para la etapa en la que nos encontramos.  

Con frecuencia, esa decisión no empata con las expectativas sociales o los estándares de consumo que se nos tratan de imponer. Por ello son más criticables.  

Así que dejemos de pensar que la zona de confort es mala, mejor olvidémonos que existe, pues a muchos, incluso vivir con estabilidad como a Alberto, puede costarles más trabajo que seguir los estándares sociales.  

Alerta: el estancamiento es otra cosa 

Aunque ya señalé que la zona de confort no es mala o tal vez ni existe, hay personas que sí asumen una postura indiferente ante la vida y dejan de avanzar hacia lo que desean.  

Desde el miedo (al rechazo o al fracaso), la depresión o hasta la dependencia emocional, existen muchas razones por las que una persona deja de avanzar hacia sus anhelos. Y mientras no perjudique a quienes le rodean, tampoco debe ser juzgada.  

Las presiones de la vida contemporánea también pueden asustar mucho y petrificarnos. El entorno a veces es difícil y puede, incluso, resulta violento, desmotiva. No por ello las personas son débiles ni flojas o comodinas.  

Hay un trasfondo individual que debemos respetar y dejar de reprochar a los demás lo que hacen con su vida.  

Si sientes que te has estancado y te encuentras insatisfecha con la vida, es momento de que te preguntes ¿qué emociones hay detrás de esa parálisis vital que no te deja ir hacia donde deseas?  

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